'El Elegido', el viacrucis de Iztapalapa en una película que resulta incómoda para México 40 años después

Manuel Ojeda se encargó de encarnar a Cristo en el viacrucis de Iztapalapa que recrea la película 'El elegido'.  (Photo by Marcos Delgado/Clasos.com/LatinContent via Getty Images)
Manuel Ojeda se encargó de encarnar a Cristo en el viacrucis de Iztapalapa que recrea la película 'El elegido'. (Photo by Marcos Delgado/Clasos.com/LatinContent via Getty Images)

La Ciudad de México no podía estar exenta de abonar historias cinematográficas con relación a la Semana Santa, específicamente sobre la pasión de Cristo. La realidad absorbida por la ficción para contar una historia de corte urbano en la periferia fue el tradicional viacrucis de Iztapalapa y se filmó El elegido en 1977, película dirigida por Servando González.

Andrés (Manuel Ojeda) es un taxista que se niega a interpretar a Jesucristo a pesar de la insistencia de su madre (Ada Carrasco), una fiel devota católica. Su negativa es tomada como una deshonra y una grosería, por lo cual es orillado a aceptar a la mala. Luego de ser golpeado por encapuchados accede a ser el nazareno.

“Hay que subirlo, la pasión tiene que terminar”, pronuncia un hombre disfrazado de centurión cuando Andrés desvanece casi moribundo tras llevar a cabo la procesión con una enorme cruz de madera bajo las inclemencias de un sol abrasador. Pese a preocuparse por la salud del mesías local, el resto de participantes concuerda en que debe culminar su participación con la crucifixión, pues el evento está siendo televisado. A su vez, camarógrafos y reporteros están fascinados con el realismo de la interpretación en cuanto Andrés escupe sangre, por lo que se enfocan en transmitir un espectáculo desde la morbosidad.

Este Cristo de Manuel Ojeda aparece en el cine mexicano ocho años después de que Carlos Piñar diera vida a un Jesús de perfil hippie y delictivo en Cristo 70 (Alejandro Galindo, 1969). La percepción colectiva sobre la figura de Jesucristo en la pantalla grande empezó a transformarse pasando de la solemnidad que tuvieron Enrique Rambal y Enrique Rocha apegándose a los hechos históricos hacia la experimentación y la modernidad de sus respectivas épocas.

El elegido es un retrato a distancia de una representación que en Iztapalapa y otros rincones del país se toma con demasiada seriedad, al grado de establecerse en un delicado límite entre lo real y lo ficticio. Asimismo, y vista desde la actualidad, se trata de un testimonio del poder que ejercía la televisión desde entonces para manipular un suceso convirtiéndolo en un evento de morbo para entretener e informar.

Detrás de esos hechos, una sociedad ávida de violencia, de sangre. Una premonición de nuestros días, o los cimientos de la alarmante cultura de consumo de entretenimiento violento que hoy día prolifera.

La película tiene su punto más cuestionable y polémico en su director, Servando González. El debate que consiste en separar a la obra del autor lo tiene a él como uno de los personajes discutibles de nuestra filmografía. Se trata de uno de los realizadores más importantes e interesantes que ha tenido México. Títulos como Viento negro (1965), Los mediocres (1966) y El escapulario (1968) forman parte de la cultura del cinéfilo mexicano. Notables trabajos.

Pero hasta la fecha se cuestiona su simpatía por el régimen que ordenó y orquestó la matanza estudiantil de 1968 en Tlatelolco. Colaboró, de hecho, con el gobierno del expresidente Gustavo Díaz Ordaz al ser designado el responsable de filmar el mitin que derivó en la masacre.

“Lo que hizo el presidente Díaz Ordaz es muy patriota, porque se mueren unos cuantos, y, sobre todo, ¿cuál líder murió? Ni uno. No fueron. Sabían lo que iba a pasar. ¿Quiénes murieron? Perdóneme que lo diga, pero fueron los babosos, los que se fueron a ver qué pasaba. Como cuando hay un accidente y se acercan los babosos a mirar. Claro, otros estudiantes de a de veras que creyeron”, declaró en entrevista para Tanía Molina Ramírez en 2007 al periódico La Jornada.

González falleció en 2008 convencido de que la historia se iba a encargar de colocar a Gustavo Díaz Ordaz como un héroe que salvó a México de una invasión estadounidense. Para él fue un mexicano ejemplar en defensa del territorio; su patriotismo justificaba la matanza.

Igualmente aseguró que el pueblo iba a perdonar a Luis Echeverría Álvarez, secretario de Gobernación en aquel sexenio, porque se le acusó injustamente de haber intervenido de manera directa en las órdenes para abrir fuego y matar a estudiantes que estaban presentes en la Plaza de las Tres Culturas y edificios aledaños en Tlatelolco.

Con El elegido entregó otra película más en su ejercicio cinematográfico mostrándonos a un Cristo que resulta más actual que nunca dado el panorama social que envuelve a la capital, mayor aún si se considera que las redes sociales son herederas de esa televisión gozosa de tragedia humana que plantea en el filme.

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