El 'misnaming', ese momento ¡tierra, trágame! en el que nombraste a tu ex en pleno acto sexual

Llamar por otro nombre a la pareja es una de las afrentas que más molesta, pero no es tan grave

Nuestro cerebro se equivoca continuamente al seleccionar información. En otros ámbitos estas equivocaciones pasan desapercibidas, pero en un contexto de pareja puede malentenderse como una falta de fidelidad. (Foto: Getty)
Nuestro cerebro se equivoca continuamente al seleccionar información. En otros ámbitos estas equivocaciones pasan desapercibidas, pero en un contexto de pareja puede malentenderse como una falta de fidelidad. (Foto: Getty)

Qué lapsus más inoportuno, ¿verdad? Equivocarse de nombre en el fragor de la batalla sexual. Decir por error el nombre de tu ex sería lo que los psicólogos llaman un ‘acto fallido’, de esos en los que se manifiesta una forma de expresión distinta e incluso contraria a la intención originaria. Es decir, que no lo hacemos adrede. (¡Solo faltaría!)

Si ocurre al principio de las nuevas relaciones se podría hasta entender y considerarlo casi ‘normal’ por aquello de la costumbre. Cuando has pasado mucho tiempo con una persona, la asocias a determinadas situaciones y, al repetirse estas situaciones (aunque sea con alguien distinto), te viene a la mente la persona anterior de forma casi mecánica. Por eso, la otra parte suele ser más comprensiva; pero, ¿y si se repite a menudo a lo largo del tiempo?

Pues no pasa nada. No está obsesionado con su ex ni está cometiendo una infidelidad mental. Resulta que si te equivocas de nombre al llamar a tu pareja es que la quieres.

Cualquiera pensaría que hay algo detrás de esa insistencia y fijación permanente. “Aún no le ha olvidado”, “Sigue enamorado”… Es lógico que dudemos de los verdaderos sentimientos de nuestra pareja, pero no hay que darlo todo por perdido. Existe una explicación científica que quitaría hierro a esta ofensa sentimental.

“Utilizamos el hemisferio cerebral derecho para reconocer las caras familiares, mientras que empleamos el izquierdo para los nombres propios. Así, cada vez que nombramos a alguien, realizamos un proceso de integración entre ambas funciones”, explica el neurólogo Marcelo Berthier, director de la Unidad de Medicina Cognitiva y Afasia del Centro de Investigaciones Médico-sanitarias (CIMES) de la Universidad de Málaga y miembro de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Y en algún punto de ese proceso es donde se produce la equivocación.

Así lo asegura una investigación de la Duke University (Durham, EE UU) basada en las respuestas de 1.700 personas a las que se les preguntó si en alguna ocasión se habían equivocado al referirse a otra persona, y si ellas mismas habían sido objeto de semejante desliz linguístico.

A continuación, se les pidió que explicaran la relación existente entre los individuos o animales cuyos nombres habían intercambiado. Las conclusiones del trabajo, publicadas en la revista Memory and Cognition, establecían que el origen del fallo se debía al modo en que archivamos la información.

¡Tampoco te martirices! Los nombres de nuestros seres queridos son los que usamos con más frecuencia y, por confuso que parezca, los que más tendemos a olvidar. (Foto: Getty)
¡Tampoco te martirices! Los nombres de nuestros seres queridos son los que usamos con más frecuencia y, por confuso que parezca, los que más tendemos a olvidar. (Foto: Getty)

Es un error habitual en muchos otros ámbitos. Los padres se equivocan al llamar a sus hijos y también es bastante frecuente decir el nombre de nuestra mascota cuando queremos hablar con alguien de nuestro entorno más cercano. Según el doctor en Psicología y especialista en Neurociencias, Juan Moisés de la Serna, tenemos tantas “huellas en la memoria” que lo normal es que el cerebro se equivoque. Así lo cuenta en BuenaVida.

Por otro lado, los investigadores del estudio mencionado antes concluyeron que el nombre que habían pronunciado de manera incorrecta pertenecía, en su mayoría, al mismo grupo social que el de la otra persona. Por ejemplo, una madre que llama a su hijo por el nombre de otro hijo, un amigo que llama a otro por el nombre de alguien de su misma condición o llamar a un miembro de la familia por el nombre de nuestro perro.

¡Ah! Y no es cuestión de edad, ¿eh? Que en el estudio participaron tanto jóvenes universitarios como personas mayores, y los errores ocurrieron con la misma frecuencia en ambos grupos.

Es una cuestión de probabilidades, tenemos guardados en cajones los nombres de las personas más queridas , y los almacenados por categorías o grupos. Así que antes o después, escogemos el que no corresponde. ¿Quiere esto decir que si se tu pareja se acuerda de otro u otra es que le sigue queriendo? Puede, pero no necesariamente.

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