'El Padrino', la creación de un clásico y el acuerdo insólito con la mafia
Recordamos una de las anécdotas más impactantes de 'El Padrino' en el año que se celebra el 50 aniversario de su secuela
Los amantes del cine estaremos de celebración el próximo 12 de diciembre porque se cumplirán 50 años del estreno de El Padrino II, la segunda parte de la aclamada trilogía de Francis Ford Coppola que dejó huella en la memoria cinéfila para siempre. Esta entrega, que fue secuela y precuela al mismo tiempo, se coronó como la primera secuela en ganar un Oscar en la historia de la Academia y junto a la saga completa, cuya primera entrega sigue siendo venerada como una de las mejores películas de la historia (la segunda por detrás de Ciudadano Kane según la lista del Instituto de Cine Americano), la adaptación de la novela de Mario Puzo se mantiene como un referente icónico del cine y de las mayores influencias del género gánster hasta la fecha.
La trilogía en general está repleta de curiosidades y anécdotas, sin embargo existe una que pocos conocen. Y es el acuerdo que cerró uno de los productores de la cinta original con la mafia italoamericana para evitar boicots y problemas en Nueva York durante el rodaje y estreno.
El periodista y escritor Brian Viner repasó la historia para en un artículo del Daily Mail, narrando una anécdota insólita que si bien se conocía a medias a través del libro de Harlan Lebo (The Godfather Legacy: The untold story of the making of the classic Godfather trilogy, 1997), añade detalles que llevan más lejos la afiliación de la producción con la mafia.
La 'otra' historia de 'El Padrino'
Para comprender mejor esta historia, debemos empezar por el principio. Según contaba The New York Times en 1972, Paramount compró los derechos de la novela cuando todavía no estaba terminada, pagando un adelanto de $10.000 que el autor aceptó enseguida. El acuerdo incluía otros $80.000 si el trabajo terminado se trasladaba al cine. Poco imaginaba Puzo que la película se convertiría en la más taquillera de 1972.
La película no tardó en ponerse en marcha y en 1970 Coppola se sumó al proyecto a regañadientes (CBS), aceptando la propuesta tras el fracaso financiero de su película THX 1138 (1971). Durante varios meses el director escribió una versión del guion y Puzo otra, llegando a un boceto final más largo de lo que había pedido Paramount en un principio. Y entonces la producción se puso manos a la obra después de cerrar un acuerdo con Marlon Brando que le obligaba a asegurar que no iba a producir ningún retraso -debido a su historial de figura problemática en el pasado- (Vanity Fair), sumando luego a Al Pacino, James Caan, Robert Duvall y el resto del reparto.
Y en el medio de todo esto se encontraba Albert S. Ruddy, cuya labor como productor era lograr que el producto llegara a buen puerto. Al mismo tiempo que la producción se estaba llevando a cabo, Nueva York contaba con un líder italoamericano que decía luchar por los derechos de su comunidad para desterrar estereotipos sobre la mafia y “la cosa nostra” en el cine y televisión. Ese no era otro que Joseph Colombo, irónicamente el jefe de una las cinco familias que controlaban la mafia en la ciudad de Nueva York.
Más allá de su posición en el crimen organizado, Colombo había creado en 1970 la Liga de Derechos Civiles de los Italoamericanos para protestar contra la persecución de los italianos, y el estigma de los estereotipos mafiosos. Una ironía del destino que tiene más picardía cuando recordamos que cuando la prensa le preguntaba por la existencia de la mafia, él contestaba “Mafia ¿qué mafia? No hay mafia. ¿Soy cabeza de una familia? Sí, de mi esposa y mis cuatro hijos y una hija” (New York Times). Por eso, al conocer que la película estaba en marcha y que además se rodaría en su ciudad, se plantó contra Ruddy y Paramount, declarando la guerra contra cualquier intención de propagar la idea de la existencia de la mafia.
Según publicó Mental Floss en 2017, Colombo habría intimidado con provocar problemas con sindicatos, retrasos y otros obstáculos que podían complicar la inversión del estudio. Y sus amenazas no fueron en vano, al ser una de las supuestas figuras más importantes del crimen organizado por entonces, el productor no podía mirar hacia otro lado.
Y entonces, para evitar cualquier problema, Ruddy llegó a un acuerdo con la mafia.
Si bien Colombo nunca aceptó ser responsable, el productor comenzó a vivir experiencias perturbadoras, como un tiroteo contra los cristales de su coche, llamadas amenazantes en su oficina o ser perseguido por un coche. Hasta la filial de Paramount encargada del proyecto, Gulf & Western, recibió amenazas de bomba teniendo que evacuar el edificio en dos ocasiones.
Según relata Mental Floss, a comienzos de 1971 Ruddy se reunió con Colombo y su hijo Anthony para hablar de la película. E hizo algo que hoy resulta insólito: les entregó el guion de 155 páginas y les aseguró que la película no afianzaría estereotipos mafiosos de los italianos. Pero Colombo tenía claro a qué había ido y puso presión al estudio pidiendo que eliminaran cualquier mención de “mafia” o “la cosa nostra” del libreto y, además, donaran ganancias del estreno a la fundación que la Liga tenía con un hospital (The Victoria Advocate). Y Ruddy habría aceptado.
Sin embargo, según el Daily Mail, los detalles de ese acuerdo habrían sido más extensos y específicos todavía. Como por ejemplo que antes de Joseph Colombo, otros mafiosos habrían intentado detener la producción ofreciendo $1 millón al estudio. O que las amenazas que recibió Ruddy le hicieron disfrazarse de Groucho Marx.
No obstante, lo más llamativo es que el productor ofreció papeles como extra a los asociados de Colombo en la película. Hombres que eran “asesinos y extorsionistas” y les sirvió en bandeja una proyección especial del estreno solo para ellos donde 100 limusinas se agolparon a las puertas. El proyeccionista del cine más tarde dijo que uno de los “invitados” le había dejado una propina de $1.000.
Curiosamente, tras sellar el pacto, las localizaciones que hasta ese momento se habían negado a prestarse al rodaje -como una funeraria de Brooklyn o una casa de Staten Island que querían usar como vivienda de Don Corleone- estaban milagrosamente disponibles. Sin embargo, los ejecutivos de Gulf & Western trinaron al conocer el acuerdo, sus acciones cayeron en la bolsa y despidieron a Ruddy, aunque fue contratado de nuevo ante la insistencia de Coppola.
Robert De Niro and Francis Ford Coppola on the set of "The Godfather Part II" in 1974. Happy 50th anniversary!#GodfatherPartII#50thAnniversary pic.twitter.com/Dq2mTMtO8s
— Cinema Scholars (@ScholarsCinema) February 19, 2024
El estreno fue todo un éxito. En pocos días El padrino había amasado una fortuna en la taquilla estadounidense superando el récord de Lo que viento se llevó, los cines tenían colas que alcanzaban varias oras de espera y Coppola comenzó a recibir cartas de fans firmadas por cineastas como Frank Capra y David Lean.
¿Y qué pasó con Joseph Colombo? Curiosamente nunca llegó a ver la película terminada porque el mismo día que Coppola filmaba el intento de asesinato de Michael Corleone (Al Pacino) un 28 de junio de 1971, a cuatro calles Colombo recibía tres disparos en la cabeza y el cuello durante un acto político en protesta contra los estereotipos de su comunidad. El asesino era Jerome A. Johnson, un hombre disfrazado de periodista fotográfico en el evento. Murió al instante a raíz de los disparos de los guardaespaldas de Colombo.
Por su parte, Colombo pasó 7 años en coma y murió finalmente en 1978. Si bien su familia siempre culpó a su rival Joe Gallo del ataque, quien fue asesinado un año más tarde, la policía concluyó que Johnson actuó solo tras una discusión días atrás.
Como ven, toda gran película tiene una gran historia detrás.
Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.
TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR | EN VIDEO
Al Pacino rompe el protocolo en los Oscar, ¿se equivocó?
'Fiebre de sábado por la noche' y la historia de un rodaje entre miles de fans, extorsiones y mafia
La foto de 'Gladiador' que cambiará tu recuerdo del clásico de cine
Donald Sutherland rodó un clásico del cine de terror sin saber cuál sería el apocalíptico final