Eliana Manzo: la milonguera que perdió la visión y que será la primera bailarina en competir en el Mundial de Tango

Eliana Manzo competirá por primera vez en el Mundial de Tango
Eliana Manzo competirá por primera vez en el Mundial de Tango

“El tango es un sentimiento que se baila” dijo una vez uno de los próceres más lúcidos de esta combinación perfecta entre música, poesía y danza. Y a esto habría que agregar que si el sentimiento es invisible a los ojos, no se necesita ver para bailarlo. Eliana Manzo no llegó a esta conclusión por asociación de ideas. Pero llegó. Cuando era adolescente comenzó a perder la vista y para los 30 su enfermedad ocular la dejó en las sombras. Pero el sentimiento estaba intacto. Se dedicó a la actuación y a la danza. Y como también se dice que el tango sabe esperar y que en algún momento llega o te toca, Eliana se dejó llevar. Tanto fue así que competirá en la categoría de Tango Escenario de la nueva edición del Mundial de Tango de Buenos Aires.

Eliana se hizo conocida hace casi dos años, gracias a un posteo que se viralizó. Allí decía que necesitaba mudarse y que no quisieron alquilarle una propiedad porque era ciega. Detrás de todo ese ruido que se armó apareció su historia y su tenacidad para sortear obstáculos. En realidad, la falta de vista no le impidió tomar clases de danza, hacer teatro (La lección de anatomía, por ejemplo, en el Multiteatro), tener un hijo (hoy de casi un año y medio) o bailar tango.

Eliana Manzo: madre, actriz y bailarina
Eliana Manzo: madre, actriz y bailarina - Créditos: @Alejandro Guyot

“La clave es decir ‘Yo quiero hacer esto’. El puedo lo vas encontrando -reflexiona-. Siempre digo que el deseo de bailar y actuar me llevó a desarrollar distintas estrategias. Por un lado, haber visto te recuerda el hecho de querer volver a ver. Por otro, me da bastantes facilidades. No tengo que imaginarme las cosas. Las conozco. No son imágenes construidas. El sentimiento no tiene que ver con lo que uno ve, es más abstracto”.

-Claro, por eso se dice que el tango es un sentimiento que se baila. Y también se dice que el tango te espera.

- Me lo han dicho. Siempre tuve el deseo de bailarlo. Desde adolescente. En los cursos que me anoté eran tangos de salón. Yo quería el de escenario. Soy bailarina, me formé en clásica y jazz. Un día participé en la obra Un tango anarquista, de Claudio Grillo. Trabajaba como actriz. Era una sombrerera que bailaba con un changarín. Y fue quien hacía ese personaje de changarín que me recomendó que fuera a estudiar con Claudio González. Pensé que mi condición de no ver no sería un problema. Le escribí sin saber que era un personaje icónico dentro del tango. Le dije que quería ser bailarina de tango y dedicarme profesionalmente.

-En la vestimenta, en una intención deliberada que tiene el bailarín para que lo miren, hay algo muy visual. Pero en lo estrictamente danzante, no.

-Exacto. Incluso hay ejercicios que se pueden hacer vendando los ojos de la mujer para dejarse llevar. Hoy se ha evolucionado y no hablamos del rol del hombre y el rol de la mujer, sino el conductor y el conducido. Porque puede estar representado por cualquier género. Pensé que estar en ese abrazo me iba a permitir el placer de bailar sin tener que preocuparme si pierdo el frente, si me perdí en el escenario. Con que el otro vea alcanza. El va a manejar el espacio. Y así como lo pensé es como lo vivo. Desde que perdí la vista no pude disfrutar ninguna danza tan a pleno como el tango. Me ocupo solo de bailar. Cuando conocí a Claudio le dije que quería ir al Mundial de Tango. Pero no tenía plata ni para pagarle las clases. Y no me cobró ni un peso.

-¿Te gustaría trabajar en una compañía de tango danza?

-Me encantaría. Tengo la ilusión de que un día voy a poder vivir de la actuación y del baile. Y lo que tiene el tango es que es una de las danzas más generosas con sus bailarines. No tenés que ser ni tan joven, ni tan perfecta, ni tan flaca como para el clásico, que tiene un nivel de exigencia a veces casi enfermizo. El tango pasa por otro lado. Tampoco tenés que ser súper famosa para ganar plata. Quizás, como voy a hacer yo esta noche, te pagan por hacer una exhibición en una milonga. Además, podés hacer tango escenario con todos los trucos o tener 80 años y hacer tango salón.

-¿Y cómo diste el paso para el Campeonato Mundial?

-Imaginate que no podía ser con Claudio porque tiene una carrera hecha, tiene a su pareja de baile y va a ser jurado en la final. “Te conseguí a un compañero para el Mundial”, me dijo un día y me presentó a Eduardo Román. Fue hace apenas dos meses. Y en esos dos meses armamos todo. Buscamos música, coreografía, vestuario. Vamos a hacer una versión de Tango Bardo del tema “Patético”. Y una de las cosas que le dije a Claudio es que quería contar una historia. Y él me dijo que fuera mi historia: bailar sin ver. Me dijo si escribía algo y que lo grabara.

Eliana Manzo y su compañero de baile, Eduardo Román
Eliana Manzo y su compañero de baile, Eduardo Román

-El personaje, ese que hay en todo escenario, es el que la sube a Eliana al escenario.

-Totalmente. Empecé a aceptar también y decir yo soy esto. Decirlo sobre el escenario. Por decir que no veía se me cerraron muchas puertas. Decirlo es importante para reconciliarme conmigo y sentar un precedente. Soy la primera y única bailarina ciega en la historia del Festival Internacional de Tango. Claudio me decía que se tiene que saber que yo no veo. “Al jurado se lo van a decir, pero el público no se va a dar cuenta. Y yo quiero que la gente sepa lo que sos capaz de hacer sin ver”, me dijo.

-Usás la palabra reconciliación y me llama mucho la atención ¿el problema de aceptación no es de los demás? Por otro lado, supongo que el fin último que buscás es la valoración de tus cualidades para el tango danza, no como bailarina que no ve.

-Es cierto lo que decís sobre los demás, pero ellos son los que permiten que te desarrolles. Ya sea alquilar una casa o conseguir un trabajo. Uno tiene que luchar con el prejuicio que no hace ni más ni menos que anularte. Por eso hablo de reconciliarme. El otro día fui a un programa de televisión. Una de las preguntas que me hicieron fue si creía que alguien puede pensar que tengo cierto beneficio en el hecho de no ver. La verdad que, si alguno lo piensa, tengo para contestarle que el costo de no ver es infinitamente superior a cualquier beneficio que pueda tener. Uno ve el producto terminado, pero detrás de esa coreografía hay días de ensayo, tomarte colectivos, elegir un vestido y un montón de cosas sin ver. Por eso es doblemente meritorio que se haya podido lograr: es un trabajo en equipo. Desde las personas que cuidan a mi bebé hasta quien me va a buscar a la parada del colectivo. En cuanto al valor como bailarina, efectivamente eso es lo que deseo. Porque, en general, la devolución es: “¡guau! que impresionante lo que hacés y no ves”. Obviamente que ese comentario me encanta, pero lo que más me gusta es cuando el comentario es sobre el baile. Sobre eso que pude provocar como bailarina. Obviamente, todo está ligado y no me puedo desprender del hecho de que soy una bailarina ciega.