'Élite' se ha propuesto ser un auténtico manual de conductas sexuales que no aportan nada

ATENCIÓN: Este artículo contiene SPOILERS de los dos primeros capítulos de la sexta temporada de Élite

Álex Pastrana como Raúl en 'Élite' Cr. Matías Uris/Netflix © 2022
Álex Pastrana como Raúl en 'Élite' Cr. Matías Uris/Netflix © 2022

Por Miguel Ángel Pizarro.- Era más que previsible que la sexta temporada de Élite, que acaba de estrenarse en Netflix, iba a contener una buena ración de escenas de alto contenido sexual. Hemos más que asumido que es parte del ADN de la ficción, uno de los títulos españoles más seguidos de la plataforma, dado que ya está en producción una séptima temporada. Sin embargo, los guionistas de la serie nunca dejan de sorprendernos, inclusive para mal, especialmente en el caso de dos de los nuevos protagonistas de la temporada, Sara y Raúl.

Interpretados por Carmen Arrufat y Álex Pastrana, se trata de una pareja de influencers cuya llegada a Las Encinas viene con el objetivo de limpiar la imagen del instituto, después de que el anterior director, Benjamín Blanco, fuera detenido tanto por malversación de fondos como por la muerte de Samuel. Por supuesto, este tándem de estudiantes esconde algo turbio, cosa que nos esperábamos dada la temática habitual de Élite. En cierta forma, ambos buscan ser una especie de versión 2.0 de lo que fueron en su momento Carla y Polo, aunque, por supuesto, con un giro con el que parece que los guionistas buscan convertir la serie en un manual de conductas sexuales que no aporta nada.

Sí, sabemos que esto caracteriza a Élite desde la primera temporada, en la que vimos cómo Carla y Polo vivían una especie de relación poliamorosa con Christian o cómo Lu y Valerio se convertían en los Lannister latinos en la segunda tanda al tener un vínculo incestuoso. Pero lo que no nos esperábamos era que los guionistas convirtiesen a sus estudiantes en auténticos sadomasoquistas y eso es lo que ocurre con Sara y Raúl, la pareja que van a seguir millones de usuarios en redes sociales.

En el primer episodio puede verse que, a pesar de lo que venden, no se trata de una pareja convencional. Los dos buscan trabar amistad con Mencía, a pesar de haberla calumniado a través de las redes por ser hija de Benjamín y que este esté en prisión. Todo parece ir bien, pero cuando Sara decide marcharse y dejar a su novio con Mencía en el club que acaba de inaugurar Isadora la cosa cambia. Raúl convence a Mencía para ir a casa de Sara, quien estaba durmiendo, para despertarla y hacer un trío. Desde el primer momento, la joven parece sentirse obligada a participar en la proposición de su novio, algo que nota Mencía.

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Finalmente, Sara deja bien claro que no le apetece el ménage-à-trois y Mencía se marcha visiblemente avergonzada, para decepción de Raúl. Posteriormente, se ve una escena en la que este está masturbándose en la cama junto a Sara, que intenta dormir. Los diálogos revelan que su relación, a nivel sexual, no es nada convencional. Sara, con pocas ganas de juerga, finalmente accede, ofreciéndole a su chico unas cadenas y se ve que ambos comienzan un juego de dominación.

Pero siendo sinceros, la escena no es solo que no aporte nada (casi ninguna de las secuencias sexuales lo hace, para qué engañarnos), sino que la cosa cambia con la imagen que se tiene de ambos de cara al siguiente episodio. Es ahí donde se refuerza mi sensación de que el momento sadomasoquista no solo sobraba, sino que le juega en contra a lo que los guionistas buscan denunciar.

Y es que en ese juego sexual se ve claramente que Raúl es el que domina y que Sara es la dominada. En principio, simplemente, percibimos que se trata de una secuencia más y que parece que Élite sigue queriendo retratar casi toda práctica sexual posible. Sin embargo, en el segundo capítulo, vemos que, realmente, el sadomasoquismo que vimos en el episodio anterior esconde una relación de malos tratos y violencia machista.

Es ahí donde se ahonda en la sensación de que no solo la secuencia no aporta nada, sino que también dicho momento le resta solemnidad y seriedad a lo que sucede en el siguiente episodio, lo que hace que sintamos que los guionistas deben medir cómo y cuándo introducen no solo escenas de sexo, sino situaciones como la del momento BDSM.

Aquí vuelve a verse que a Élite le pueden las situaciones morbosas y que, dado que en las anteriores quintas tandas pusieron a prueba lo que pueden experimentar los adolescentes en materia de sexo, parece que los guionistas sienten que tienen que ir a más. Un peligroso juego que puede provocar el efecto adverso, tal y como se vio en la quinta temporada con la trama de Cayetana y Philippe y, posteriormente, con lo que vivió Isadora. Incluso podemos pensar que de Élite ya lo vimos todo. No obstante, sus guionistas todavía son capaces de sorprendernos, pero para mal.

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