Emiliano Brancciari se prueba como solista: cómo es Cada segundo dura una eternidad y cuál es el nuevo desafío del líder de No Te Va Gustar
“No sé hacer otra cosa”, responde Emiliano Brancciari con una sonrisa fresca y un decir pausado. Es que ni bien terminó de grabar las canciones de Luz, el disco más reciente de No Te Va Gustar, el envión artístico lo llevó a seguir escribiendo temas, pero ya no para su banda sino para el mismo. Eran tiempos donde si bien la pandemia empezaba a aflojar no estaba aun tan claro que las cosas volverían a ser como antes y que la banda más importante de la historia moderna del rock uruguayo todavía debía esperar en boxes. Entonces, en ese “no sé hacer otra cosa” que dispara ahora, está la respuesta a lo que este argentino en Uruguay y uruguayo en Argentina hizo y hace desde hace décadas: escribir canciones, contar historias con música de tres minutos y pico que se quedan adheridas a la piel de millones a ambas orillas del Río de Plata y también a miles de kilómetros del agua marrón que atravesó una infinidad de veces.
“Siempre traté de ser frontal, pero abusás de mi confianza. Quise alejar fantasmas pero no me escuchás”, canta EMI en “Quise”, una de las doce canciones que integran Cada segundo dura una eternidad, su primer álbum solista que desde hoy está disponible. Sí, EMI, como todos lo llaman, pero con mayúsculas, para diferenciarse del otro Emi, el cantante de NTVG.
-Tu disco solista en algún momento iba a llegar, era cuestión de tiempo. Pero, ¿por qué ahora?
-Siempre lo tuve ahí, en el radar. En principio pensaba en esas canciones que habían quedado fuera de la consideración de la banda. ¿Qué pasaría con esas canciones si quedaran ahí, si nadie las escuchara? Pero nunca avancé en esa dirección y no lo hice ahora tampoco. Lo que ocurrió fue que terminamos de grabar Luz en pandemia y todavía nos faltaban varios meses para volver a tocar. Yo seguí entusiasmado, en mi casa, grabando, pero ya sin la presión de tener que componer para la banda. Simplemente me puse a hacer canciones por hacer, siguiendo el envión creativo con el que venía.
-Salió algo distinto, un disco bastante alejado de No Te Va Gustar ¿Te pusiste pautas?
-Un poquito me direccioné y quieras o no, cuando llevás años componiendo para una banda, tenés ciertos caminos, ciertas exigencias. Que el disco tiene que ser variado, que después lo vas a tener que tocar en vivo, que necesitás una cantidad de temas enérgicos para que el show tenga distintos climas, pensás en que toque la mayoría de tus compañeros en una canción. Son lineamientos que uno mismo se pone y acá yo me despojé de todo eso. Son canciones que las podría tocar solo con la guitarra, con banda o quien sabe. También en una tonalidad más abajo a la que quizás no estoy tan acostumbrado.
-Ese es un distintivo. Acá sonás menos dramático al cantar...
-Tal cual, menos dramático, menos exigido.
-¿Te propusiste cantar distinto?
-Sí, tal cual. También me propuse que las letras fueran distintas. Me animé a que fueran más autorreferenciales, ya que no tenía que estar representando a un colectivo. Le quité el dramatismo de cantar exigido, que me encanta, para poder cantar más abajo, usar el doblaje de mi voz con una octava femenina. Ya en las maquetas lo hacía yo mismo con falsete y quedaba eso que me gustaba y que es distinto a lo que estamos acostumbrados con la banda.
Emiliano grabó Cada segundo dura una eternidad en Nueva York, en el estudio de Héctor Castillo (David Bowie, Gustavo Cerati, Vicentico). El prestigioso productor venezolano trabajó en los últimos tres discos de NTVG y le propuso al cantante que lo registrara en su casa, en el GB’s Juke Joint de Long Island. La atmósfera y los prestigiosos sesionistas invitados tiñeron el sonido de la obra, volcado en parte al folk.
-El tema que abre el disco, “Fe en lo que yo quiera”, es un folk que remite a León Gieco, la primera referencia que viene a le memoria cuando pensamos en este género cantado en castellano. ¿Cómo surgió?
-Es música que escucho de toda la vida. Puede que como sabía que lo iba a ir a grabar en Estados Unidos, las canciones surgieron un poco con esa idea en la cabeza, de que lo iban a grabar músicos norteamericanos. Cuando estaba haciendo la canción, que en un momento modula y sube un tono, que es cuando entra el coro femenino, yo ya había grabado en mi casa la referencia con mi voz y ya sabía hacia dónde quería ir. Hay algunas canciones que parten de ese lugar, sabiendo que las iba a registrar allá, porque Héctor (Castillo) ya me había invitado a grabarlo en Nueva York con músicos que él conocía y algunas canciones surgieron después de eso.
-Héctor Castillo grabó Luz con ustedes en Uruguay y ahora se intercambiaron los planes. Vos te fuiste para allá, pero sin la banda.
-Me pareció súper divertido irme solo con las letras, con nada más, a un estudio totalmente equipado. No tenía que llevar ni una guitarra. Me fui solo con Nico (Fervenza, manager de NTVG).
-¿Cómo fue la experiencia? ¿Era un sueño que tenías o simplemente se dio?
-Se dio, no lo había pensado. Sí lo pensamos con la banda, teníamos la idea de grabar afuera un disco, lo habíamos pensado para Luz, pero lo terminamos grabando en Uruguay porque la pandemia no nos permitió movernos con libertad. Es una apuesta costosa. En este caso se podía hacer porque era yo solo viajando, eran otros los costos y me encantó. No era algo que tenía en mente hacerlo sí o sí. Surgió la posibilidad y lo decidí en muy poco tiempo. Y la experiencia fue alucinante, tocar con músicos que son buenísimos y que manejan otra data. Nosotros escuchamos músicas que vienen de ahí pero las decodificamos a nuestra manera. Para ellos es el folklore. Fue alucinante cómo me trataron los músicos, cómo los vi disfrutar de mis canciones. Cerraban los ojos cuando tocaban, me felicitaban por las composiciones. Cuando terminaron de trabajar, se quedaron un par de días más, se entusiasmaron con el proyecto y eso me llenó de alegría. Yo había ido con unos demos. En algunos casos partimos de ahí y en otros apenas les mostré lo que tenía. No es que se lo estudiaron pero les mostré por dónde venían las maquetas y en un caso llevé la canción solo grabada con una guitarra en mi teléfono y se las toqué y partimos de cero, a ver qué salía. Eso fue con “Roma”, la última que escribí.
Los músicos que grabaron Cada segundo dura una eternidad tienen un currículum que “asusta”. El guitarrista Gerry Leonard tocó por años con David Bowie; el tecladista Dan Mintseris, con St. Vincent, Elvis Costello & The Imposters y David Byrne; el bajista Jeff Hill, con Bruce Springsteen, Regina Spektor, Rufus Wainwright; el baterista Aaron Steele, con Hayley Williams, Portugal The Man. La lista la completan los teclados de Chris Bruce y Glenn Patscha, los coros de Catherine Russell y la “célula” montevideana, integrada por Fede Lima, Seba Prada y Florencia Núñez.
-¿Cómo nace la idea del título del disco, que es parte de un tema?
-Es una frase que refleja una situación bastante común para todos nosotros en algún momento de nuestras vidas. Puede ser de angustia, de ansiedad, de estar toda una noche pensando, pensando, pensando y querés que se haga de día ya y terminar con eso. Es más común de lo que uno cree y esa canción habla de eso, de esos segundos que se vuelven eternos cuando el tiempo no pasa. Me pareció súper gráfica esa frase y me gustó para título del disco. No quiere decir que el disco sea conceptual y habla todo el tiempo de eso, porque no lo es, pero me pareció re fuerte la frase.
-Está bueno cuando el título está escondido en una canción y lo encontrás en medio de la escucha...
-Si, a mí me gusta eso.
-Y venimos de un tiempo, el de la pandemia, en el que todos los días parecían ser iguales...
-Sí, claro y esa incertidumbre, y pensar y pensar. En nuestro caso, si íbamos a volver a trabajar, a disfrutar de nuestra vocación, de lo que amamos, de volver a tocar con público. Eran pensamientos recurrentes y pesimistas.
-¿Pensás tocarlo al disco?
-Sí, en los huecos que me deja la banda lo voy a tocar. Ya sé que lo voy a presentar a finales de febrero en Montevideo (23 de febrero en La Trastienda Montevideo) y en marzo acá en Buenos Aires (2, en La Plata y 4, en Vorterix) con una banda con la que ya estuve ensayando. Participan el Chamaco, batero fundador de No Te Va Gustar; el Checo Enrique Anselmi, amigo mío desde la adolescencia y que toca conmigo desde hace mucho tiempo; dos chicas que tocan guitarra y teclados y otro guitarrista. Me re divierte salir a tocar en lugares más chicos, sitios medianos donde estemos más cerca del público. Tengo más libertad para tocar covers, canciones inéditas que también estamos ensayando y que no fueron grabadas. Está bueno lo que pasa y me motiva mucho, pero obviamente respetando los tiempos de No Te Va Gustar.
-¿En qué covers pensaste?
-Todavía no lo pensé mucho, pero se me ocurre que algún tema de Charly García y lo que podamos versionar va a estar bueno. La idea es darme gustitos, canciones que quise cantar en algún momento y que ahora lo puedo hacer.
-¿Algunas de NTVG?
-Alguna de la primera época, del primer o segundo disco, en una versión diferente y que no toquemos con la banda.
-Cómo fue esa experiencia de vivir en Nueva York en pleno invierno. En Long Island, en realidad, ¿no?
-Un contraste increíble. Acá en enero estábamos en plena ola de calor salvaje, con temperaturas que hacía muchísimos años no se daban y allá con tormenta de nieve. Hablaba con mi familia, mis amigos y eran dos mundos bien diferentes. Yo estaba en un departamento a seis cuadras del estudio. El baterista, que vivía en Nashville, estuvo viviendo con nosotros en el departamento y el bajista también se quedó un tiempo. Nos despertábamos, desayunábamos y nos íbamos todos juntos al estudio. Se me armó un microclima en el barrio y estuvo muy bueno. A Manhattan fui solo dos veces, una a ver a David Byrne y otra que cuando tuve un día libre.
-No hay feats, salvo la aparición de Jim Keller en “El rey ha muerto”. Una voz cavernosa, que nos remite a Leonard Cohen y que le da un color interesante al tema.
-Al principio, cuando estábamos yendo con Nico para allá, escuchábamos las canciones y pensábamos: “acá podemos invitar a tal” y salían nombres de gente que admiramos. Pero después lo pensé bien y me di cuenta que como eran canciones muy personales, era raro meter feats. Al final no invitamos nadie, salvo a Jim Keller que estaba ahí, que me pareció súper divertido. Me encanta su trabajo y su voz y me pareció divertido el hecho de traducir una parte de la letra, que él la adaptara para que tuviera un vuelo poético y aportaba algo que yo nunca había hecho.
-Se nota que las canciones son autorreferenciales, pero en NTVG también sucede, ¿o no?
-Es distinto, porque con la banda estoy más escondido. Acá estoy expuesto, sin mis compañeros atrás y lo que digo lo digo yo.
-¿Las historias son de una ruptura en particular o de varias?
-Hay de todo. Son mi terapia las canciones. Saco cosas, canto y eso me ayuda un montón. Me gusta hacerlo así, me siento cómodo.
-Le hablás al amor pero más al desamor, a la ruptura, al infortunio...
-Viene del tango. El amor y el desamor es lo que nos mueve y el amor a nuestros seres queridos, no solo de pareja es la energía vital. Sirve un montón para limpiar, para arrancar el dolor, para drenarlo. Una canción como “Quise”, por ejemplo. No sabés la cantidad de gente que me escribió para decirme que se había emocionado, que era lo que le estaba pasando y que gracias. Rarísimo, el dedo en la llaga pero para algo sirve. Cerati decía: “Ponés canciones tristes para sentirte mejor” y es verdad. A mí me hace mejor poner una canción triste y después de eso cambiar el semblante.