Los encargados de mudanzas lo ven todo, y tienen algo que decir sobre tu relación

Mudanzas en Nueva York, el 3 de octubre de 2021. (Anna Watts/The New York Times).
Mudanzas en Nueva York, el 3 de octubre de 2021. (Anna Watts/The New York Times).

Hace casi cuatro años llegó a Nueva York una joven en un camión de U-Haul, dispuesta a instalarse en su nueva casa del West Village. Karl Osman, uno de los propietarios de la empresa de mudanzas de Big Apple Moving, recordó hace poco que la mujer había contratado los servicios para que la ayudaran a descargar.

Junto a ella estaba su prometido, que había llegado ese día del servicio militar. Le pidieron a Osman y a su equipo que primero montaran el colchón y la cama nuevos. Una vez montados, mientras el equipo trabajaba en el resto del departamento, la pareja se quedó sola en la habitación y empezó a tener sexo.

“Tuvimos que esperar detrás de la puerta durante bastante tiempo”, comentó. “Tardaron probablemente 90 minutos, y pensamos: ‘Vaya’”.

“Nadie tuvo el valor de tocar la puerta”, continuó, y añadió: “Aunque nos dieron una buena propina”.

Las empresas de mudanzas suelen ser testigos presenciales de uno de los momentos más estresantes, vulnerables o incluso románticos de la relación de pareja. Al final de cada mes, los llaman para transportar colchones y muebles armables por toda la ciudad para parejas románticas que se mudan para vivir juntas por primera vez, parejas que se trasladan de un lugar a otro o los recién solteros tras una ruptura.

El trabajo puede dar lugar tanto a historias de desastres como a anécdotas divertidas que contar en las fiestas: peleas, exparejas que se acusan mutuamente de robo o incluso clientes que se enamoran de sus transportistas.

Voyo Popovic, fundador de la empresa de mudanzas Piece of Cake, dice que ayudar a la mudanza de una pareja en proceso de separación —algo difícil en el mejor de los casos— es infinitamente más incómodo cuando no han decidido quién se lleva qué muebles.

“Uno de los cónyuges nos dice: ‘Pueden cargar y llevarse la silla’, pero el otro ordena: ‘Traigan esa silla de vuelta’”, explicó.

Otro empleado de la empresa, Stefan Jacimovic, recuerda una vez que ayudó a la mudanza de una mujer de un piso que compartía con su novio en Brooklyn. La empresa envió personal de transporte, que empacó todo y cargó la mayor parte en el camión antes de que la pareja decidiera en el último momento cancelar la mudanza.

“Al final, decidieron vivir juntos y olvidarse de todo, supongo”, relató Jacimovic, que asegura haberle devuelto a ella el importe íntegro —cerca de 2200 dólares— después de transportar todo de vuelta al interior.

Cuando se mudan parejas que no están terminando su relación, siempre hay maneras de hacerse una idea de su dinámica habitual, dijo Sven Wechsler, propietario de Sven Moving. Una persona puede mostrar su verdadera personalidad y “perder completamente la cabeza”, aseguró, mientras que la otra se queda boquiabierta y avergonzada, preguntándose si ha cometido un grave error.

“Piensan que los de la mudanza son como moscas en la pared, así que no dudan en tener conversaciones muy abiertas entre ellos delante de ti, de modo que te haces una idea de su dinámica, de su relación, como pequeñas quejas o simplemente cosas raras”, comentó Wechsler. “Te adentras en sus vidas privadas de un modo extraño que normalmente no verías”.

Tanto un departamento organizado y bien empacado como una excusa caótica y sucia para mudarse pueden ser reflejos de una relación. También puede ser revelador cuando solo está presente una persona, comentó Wechsler. Una vez, cuando llegó a una casa para ayudar con la mudanza de una mujer, unas cinco amigas de ella estaban allí para ayudarla a empacar sus cosas en un “proceso muy apresurado”. Dijo que era obvio que la estaban sacando a escondidas mientras el marido estaba fuera.

“Le preguntamos: ‘¿Qué más nos llevamos? ¿La televisión?’”, relató. “Y ella decidió de manera arbitraria que nos lleváramos la televisión, y empezamos a preocuparnos de que quizá estábamos robando cosas”.

Lou DeFabrizio, propietario de Lou Moves You, contó que una vez alguien se hizo la costumbre de solicitar una mudanza tras una ruptura, pero la cancelaba cada vez porque se reconciliaba con su pareja. La tercera vez que ocurrió, DeFabrizio se presentó, pero fue rechazado y le ofrecieron dinero por su tiempo. Cuando la persona solicitó una mudanza por cuarta vez y DeFabrizio se negó, el posible cliente dejó a la empresa una desagradable crítica de una estrella en Yelp con el nombre de Daniel.

“Y entonces me di cuenta de lo que estaba pasando”, aseguró DeFabrizio. “Daniel y su pareja se peleaban y decían: ‘¡Voy a llamar a los de la mudanza!’. Y siempre se reconciliaban por la mañana y no se separaban. Y yo decía: ‘Daniel, yo no puedo formar parte de esta relación tóxica’”.

DeFabrizio ha tenido tantos clientes que coquetean con sus empleados de mudanzas que puso un aviso: “Tuve que ponerlo en las preguntas más frecuentes de nuestro sitio web: ‘Mientras estamos trabajando, déjanos en paz un rato’. Después, si quieres que te den su número de teléfono, no pasa nada”.

Algunos de sus empleados de mudanzas se han relacionado con clientes, dice, y al menos dos han encontrado el amor a raíz de ello.

Parte del trabajo de ayudar a la gente a mudarse consiste en aceptar que te enterarás de cosas que normalmente se reservan para el dormitorio. Mientras trasladaba las cosas de una pareja de lesbianas a un minidepartamento, en un cuarto piso sin ascensor en el Upper East Side, Osman recuerda haber oído un ruido que venía de debajo de unas cajas y muebles. Era un vibrador.

“Las chicas soltaban risitas nerviosas, y esos pocos minutos parecieron muy largos, porque no podíamos rebuscar en esas cajas apiladas”, relató. “Nos alegró el día a todos”.

c.2023 The New York Times Company