El enfado, la impulsividad y el rechazo de tu hijo adolescente tienen un porqué y sabemos cómo enfrentarse a ello
Diana Al Azem, es profesora, escritora y fundadora de la plataforma Adolescencia Positiva. Acaba de publicar su nuevo libro ¡Quiero entenderte! (Ed. Plataforma), donde ofrece las claves para tratar a los hijos adolescentes desde un nuevo paradigma. Su secreto es poner ante todo el amor y la tolerancia para que la relación entre padres e hijos en una etapa tan convulsa resulte cercana y fructífera. Hemos charlado con ella.
Comienzas el libro comentando que "los adolescentes tienen sus razones para estar enfadados". ¿Cuáles son?
La vida no es sencilla cuando uno llega a la adolescencia. Atrás quedan los momentos de juego, disfrute, sorpresas, mimos y atenciones para entrar en una fase de responsabilidades, obligaciones, cambios e inseguridades. ¿Cómo no sentirse abrumado y enfadado con este proceso? Si a esto le sumamos las mismas razones por las que un adulto puede enfadarse (injusticias, rechazo, discusiones familiares, falta de espacio, etc.) entonces tenemos la fórmula perfecta para entender por qué los adolescentes están siempre enfadados.
Los adolescentes dejan de ser cariñosos, pero subrayas que siguen necesitando el contacto físico, ¿cómo deben dárselo sus padres?
Un adolescente, por lo general, necesita espacio para evolucionar y ser autónomo. De alguna manera, su cerebro le invita a rechazar a los padres para que esa lejanía no suponga un duelo excesivo y eso incluye las faltas de muestras de cariño. Pero no nos alarmemos, esta fase no dura para siempre y lo cierto es que, a pesar de sus caras de pocos amigos, los hijos nos siguen necesitando. El ser humano necesita el contacto físico con los demás y es muy probable que ahora lo busque más en sus amistades, novietes, compis de clase... Sin embargo, los padres también podemos aproximarnos a ellos con otro tipo de muestras que dejen clara nuestra presencia y disponibilidad para ellos, como puede ser una palmadita en la espalda, un "choca esos cinco", una mirada compasiva, una sonrisa inesperada...
Entre los rasgos más característicos de la adolescencia está la impulsividad, ¿cómo distinguir la que es propia de esta etapa y la que responde a un problema?
Para diferenciar ambas, debemos preguntarnos si esa impulsividad propia de esta etapa está llevando a mi adolescente a cometer delitos, agredir a otras personas, tener comportamientos agresivos o poner en peligro su propia seguridad.
Cuando se traspasan ciertas líneas y aparecen esa agresividad y la falta de respeto en el adolescente, ¿es un indicativo de que necesita ayuda psicológica?
Dependerá del grado de agresividad del que estemos hablando. No es lo mismo un adolescente que te suelta un 'déjame en paz, pesada' y cierra la puerta de golpe, que uno que agrede verbal o físicamente en casa. Cada familia debe tener claras cuáles son las líneas rojas que no se deben tolerar y, al mismo tiempo, preguntarnos qué tipo de modelo hemos sido para nuestros hijos. Obviamente si su conducta es amenazante o violenta, no hay que dudar en ponerlo en manos de un experto.
La adolescencia es un momento crítico en la consolidación de la autoestima, ¿qué debemos y no debemos hacer para que cuenten con un buen autoconcepto?
La autoestima es algo que se trabaja desde la infancia. No obstante, nunca es tarde para remediarlo si no lo hemos hecho antes. Tendríamos que empezar por cuidar la manera en la que nos dirigimos a ellos, muchas veces decimos cosas hirientes sin darnos cuenta. Las etiquetas deben desaparecer en casa, un adolescente señalado como vago, rebelde o difícil no dejará de serlo si ya le hemos tachado como tal. Por otro lado, sentirse escuchado, atendido y valorar sus opiniones también ayuda a mejorar la autoestima.
¿Cuál es el secreto para establecer normas y límites adecuados en la adolescencia?
Lo primero es diferenciarlas. Las normas suelen ser más flexibles, consensuadas y van cambiando con el tiempo y la madurez del adolescente. Los límites son aquellas líneas rojas por las que no debemos ceder bajo ningún concepto. Para asegurarnos de que estas se cumplen, no debemos excedernos en ellas, es decir, no más de 3 o 4 límites claros y concretos. Para mí, todo aquello que ponga en riesgo su salud física o mental, ya debería ser un límite. Las normas, por el contrario, estarían más relacionadas con las responsabilidades académicas o del hogar, por ejemplo.
En el libro también hablas de pantallas. ¿Qué hacer con el móvil de un adolescente: hay que revisarlo?
Depende de la edad. No es lo mismo un chico de 12 años que uno de 17... Lo más importante aquí es tener un control parental desde el primer día que se regala un móvil. Esto nos evitará muchos disgustos y no será necesaria la supervisión constante ya que estas apps se encargan de no mostrar contenido prohibido para los menores, gestionar el tiempo de uso, localizar a tu hijo en caso necesario, etc.
¿Qué consejo darías para eliminar la distancia entre los padres y su hijo adolescente?
Escuchar el doble de lo que hablamos, que para eso tenemos dos orejas y una boca... Hay una frase que me gusta repetir a las familias y es que la autoridad sin oídos es autoritarismo... apliquémoslo para conectar con los hijos.