Enrique Rocha y la osadía de haber encarnado a Jesucristo y Satanás en el cine mexicano

Enrique Rocha, el actor que interpretó a Jesucristo y Satanás en el cine mexicano.  (Photo by Medios y Media/Getty Images)
Enrique Rocha, el actor que interpretó a Jesucristo y Satanás en el cine mexicano. (Photo by Medios y Media/Getty Images)

Hablar de cine mexicano en Semana Santa es hablar de Enrique Rocha como uno de los actores que personificó a Jesucristo en la pantalla grande. Pero hay un sector del público nacional que no lo recuerda en ese personaje y, por el contrario, lo tiene presente por haber interpretado también al demonio.

Rocha tiene la particularidad de haber encarnado al bien y al mal en la ficción cinematográfica. Esa ambivalencia se afincó en los extremos del plano popular con espectadores que o lo recuerdan como Cristo o lo recuerdan como Luzbel, pero no en sus dos facetas. Claro, hay sus excepciones con audiencia que lo ubica en ambos polos.

Primero se dio a conocer con el lado de la bondad, lo terrenal y lo divino en El proceso de Cristo (1966). Con 24 años de edad fue elegido por el director Julio Bracho, uno de los más emblemáticos de la cinematografía nacional, distinguido por su toque cosmopolita con interés por los conflictos internos de sus protagonistas.

Para el papel, Rocha se sometió a un exhaustivo análisis de los textos bíblicos y a una observación puntual de lo que representa Cristo para el catolicismo como símbolo de fe y su apreciación como un hombre de carne y hueso con pensamientos, sentimientos y emociones.

“Es difícil hacer un personaje como ése. La experiencia actoral la necesitas porque es un estudio actoral sobre la biblia, sobre los evangelios. Tenía un buen director, que era Julio Bracho. Era un buen director, me ayudó muchísimo. Estudié mucho, pero era un atrevimiento hacer el papel de Jesucristo a los 24 años. Es el papel más dulce, el personaje más dulce de la historia probablemente. Por la belleza de amor, de cariño y grandeza, era muy difícil hacerlo”, comentó en entrevista para Tony Dandrades en Primer impacto durante 2012.

Asumiéndose como un hombre que cree en todo y no como creyente de un solo credo, tal como se lo precisó al periodista Enrique Castillo Pesado, hizo El proceso de Cristo convencido de que era una “locura” haberle confiado el rol de Jesucristo en una película que se centra en el juicio, viacrucis y crucifixión.

Culminó la década de los sesenta como el Cristo del cine nacional de la época hasta que apareció Carlos Piñar con Cristo 70 (Alejandro Galindo, 1969), quien estuvo fresco en el inconsciente colectivo como el Jesucristo más actual. Sin intención alguna de que así fuera, Rocha marcó distancia de su pasado como el nazareno de manera abrupta en 1975 cuando dio vida a Satanás en Satánico Pandemonium, de Gilberto Martínez Solares.

Su diablo era elegante, seductor y moderno. La voz del actor contribuyó a dotar de mayor seducción a su personaje, el mismísimo demonio tentando y poseyendo a una joven novicia. Su presencia como el mal en una historia osada para ese entonces dio mucho de qué hablar, sobre todo años después cuando se revalorizó el filme.

En aquellos años cimbró a las mentes conservadoras y recatadas. Mereció el rechazo de un sector del catolicismo por considerarla “blasfema” y “hereje” al mostrar a una monja siendo víctima del placer mundano a manos de Lucifer. Quienes tenían en su memoria al actor, no dejaron pasar el asombro y crítica por haber pasado de encarnar a Jesucristo a ser el molde ficticio de Luzbel.

Juzgada, menospreciada e incluso en la mira de la censura, además de catalogarla como “profana” y “sacrílega”, la película se ha reposicionado en los últimos años con nuevas generaciones que se sienten atraídas tanto por la trama como las leyendas urbanas que se crearon alrededor de ese trabajo, tales como que Enrique Rocha había vendido su alma al diablo para obtener fama.

Con el fallecimiento del actor el 7 de noviembre de 2021, un gran número de espectadores lo recordaron por Satánico Pandemonium, lo que habla de que se convirtió en un título querido y abrazado por la audiencia. No por nada se ha erigido como un filme de culto al que se le rinde tributo en cineclubes, festivales y homenajes. En cambio, El proceso de Cristo no está tan arraigada a la sociedad actual, se ha perdido noción sobre ella a través del tiempo. Sin embargo, como cada año, se transmite en televisión como parte de los contenidos habituales en Semana Santa.

Aparte de ser encasillado como “el villano de las telenovelas”, Enrique Rocha dejó como legado para el cine mexicano el testimonio de una dualidad (el bien y el mal) que causó dolor en unos (por el viacrucis) e indignación en otros (como Satanás sensual).

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