“Estás en mi corazón, Messi”. Rod Stewart fascinó a su público porteño en su último show y se refirió al Mundial de fútbol
Marcos y Celeste son una pareja que peina canas. Clara, la hija del matrimonio, tiene la edad suficiente (y el dinero) para regalarles a sus padres un par de entradas para ver a Rod Stewart. Lo hizo semanas atrás. Y como no se lo quiso perder, ella también estuvo allí, en la platea de GEBA, con una sonrisa de oreja a oreja, tomándose una selfie con el matrimonio. Había que recordar el momento (además de tenerlo guardado en el celular), del mismo modo que recordó cuando era chica y en su casa sonaban temas de los Faces y de la carrera solista del viejo Rod, que sigue haciendo su acto estelar, en escenarios de los puntos más distantes del mundo.
Anoche Stewart volvió a pasar por la Argentina , con sus músicos y con ese repertorio que parece inoxidable en su voz. Porque si hay algo que lo ha caracterizado desde que comenzó su carrera en solidario, eso fue el modo como se apropió de las canciones a las que les puso el ojo (o mejor, el oído). Su cualidad de crooner es muy anterior al deseo de echar mano al american songbook. Sus dotes de intérprete atravesaron épocas y lo mantuvieron, ya desde hace algunos años, con la vigencia de lo clásico .
Su lista de 24 canciones, con bises incluidos, dio cuenta tanto de esa versatilidad para el cancionero como de su espíritu de showman, al frente de espectáculos de exportación, con su propio sello. Tiene los guiños futboleros, esos que mantiene desde que se lo vio en sus primeras visitas a estas pampas, y las referencias celticas, en particular, las escocesas.
Como en su visita anterior, la principal atracción fueron muchas de esas canciones que el público estaba esperando desde que comenzaron a sonar los primeros acordes y cuando la marca de whisky que promociona en esta gira abandonaba la pantalla. Rod volvió a cumplir con los requisitos de veterano rockstar. Incluso con gestos de otras épocas. Para el inicio, con el siempre potente “Addicted to Love”, apareció secundado por cuatro bellas y blondas damas, que hacían la mímica de tocar, guitarras, bajos y teclados. Todo un guiño al “Addicted...” que Robert Palmer grabó en video en 1985.
Ya para el tercer tema, cuando había hecho el reconocimiento del terreno enfundado en un traje llamativo (camisa blanca, chaleco dorado y saco al tono con vivos negros), se sumergió en el “Ooh lala” de los Faces, con los toques celtas del violín. Para ese momento, todo el brillo largaba su resplandor desde el escenario, con los músicos vestidos de trajes claros y las coristas con vestidos cortos plateados.
Hasta el clásico de Creedence, “Have You Ever Seen the Rain?” puso el swing que impuso Stewart, desde el comienzo del show, a una noche fresca, que no parecía primaveral. Las muchachas de su coro y las dos violinistas usaron sombreros de cowgirls y rosas rojas como detalle en el peinado. Un romanticismo de otros tiempos que se convirtió en pura seducción cuando llegó el turno del pulso funk de “Infatuation”. Vitales 78 años tiene este señor que cantó 24 canciones, durante casi dos horas, prácticamente, sin parar. “Forever Young” entonaba mientras el público coreaba sus largas notas que viraban en el puente a los sonidos de gaitas escocesas. Apenas se tomó un recreo para cambiar su vestuario cuando sus partenaires desplegaron su talento violinístico con un groove celta que luego se reencauzó en la canción de la “juventud eterna”.
Su voz gastada, que a estas alturas suena imperecedera, se puso a prueba en “First Cut is The Deepest”. Y pasó una vez más esa prueba. Y fue más allá. Porque habló de su pasión futbolera y dijo: “Son los ganadores de la copa del mundo. Estás en mi corazón Messi”, antes de entonar “You Are in My Hart” (The Final Acclaim), aquella tonada cantinera de esos momentos en los que las copas ya se adueñaron de la noche. Pero no de esta. Faltaba, aún, un as de la manga”. Un banderín de la AFA, mientras en la pantalla gigante, a sus espaldas, se veían el logo del cuadro de sus amores, The Celtic Football Club.
Faltaban, también, bloques para rockear, para viajar a 1971, con el autobiográfico Maggie May, o para recordar a quienes ya no están (dedicó a la cantante de Fleetwood Mac, Christine McVie, su versión del blues “I’d Rather Go Blind”, clásico popularizado por Etta James).
Su espectáculo de esta gira -igual que los de las anteriores- está bien guionado. Pero en este show porteño, ante un pifie en el comienzo de una canción, no tuvo problemas de explicar en inglés que había cometido un error y por eso pidió a los músicos comenzar de nuevo.
Más allá de ese detalle, tan menor, Stewart manejo muy bien los climas, con saltos de “Baby Jane” a “Downtown Train” que no le quitaron fluidez al repertorio. Todo lo contrario, lo encaminaron a esos superclásicos que reservó para el final. Primero la balada “Have I Told You Lately”. Más tarde los efusivos Da Ya Think I’m Sexy?”, “Some Guys Have All The Luck?”, “It Takes Two” (que se lo dedicó a Tina Turner”) y “Sailing”.
Hay, en toda su carrera, pergaminos que documentan su fama como intérprete. Se estima que en más de medio siglo vendió unos 250 millones de discos y singles en todo el mundo. Tiene el récord del concierto gratuito más grande de la historia, para un estimado de 4,2 millones de personas, en Río de Janeiro, en la víspera de Año Nuevo de 1996. Ha ganado los premios más importantes de la industria de la música: dos inducciones al Salón de la Fama del Rock and Roll, el Premio Fundadores de ASCAP por composición de canciones, el de autor más vendido del New York Times, el Grammy Living Legend. Además, en 2016, se convirtió en “Sir” Rod Stewart, después de ser nombrado caballero en el Palacio de Buckingham “por sus servicios a la música y la caridad”. Pero lo que realmente revalida su prestigio es esa comunicación que sigue manteniendo con su público y de la que anoche pudo dar una nueva muestra.