¿Estás pensando en hacer un cambio en tu vida? Consejos para afrontarlo sin estrés
El comienzo del año suele marcar para muchas personas una etapa de cambios. Hacemos balance de lo que ha ocurrido este año y decidimos que hay cosas que tienen que cambiar. Pero, ¿sabemos afrontar los cambios de una manera sana? Sobre todo lo que puede conllevar un cambio en nuestras vidas hemos hablado en profundidad con Vanessa Carrera, CEO de Insighters y coach empresarial, autora del libro Abraza los cambios: una guía de innovación personal.
Hay muchas personas que se plantean el comienzo del año como una nueva etapa, en la que no es mala idea hacer cambios en su vida. ¿Piensa que es un buen momento para hacerlo?
Más que la época del año, lo importante es saber si es un buen momento para la persona o no. También dependerá del tipo de cambio al que nos estemos refiriendo. Cuando pensamos en cambio muchas veces pensamos en cambios “nuevos” pero hay otro tipo de cambios como “los cambios de mantenimiento”. Es decir, todo aquello que está funcionando y que es necesario mantener si no queremos que deje de funcionar. Te pongo un ejemplo: me puedo plantear seguir manteniendo mi peso (y eso también es un cambio y puede ser muy importante) y para ello tengo que seguir comiendo sano, seguir haciendo el ejercicio que esté haciendo… porque si no me marco ese objetivo, y le dejo prestar atención, tal vez dentro de unos meses tendré un cambio remediativo (es decir algo que no está funcionando según mis estándares). Solemos olvidar los cambios de mantenimiento porque nos suelen resultar menos atractivos que los cambios de desarrollo (aquello que es nuevo, que es para mejorar) y los notamos menos que los remediativos. Lo interesante es pensar y combinar los diferentes tipos de cambio: qué quiero mantener, qué quiero cambiar porque ya no me funciona, y qué quiero añadir. Cuando diseñamos los cambios desde ese enfoque suelen ser más efectivos.
En cuanto a cuándo hacerlos: es cierto que nuevo año puede ser un “impulsor” para algunas personas por eso de “inicio”. Sin embargo, me he encontrado con muchas personas que empiezan con mucha fuerza al inicio del año, pero ¿qué pasa luego? Solo hace falta que te fijes que en enero los gimnasios están a tope, pero en febrero, marzo la cosa cambia.
Yo siempre invito cuando queremos hacer un cambio, pensar en si es un buen momento para la persona: ¿le puede dedicar tiempo, energía, ganas a ese cambio? ¿Lo puede mantener en el tiempo? ¿Cómo conecta ese cambio con otros cambios de su vida? ¿Qué recursos tiene para hacer ese cambio? ¿Cuáles necesita? ¿Cuánto lo quiere? ¿Cuánto lo necesita? Si estoy en medio de una separación tal vez no sea el mejor momento para cambiar de trabajo. A lo que me refiero es que si son cambios que voy a elegir, puedo diseñarlos para conseguir que sean más efectivos y hacerlos de forma más sana.
Otra cosa es que utilicemos el final de año para hacer balance y marcar próximas direcciones. ¿Qué ha pasado en este año? ¿Qué me llevo? ¿Qué dejo? ¿Qué aprendizajes? ¿Cómo he ido con aquello que me he propuesto? Y desde esa información, definir las próximas acciones.
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¿Por qué hay personas a las que les cuesta tanto adaptarse a los cambios?
A muchas personas les cuesta adaptarse a los cambios porque no saben cómo hacerlo. La habilidad de abrazar los cambios también se entrena. Influyen muchas cosas, pero es importante la manera en la que hemos ido respondiendo a los cambios, cómo hemos aprendido a vivirlos, nuestra “historia de cambio”. También es cierto que a veces me he encontrado con personas que decían que les costaba mucho adaptarse a los cambios y luego le preguntaba y comprobaba que les costaban algunos cambios y no otros. Recuerdo una vez que trabajé con una persona que decía que llevaba muy mal los cambios ¡y se había separado 3 veces y cambiado de casa 6! Le solían costar los cambios que sentía como impuestos, pero le resultaban mucho más fácil aquellos que elegía.
Es curioso, porque desde que nacemos estamos cambiando: cambia nuestro cuerpo, nuestras habilidades, nuestra forma de relacionarnos… y a veces, nos olvidamos de eso: de que hemos cambiado más de lo que creemos. Suelo hacer una actividad para trabajar esto: la línea de la vida del cambio. Se trata de hacer una línea e ir identificando y escribiendo diferentes cambios en nuestra vida, aquellas transiciones que nos han sido significantes desde que tenemos recuerdo. Es interesante ver cómo la mayoría de las personas se dan cuenta de que a lo largo de su vida han vivido muchos cambios. Es decir, tienen muchos más recursos de los que creen para gestionar los cambios, ¡porque ya lo han hecho en muchas ocasiones!
Sin embargo, hay otras personas que no tienen problema en darle un giro a su vida con relativa facilidad. ¿Influye nuestra personalidad o es una cuestión de aprendizaje?
Desde pequeños modelamos el mundo: es decir aprendemos a responder a diferentes situaciones. Aprendemos a acercarnos a aquello que nos da placer y alejarnos de aquello que no nos gusta. En este sentido, influirán las experiencias de cambio que hayamos tenido, nuestros modelos (padres, figuras de referencia…) para que formemos una mentalidad más abierta al cambio o menos. Poco a poco iremos forjando creencias como “el cambio es bueno” o “el cambio es malo”, “me gustan los riesgos” o “evito el fracaso para no fallar”. Todos esos pensamientos influirán para que viva los cambios de una manera u otra. Me he encontrado con muchas personas a las que les aterran los cambios porque no quieren equivocarse. Desde el “tengo que acertar sí o sí” no quieren dar un paso diferente. El miedo al fracaso suele ser uno de los principales frenos al cambio. Una manera para ir transformando esto es cambiar la forma en la que me relaciono con el fracaso, ¿qué es el fracaso para mí? ¿Qué he aprendido de mis “fracasos”? Lo interesante es que esa forma de modelar del Mundo se puede cambiar. Eso sí se necesita, primero querer cambiarla y después un trabajo de investigación de uno mismo y herramientas.
Una de las preguntas clave es cómo podemos aprender a gestionar los momentos de cambio, inevitables a veces en la vida, deseados incluso en ocasiones, sin estrés. ¿Qué estrategias tenemos a nuestro alcance para conseguirlo?
Es importante entender que todo cambio conlleva una serie de pérdidas y beneficios. En ese sentido es interesante aprender a utilizar nuestra atención. Es decir, muchas veces en los cambios solo veo las pérdidas, y es interesante que hasta en los cambios “negativos” muchas veces puede haber algo útil. Elegir dónde el foco de atención nos ayudará a gestionar la situación y sentirnos de una u otra manera.
Otra herramienta puede ser entender cómo funcionamos emocionalmente. Nos sentido estresados cuando sentimos que la situación nos desborda. Algo importante es “seguirnos la pista emocional”, es decir, no esperar a que “explotemos” para ver que algo no funciona. Conocernos, escucharnos y cuando tenemos un nivel bajito de “preocupación, ansiedad” empezar a cambiar algo. ¿Qué información me da mi cuerpo? ¿Qué pensamientos estoy teniendo? ¿Qué amenaza estoy sintiendo? ¿Cómo es de real? ¿Qué recursos tengo? ¿Qué necesito? Antes de llegar a un estado emocional que me bloquee o limite, hacer algo. A veces, nos damos cuenta de que algo no funciona cuando ya estamos desbordados.
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Tal vez uno de los problemas es que nos cuesta mucho salir de nuestra zona de confort, ¿no es así?
Todas las personas tenemos dos necesidades: desarrollo y seguridad. A veces nos sentimos aburridos, con ganas de algo nuevo, pero luego no nos atrevemos a dar el paso, ¿qué nos sucedes? Nos aparecen los miedos. El miedo es una emoción que aparece cuando sentimos que hay una amenaza y que no tenemos recursos suficientes para hacerle frente.
El miedo, como todas las emociones, nos puede ser útil. Si yo voy a salir de casa y me encuentro 20 leones y siento miedo, ese miedo me ayuda a que me meta en mi casa y no me coman los leones (la amenaza es mayor que los recursos que tengo). Si voy a salir de casa y me encuentro un cachorro y siento miedo, ese miedo no me está ayudando, porque si que tengo recursos para hacer frente a “la amenaza”. El problema es que muchas veces a la hora de hacer cambios pensamos que hay leones cuando en realidad son cachorros.
Lo que quiero decir es que el miedo nos da información. Y en esa ecuación tendré que poner los recursos. En cuanto a los recursos me suelo encontrar con muchas personas que no saben que los tienen. Uno de mis trabajos en ese sentido es ayudar a la persona a identificar lo que tiene (que suele ser mucho más de lo que cree), lo que le falta y cómo puede crear lo que le falta.
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¿Es normal que los cambios nos den cierta sensación de vértigo, de miedo incluso?
En lo nuevo hay cabida para la equivocación y eso muchas veces nos da miedo. El miedo es legítimo. Lo importante es entenderlo, aceptarlo y utilizarlo. Aprender a no tenerle miedo al miedo.
¿Tenemos que buscar siempre la parte positiva del hecho de experimentar un cambio en nuestras vidas?
¡Muy buena pregunta! Más que positiva a mi me gusta hablar de utilidad. Y hasta de los cambios más duros muchas veces se le puede sacar una utilidad, un “me ha servido para…”. Más que tener que hacerlo, ayuda muchas veces para aceptar la situación y utilizarla para seguir avanzando, Si no lo hacemos corremos el peligro de quedarnos anclados a lo que hemos perdido y en la resignación.
Hace unos años viví un cambio que para mí fue significativo y duro: la muerte de mi madre tras un proceso de enfermedad largo y con mucha incertidumbre. De ese proceso de cambio, que como digo no fue fácil, aprendí muchas cosas. Aprendí a ver a mi madre de una manera diferente, a mantener la calma en momentos de dificultad, a tomar decisiones difíciles… Me siento en paz con esa situación. Y aunque cuando pienso en ella, muchas veces me siento triste (la tristeza es una emoción que aparece cuando conectamos con la pérdida), estoy tranquila con todo lo que pasó.
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¿Pueden los cambios ser una herramienta que nos ayude a mejorar?
Los cambios pueden ser una herramienta que nos ayuden a mejorar siempre y cuando hagamos algo para que así sea. Es decir, depende de que haga yo con la experiencia, me ayudará a unas cosas u otras. También aquí entraría la cuestión de ¿qué es mejorar? He visto a personas que han hecho cambios en su vida, que no diría yo exactamente que han mejorado, pero lo digo yo desde mi manera de medir.
A veces, no se trata de cambios demasiado intensos, sino de pequeños cambios que nos ayudan a mejorar nuestra vida, ¿es más sencillo plantearse hacer pequeños cambios en la vida que acometer uno demasiado ambicioso?
Totalmente. A mí me gusta hablar de hacer micro-pasos, aquellas acciones tan pequeñas tan pequeñas que no nos cuesta mucho hacer pero nos ponen en acción. Muchas veces nos planteamos grandes cambios “Voy a…”. Y al final hacemos muy poco. Por ejemplo, ahora que llega nuevo año nos proponemos ir al gimnasio todos los días, y luego no vamos. Además, muchas veces nos sentimos culpables, “es que tendría que estar yendo al gimnasio” y aún vamos menos.
En lugar de eso, yo invito a proponerte ir un día a la semana. Muchas personas pensarán que eso no es nada, pero si lo cumplen (y será mucho más fácil que cumplir ir todos los días), ¿qué crees que pasará con su confianza? Aumentará. Le están enviando a su cerebro el mensaje de “lo estoy haciendo, yo puedo hacerlo”. Si quieres seguir avanzando, poco a poco ve subiendo la frecuencia. Y cuando lleves un tiempo, si quieres pasa de un día a dos a la semana. Así poco a poco llegará un momento que conseguirás algo que tal vez ni te habías imaginado. Suele ser interesante porque la mayoría de las personas hacen al revés y fracasan en sus cambios. Aquí hay dos elementos importantes: buscar el punto óptimo (cuál es ese mínimo que voy a hacer aunque me suponga un pelín) y saber identificar y celebrar los logros. Cada semana que consigas ir al gimnasio como te habías propuesto, ¡reconócetelo!
Hay gente, sin embargo, que piensa que no puede cambiar, les resulta muy complicado adaptarse... ¿qué les recomendaría?
Lo primero empezar a cambiar la creencia de “no puedo cambiar”. Muchas veces me he encontrado con personas que eso es una excusa perfecta para no hacer nada al respecto. Luego, hay algunos elementos que tenemos que tener en cuenta si queremos hacer un cambio:
Identificar por qué es importante para mí este cambio: cuáles son mis razones de peso para hacerlo. Con qué valores personales me conecta. Por ejemplo, yo dejé de fumar cuando experimenté la sensación de no libertad por el tabaco. La libertad es un valor muy importante para mí y en ese momento lo vi claro.
Identificar los beneficios. ¿Qué conseguiré al hacer este cambio? ¿Para qué me servirá?
Identificar mis resistencias. Me he encontrado con personas que no querían adaptarse a los procesos digitales de la empresa, por miedo a perder su trabajo, En el fondo pensaban si hacemos esto de forma digital ¿qué va a pasar conmigo? Si en lugar de ignorar esta resistencia, la incluyes, te será mucho más útil.
Conectar el cambio con mis direcciones ¿a qué me acerca esto?
Y como suelo decir, “acción mata juicio”. Ponte en marcha con esos micropasos y poco a poco irás creando la confianza que necesitas. A veces pensamos que hasta que no estemos preparados del todo, no empezamos, cuando puede ser más útil hacerlo al revés: ir preparándonos mientras hacemos.
¿Piensa que todos deberíamos 'abrazar un cambio' en un momento dado de nuestra vida, aunque esto pueda suponernos un esfuerzo?
Creo que siempre hemos estado cambiando, pero ahora vivimos en un momento especialmente complejo, incierto y de cambios. Solo hace falta que veamos el último año post pandemia que hemos vivido. Nuestros padres entraban en una empresa y se quedaban allí toda su vida. Ahora eso es difícil. Y si estamos en la misma empresa, seguramente cambiaremos varias veces de funciones. Sobre todo, si tenemos en cuenta que los trabajos más demandados este año no existían hace 5 años. En este entorno creo que lo más inteligente es aprender a abrazar los cambios, a aceptar que son parte de la vida, y aprender a ver las oportunidades que nos traen.