Cuando el estigma de creer en extraterrestres casi arruina una carrera científica

Misterios sin resolver. Volume 3, capítulo 'Something in the sky' sobre un avistamiento extraterrestres. Cr. Netflix © 2022
Misterios sin resolver. Volume 3, capítulo 'Something in the sky' sobre un avistamiento extraterrestres. Cr. Netflix © 2022

El 8 de marzo de 1994 se vivió un fenómeno inexplicable en EE. UU. cuando los servicios de emergencia recibieron más de 300 llamadas de ciudadanos preocupados por unas luces brillantes en el cielo. Algunos llamaron con curiosidad, otros con la voz agitada y nerviosa (y con los niños gritando de fondo), mientras hubo quienes describieron las luces como formas ovaladas y metálicas. Esa noche la policía de la zona del lago de Michigan, y varios kilómetros a la redonda, estaba colapsada sin comprender lo que estaba sucediendo, pidiendo ayuda al Servicio Nacional de Meteorología para que verificara si podía detectar algo en sus radares.

Y el meteorólogo que estaba de guardia, Jack Bushong, pudo comprobarlo: había grandes objetos en el cielo que efectivamente no eran aviones, ni globos aerostáticos, ni nada parecido, moviéndose de forma lateral, bajando y subiendo a una velocidad imposible para nuestra tecnología. Pero, de repente, se desvanecieron, dejando muchas preguntas en el aire que ahora Netflix repasa en un episodio de la tercera temporada de Misterios sin resolver. En esta historia de 44 minutos de duración nos topamos con las llamadas al 911, el relato de muchos testigos pero, sobre todo, el estigma social que durante décadas se impuso sobre quien quiera creer en vida extraterrestre. Un estigma que persiguió a Jack Bushong y marcó su vida para siempre por culpa de lo que vio y no pudo explicar a su comunidad científica.

El meteorólogo intentó explicar el fenómeno de alguna manera. Recorrió el protocolo de fallas técnicas y fenómenos meteorológicos, pero nada se alineaba con lo que estaba viendo en pantalla. “En todos los aspectos, los objetos parecían un avión. Pero no actuaban como tal” dice en la serie documental. Cuenta que de ver tres objetos en el radar pasó a ver decenas que subían y bajaban de 1.500 metros de altura al doble en cuestión de segundos. “Los vi moverse a 115.000 kilómetros por hora. A esa velocidad podrías volar de Nueva York a Los Angeles en dos minutos. No hay tecnología que yo sepa que vaya tan rápido”.

Aunque no lograba explicar lo que había visto, y mientras cientos de personas habían sido testigos del fenómeno, Bushong intentó mantenerse escéptico y seguir su línea científica porque no quería ser ridiculizado. No quería que lo trataran de loco dentro de su comunidad profesional donde, por aquel entonces, todavía se señalaba con el dedo a quien se atreviera a creer públicamente en vida extraterrestre. El agente Fox Mulder de Expediente X es un claro ejemplo de ello. Si bien se trata de un personaje de ficción, retrataba a la perfección el estigma intelectual que persigue a quien cree sin tapujos en fenómenos paranormales. Sus colegas lo ridiculizaban a menudo, el FBI lo delegaba a una oficina del sótano y hasta ponían a Dana Scully como compañera, una científica escéptica, para que lo bajara a la tierra. Cosa que nunca conseguía porque, en realidad, ocurría lo contrario a través de casos inexplicables que ponían sus creencias científicas a prueba.

Como la llamada entre los servicios de emergencia y el centro de meteorología había quedado grabada, la prensa de la zona tuvo acceso a ella, publicando la noticia con la veracidad de contar con un científico como aparente testigo del evento. Pero aquello complicó de manera radical la vida de Jack Bushong. La cinta llegó a sus jefes, la noticia se expandió y el meteorólogo sufrió la ridiculización por parte de sus compañeros. “No quería que me vieran como alguien, especialmente siendo científico, con una enfermedad mental” añade para explicar el silencio que tuvo que mantener en torno a lo vivido.

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El servicio meteorológico no quería que lo conocieran como el centro de información de ovnis e intentaron que [el tema] desapareciera con urgencia” explica en la serie mientras vemos cómo la oficina intentó recular ante la prensa, hablando de fenómenos meteorológicos que supuestamente explicaban lo ocurrido y alejándose de los rumores extraterrestres. Además, según Bushong, sus jefes le prohibieron hablar del asunto y dar entrevistas. Y él siguió la orden. Había trabajado mucho para conseguir su puesto y estaba seguro que, si hablaba con alguien, iban a despedirlo o arruinaría el futuro de su carrera. Como si fuera un loco desquiciado sin credibilidad alguna por haber visto aquel fenómeno en el radar. Una situación que, en mi opinión, evidencia el estigma científico y social en torno al asunto.

La asociación de su nombre con el evento ocurrido dejó una huella tan profunda que cinco meses más tarde tuvo que cambiar de ciudad, aceptando un puesto en el mismo servicio meteorológico de Atlanta. A pesar de todo no podía olvidar lo vivido. Quería reivindicar su vivencia y terminar con las bromas a costa suya. Recién pudo hacerlo en junio de 2021, cuando la Oficina del Director de Inteligencia Nacional de su país publicó un reporte con información clasificada hasta entonces, que validó la existencia de avistamientos ovnis con 144 casos en donde los investigadores no pudieron encontrar explicación.

Así, 27 años después y jubilado, Bushong volvió a su pueblo de Michigan a investigar lo que había visto. Y a pesar de haber sido testigo de algo imposible con nuestra tecnología, entrevistado a varios testigos y analizado todas las aristas desde el plano científico, todavía no se atreve a decir que eran naves extraterrestres con la boca abierta por miedo a que lo vean como un “chiflado”.

Personalmente siempre pensé que seríamos muy egoístas en pensar que somos la única vida inteligente en una galaxia infinita. Siempre me fascinó el fenómeno extraterrestre desde pequeña. Y no por películas como ET ni nada por el estilo, sino por historias de barrio que me tocaron de cerca desde los seis años y que me llevaron a obsesionarme en la adolescencia en la época de furor de Expediente X (creo que a muchos nos pasó lo mismo). Y ese estigma que vivió el científico es algo que hemos sentido todos aquellos que alguna vez leímos, oímos o creímos haber presenciado un caso similar, topándonos con la burla escudada de escepticismo. En mi opinión, creo que ese estigma y la vía fácil de llamar a alguien loco por simplemente tener una historia inexplicable que contar no es otra cosa que miedo a lo desconocido.

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