Trenque Lauquen: cuatro horas de aventuras, romances, enigmas y misterios interminables en la pampa bonaerense
Argentina, 1985 no estuvo sola en la proyección internacional del cine de producción más reciente realizado en nuestro país. La única película que está en condiciones de ponerse a esa altura en cuanto a millas recorridas en el circuito de los grandes festivales internacionales de estos últimos meses es Trenque Lauquen, de Laura Citarella, que casi en silencio y haciendo honor al espíritu independiente de su concepto y realización llega este sábado 4 al auditorio del Malba, primera parada de un estreno acotado al que se sumará dentro de siete días la Sala Lugones.
Esta nueva producción de El Pampero Cine, núcleo colectivo que Citarella integra junto a Alejo Moguillansky, Agustín Mendilaharzu y Mariano Llinás, pasó con un importante reconocimiento de la crítica internacional por los festivales de Venecia (donde compitió en la sección paralela Orizzonti), San Sebastián y Nueva York. Y al presentarse por primera vez en nuestro país dentro del último Festival de Mar del Plata obtuvo allí el premio a la mejor película de la competencia latinoamericana.
Además de coincidir en algunas escalas de un fértil recorrido en el exterior, como Venecia y San Sebastián, hay más de un punto de unión en cuanto a nombres entre Argentina, 1985 y Trenque Lauquen. Llinás, coguionista de la película de Santiago Mitre, hace aquí también su aporte en el guion y el montaje. Y Laura Paredes, destacada presencia dentro del elenco de Argentina, 1985 (personifica a Adriana Calvo de Laborde, testigo clave del histórico Juicio a las Juntas), es la autora junto a Citarella del guion de Trenque Lauquen y encarna, sobre todo, al personaje protagónico de esta apasionante película-río de algo más de cuatro horas, dividida en dos partes.
La primera parte tiene 129 minutos y la segunda, 134. Esta atípica duración es un dato que se convierte primero en simple detalle anecdótico (las cuatro horas pasan volando) y luego en verdadera curiosidad, porque al término de la proyección lo primero en lo que piensa el espectador es en el extraño y curioso recorrido de la trama en términos temporales. Un movimiento casi circular que refuerza todavía más la atracción que el relato ejerce sobre quienes lo contemplan en pantalla grande, que es como debe verse.
En una entrevista con el sitio especializado A Sala Llena, Citarella se refirió a Trenque Lauquen como “un film mutante, que se expandía, que narraba una misma historia pero que se movía hacia un lado y hacia otro, que no se instalaba en ningún lugar concreto”. Y dice que su película tiene “una estructura de planta, que se ramifica de manera interminable”. ¿Algún parecido con La flor, otra magnífica creación de El Pampero que exhibe una vitalidad parecida en sus múltiples líneas narrativas?
La producción de Trenque Lauquen comenzó en 2017 en la ciudad homónima y sus alrededores, en coincidencia con otro trabajo paralelo de Citarella y el cierre de La flor. El proyecto continuó durante los cinco años siguientes y el rodaje (extendido y abierto durante todo ese tiempo, al igual que la edición) concluyó diez días antes del estreno mundial en Venecia. “Los actores fueron convocados en 2017 y luego nuevamente en los años siguientes. La película se iba reestructurando constantemente y crecía para todos lados. Esto hizo que todos los personajes crecieran y que por ende se volviera un film bastante coral”, destacó Citarella. Para que el espíritu colectivo que siempre sobrevuela las obras de El Pampero sea completo Moguillansky (junto a Miguel de Zuviría) se ocupa de la edición y Mendilaharzu (con Inés Duacastella y Yarará Rodríguez), de la fotografía.
La conexión con La Flor es evidente casi a primera vista. En la historia que se cuenta en Trenque Lauquen hay una entrega inmediata al placer de la aventura (no es casual que ese sea el título del primero de los 12 episodios en los que se divide la película), una geografía bien definida (la pampa bonaerense con su infinita extensión, sus ciudades, sus caminos, sus campos y sus habitantes) como escenario de la acción, un relato que va y viene en el tiempo con ecos y reminiscencias literarias, más un componente fantástico que a partir de un momento resulta vital para el desarrollo de la trama y del que Citarella y Paredes se valen para fortalecer el misterio.
Lo que marca la diferencia entre ambas producciones tiene que ver en este caso con una mirada central que se construye y define desde la sensibilidad de los personajes femeninos. Al principio vemos a dos hombres rastreando las huellas de una mujer que acaba de desaparecer sin dejar rastro. Es Laura (el personaje interpretado por Paredes), una bióloga porteña que pasa un tiempo a Trenque Lauquen para hacer un relevamiento de la flora del lugar y que durante su estada empieza a interesarse en los secretos de la apasionada correspondencia epistolar entre dos amantes escondida en el interior de algunos libros conservados en la biblioteca local.
Con la ayuda de Chicho (Ezequiel Pierri, además productor del film, esposo de Citarella en la vida real), un empleado municipal que la ayuda como chofer, Laura empieza a obsesionarse con esa historia de amor. De ese núcleo surgen para todos lados estímulos que van adaptando múltiples contornos de género (aquí hay drama, romance, suspenso, humor, relato costumbrista y hasta ciencia ficción) y nos llevan por lugares inimaginables, hasta con el registro de un viaje a Italia. Nunca sabemos qué puede descubrirse en la siguiente página de un libro, en una fotografía viaje, detrás de una puerta cerrada o con la inesperada aparición de algún personaje.
En la mirada de Citarella, Trenque Lauquen es una ciudad, un mundo en sí mismo, un lugar con memoria propia y también el punto de partida de un viaje que podría ser inacabable. Pero también es un nombre que estimula en el espectador la misma curiosidad infinita que alimenta al personaje central, a quien ya conocimos en la ópera prima de la directora, Ostende. Como suele ocurrir en las películas de El Pampero, Trenque Lauquen también es la llave de un cofre lleno de descubrimientos, hallazgos (visuales, musicales, de montaje), miradas (la melancolía infinita de Chicho es una de las más poderosas) e historias que siempre fluyen en un tiempo que no parece detenerse nunca, como el misterio infinito que sigue a la desaparición de una mujer.
La versión íntegra de Trenque Lauquen se podrá ver todos los sábados de febrero, a las 20, en el Auditorio del Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415), y a partir del 10, todos los viernes y domingos de este mes, además del 5 de marzo, a las 18, en la Sala Lugones del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530).