Estreno de cine: Mato seco em chamas: como Mad Max, pero en la periferia de Brasilia

Mato seco em chamas: como Mad Max, pero en la periferia de Brasilia
Mato seco em chamas: como Mad Max, pero en la periferia de Brasilia

Mato seco em chamas (Brasil-Portugal/2022). Dirección y guion: Adirley Queirós y Joana Pimenta. Fotografía: Joana Pimenta. Edición: Cristina Amaral. Elenco: Joana Darc Furtado, Léa Alves Da Silva, Andreia Vieira, Débora Alencar, Gleide Firmino y Mara Alves. Duración: 153 minutos. Calificación: apta para mayores de 16 años. Salas: del jueves 24 al miércoles 30 de agosto, a las 20, en en Cine Arte Cacodelphia (Diagonal Norte 1150, CABA). Nuestra opinión: muy buena.

En 2013 Adirley Queirós estrenó A cidade é uma só, documental que cuenta cómo fue el proceso de exclusión territorial que marcó el nacimiento de Ceilândia, una región administrativa creada en los años 70 en la periferia de Brasilia. Diez años más tarde dirigió en sociedad con la portuguesa Joana Pimenta esta película que antes de llegar a los cines pasó por varios festivales -Berlín, Toronto, Nueva York, Cinéma du Réel (París), IndieLisboa, Mar del Plata (donde obtuvo un premio especial del jurado de la Competencia Latinoamericana)- y que está ambientada justamente en la periferia de Ceilândia, donde los asentamientos fueron creciendo exponencialmente hasta llegar a la dramática situación de hoy: Sol Nascente, el lugar donde se desarrolla la historia de Mato seco en chamas, es ahora mismo la favela más grande de Brasil, incluso por encima de la famosa Rocinha de Río de Janeiro.

El elenco del film, que cruza ficción con documental para pintar un cuadro social conflictivo que está enfocado con mucha seriedad pero también con algunas grageas de humor, estuvo integrado por actores no profesionales que por momentos cuentan sus propias experiencias en el marco de un relato anómalo: las fronteras entre lo que intuimos guionado y lo que es simple repaso de sus vivencias está deliberadamente borroneada. Es un recurso bastante usado en los últimos años -una referencia posible es No Quarto da Vanda (2000), del portugués Pedro Costa-, pero aquí está muy bien matizado con una narrativa que por clima, ambiente y temperamento recuerda a la exitosa saga Mad Max pero en clave feminista.

Las protagonistas excluyentes son dos mujeres bravas: Chitara y Léa (Joana Darc y Léa Alves, muy sueltas en sus papeles aún sin tener recorrido previo en la actuación), hijas de un mismo padre al que también le gustaba desafiar a la ley. Socias, además, en un exótico negocio ilegal: una refinería clandestina que produce combustible barato que compra periódicamente una banda de motociclistas dedicados al narcotráfico.

En el grupo de mujeres insurgentes que las acompaña aparece una candidata a diputada que pide el voto a través de una solitaria campaña callejera en la que promete defender a los marginados por el sistema, recuerda por su look a una Lara Croft tercermundista y pelea con candidatos tradicionales con más recursos y estructura.

Y el contexto es, expresamente, el Brasil de los últimos años: el de la fiebre punitiva, los exabruptos y el aumento de la pobreza de Jair Bolsonaro, el de Petrobras como fuente de financiación de un cine que también empezó a languidecer en esos años (el descubrimiento de un pozo petrolero en una zona imprevista y el artesanal sistema de extracción inventado por las protagonistas son una clara alegoría a las dificultades para producir películas en el país, algo así como sacar aceite de las piedras) y el de una resistencia marginal que llevan adelante los que vislumbran a la desobediencia civil como posible vía de escape de una opresión cotidiana insoportable.