Estrenos de cine: en Sonríe, el terror es metáfora del trauma colectivo

Sonríe, estreno del jueves 29
Sonríe, estreno del jueves 29

Sonríe (Smile, Estados Unidos/2022). Guion y dirección: Parker Finn. Fotografía: Charlie Sarroff. Edición: Elliot Greenberg. Elenco: Sosie Bacon, Kyle Gallner, Robin Weigert, Caitlin Stasey, Jessie T. Usher, Kal Penn. Distribuidora: UIP. Duración: 115 minutos. Calificación: apta para mayores de 16 años. Nuestra opinión: buena.

“El cine de la metáfora” podría ser la perfecta etiqueta para el terror de estos tiempos. Después de la década del 2010, en la que la aparición de exponentes innovadores del género como La bruja (2015) de Robert Eggers o El legado del diablo (2018), de Ari Aster, permitieron acuñar el término ‘terror elevado’, hoy se piensa al género como expresión plástica de un trauma social que todos conocemos.

Puede tener que ver con la violencia de género, como en las recientes Men, de Alex Garland, y Resurrection, de Andrew Semans –todavía no estrenada en Argentina-; como con las tensiones raciales como en Su casa (2020) o Master (2022); o con el pavor a la vejez y el deterioro físico como en Relic o The Dark and The Wicked, ambas de 2020. Lo que asoma en la pantalla, bajo la iconografía del horror, es un hecho traumático, ya no indecible para la sociedad y que debe adquirir el desvío de la representación, sino tematizado en una agenda pública tan pregnante que ha invadido a la ficción.

Sonríe consigue apropiarse de esa premisa con astucia, aunque sin quebrar ninguna de sus conocidas coordenadas. Una terapeuta que carga con la culpa de la muerte de su madre revive el trauma a partir del brutal suicidio de una paciente psiquiátrica. Su entramado racional se desmorona ante el asomo de una supuesta maldición.

Lo que le interesa a la película, además de poner el dedo en la llaga de la cultura del bienestar condensada en esa sonrisa que resulta escalofriante, es el horror que causa pretender la normalidad y esconder el sufrimiento para ser aceptado. En su ópera prima, Parker Finn maneja el sonido como clave de extrañamiento y si bien recurre a los tradicionales golpes de efecto, los administra con precisión, modelando un mundo en crisis en el que la restauración del control no es más que una utopía.