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Los estrenos de la semana: las críticas de series, cine y teatro, de Hasta los huesos a Willow

Timothée Chalamet en Hasta los huesos, de Luca Guadagnino
Timothée Chalamet en Hasta los huesos, de Luca Guadagnino

Cine

Hasta los huesos. El film de Luca Guadagnino ancla su universo en las carreteras abiertas por los beatniks y perseguidas por los outsiders del Nuevo Hollywood; el nervio y corazón, sin embargo, son reemplazados por un horror estilizado, explica en su reseña Paula Vázquez Prieto. La convicción de Guadagnino de convertir a Chalamet en la sagrada estrella de este Hollywood alicaído le juega una mala pasada, lo lleva a filmarlo como el caníbal melancólico en postales de horizontes, con el rostro bañado en sangre, siempre en composé cromático. Y esa insistencia en alcanzar profundidad con mero sentimentalismo limita la fuerza de sus mejores escenas, aquellas –como la de la fogata con dos extraños que recuerda a Easy Rider; o la tensa comunión entre Maren (Taylor Russell) y su maestro Sully, interpretado por el genial Mark Rylance- jugadas en el límite de la conexión con los propios y el miedo a los ajenos. La aventura comienza con el encuentro de su propia esencia, esa condición de “devoradora” que parece impronunciable incluso para los propios, los iguales que descubre en el camino, ejercitando el olfato y esa pertenencia irrenunciable. Nuestra opinión: buena.

Timothée Chalamet y Taylor Russell en Hasta los huesos, de Luca Guadagnino
Timothée Chalamet y Taylor Russell en Hasta los huesos, de Luca Guadagnino - Créditos: @Yannis Drakoulidis / Metro Goldwyn Mayer Pictures

Noche de paz. El Santa Claus que protagoniza esta película es bien distinto al de la mayoría de los relatos navideños. El que nos ocupa tiene el clásico semblante bonachón de todos los de su especie, barba blanca y unos cuantos kilos de más. Pero también luce desganado, molesto porque ya nadie parece entender cuál es el espíritu de las Fiestas y con ganas de colgar para siempre el traje rojo y blanco, mientras trata de olvidar en compañía de unas cuantas cervezas alguna desavenencia conyugal. Este contrariado Santa Claus (un perfecto David Harbour), sin embargo, no se resigna a cumplir con su misión para que los regalos lleguen en tiempo y forma a manos de los chicos que se portaron bien. La más ansiosa en esa espera es Trudy Lighthouse (Leah Brady), la heredera más pequeña de una familia multimillonaria, cuyos padres y tíos esperan la Navidad como momento ideal para disputarle la herencia a una abuela malhumorada. El problema es que también sueña con esa recompensa una banda ultrasofisticada cuyo líder es un latino (John Leguizamo, muy divertido) que odia la Navidad y que se hace llamar apropiadamente Scrooge. Lo más original de esta historia –explica Marcelo Stiletano en su crítica– detrás de una trama familiar expuesta de manera bastante pueril, es cómo permanece intacto detrás de un cuadro tan violento y tanta gente indeseable el genuino espíritu de la Navidad. Es el mejor chiste de todos. Nuestra opinión: buena.

El dilema de Mr. Haffman. París, 1942: el joyero judío Joseph Haffmann (Daniel Auteuil) ve con preocupación el avance nazi en la ciudad, y decide enviar a su esposa e hijos a una zona libre, mientras decide qué hacer con su negocio. Su plan es arriesgado, pero en principio perfecto: fraguar la venta de la tienda a su ayudante, François Mercier (Gilles Lellouche), y reunirse con su familia hasta que pase el peligro. Pero el control de las fronteras no le permite salir del país, por lo que decide esconderse en el sótano de su negocio con la complicidad de Mercier y de su mujer Blanche (Sara Giraudeau). Los días se transforman en semanas, y luego en meses. Mientras Haffmann sobrevive bajo tierra, François comienza a ganar prestigio entre las tropas alemanas, abriéndose ante él un presente impensado, que comienza a desequilibrarlo. Aunque sabe que no está a la altura de su antiguo jefe, este ya no existe para aquel mundo. Ahora todo es suyo. Luego de un punto de partida en clave de thriller, con algunos golpes de efecto incluidos, la película se asienta en una constante y bien llevada tensión dramática, apoyada exclusivamente en el brillante trío de intérpretes, con Daniel Auteuil entregando otro de esos trabajos impecables que lo han puesto en el sitial de excelencia que ostenta desde hace años, explica Guillermo Courau en su reseña. Nuestra opinión: muy buena.

Willow, nuevamente interpretado por Warwick Davies
Willow, nuevamente interpretado por Warwick Davies - Créditos: @IMDB

Streaming

Willow. Esta nueva ficción, que ya tiene dos de sus ocho episodios disponibles en la plataforma, es una continuación de Willow en la tierra del encanto, la película de fantasía estrenada en 1988, con un guion escrito por George Lucas y dirigido por Ron Howard, pensado para atraer al público familiar del mismo modo en que lo habían hecho los dos proyectos anteriores de Lucas, Star Wars e Indiana Jones. El simpático cuento original –sobre un reino encantado en peligro de ser aniquilado por una malvada bruja, cuya única salvación es una bebé con el poder de vencerla, escribe Natalia Trzenko– tiene ahora más de una similitud con El señor de los anillos de J. R. R. Tolkien. La serie se enfoca más en sus personajes que en desarrollar la mitología del universo fantástico en el que transcurre la historia, por lo que aún si no se conoce el film los espectadores se encontrarán con una entretenida aventura repleta de personajes centrales valientes y honorables y al mismo tiempo falibles y hasta algo vanidosos, una combinación llena de humor y emoción. En un intento de evitar los clichés y estereotipos del género fantástico, la trama tiene sus mejores momentos cuando gira alrededor de Willow y sus intentos por entrenar a la joven Elora, cuya identidad se revela demasiado rápido en los primeros episodios. Willow ofrece en esta continuación lo mismo que prometía en el film original: una divertida y emocionante aventura para toda la familia. Disponible en: Disney+. Nuestra opinión: buena.

El país de los sueños. La mitad de este largometraje inspirado por la obra de Winson McKay, un surrealista quince años adelantado a esa vanguardia histórica –Little Nemo en Slumberland fue publicado en 1902–, transcurre en la vigilia, donde la protagonista pierde a su padre en un accidente de navegación. Huérfana, la chica queda al cuidado del hermano de su padre en un elegante piso de Toronto. El tío es un tedioso fabricante de picaportes que lleva una vida solitaria y no sabe cómo relacionarse con su sobrina, así como ella no sabe adaptarse a sus nuevas circunstancias y se refugia en su propio mundo. La segunda historia se desarrolla en sus sueños: desde que llega al nuevo hogar, cada vez que se duerme Nemo regresa, sin que se explicite una razón, al mismo sueño, es decir, a Slumberland, donde conoce a Flip (Jason Momoa), una suerte de forajido/arlequín con cuernos de carnero que invade inconscientes ajenos en busca de un mapa secreto que indicaría la ubicación de ciertas perlas con la propiedad de hacer realidad los deseos. Otra vez sin demasiado énfasis en justificaciones, Nemo encuentra casualmente el mapa entre sus pertenencias y entiende que con una de esas perlas podría volver a ver a su padre, de modo que le propone a Flip una alianza que este acepta y ambos se embarcan en la búsqueda del tesoro. Quizás en la tierra de los sueños exista otra versión de esta película con Tim Burton en la dirección y un joven Johnny Depp en el papel de Flip que realmente funcione, afirma Hernán Ferreirós. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: regular.

Teatro. Clase 63, de Patricia Suárez, con Roxana Randón y Guillermo Flores
Teatro. Clase 63, de Patricia Suárez, con Roxana Randón y Guillermo Flores

Teatro

Clase 63. La intensa producción de la dramaturga Patricia Suárez está plagada de personajes entrañables. Criaturas que poseen una historia pequeña, en apariencia, y que la autora proyectará sobre el escenario mostrando que esas conductas no solo de inmediato encontrarán empatía con los espectadores sino que, además, los ayudarán a reflexionar sobre una época, un estilo de vida o la aceptación de un destino que parece haberlas marcado a fuego. En Clase 63 Suárez se detiene en un momento muy particular dentro de la historia argentina, la guerra de Malvinas y las dolorosas secuelas que ella dejó, sobre todo, en los familiares de los soldados que murieron en el campo de batalla y cuyos cuerpos descansan en las islas. En escena, un matrimonio de clase media, Eugenia y Pierino, desarrollan cada año un ritual particular. Recuerdan la última cena que compartieron con Pablo, su hijo, la anoche anterior a que él viajara a enfrentar a las tropas inglesas. Resultan muy elocuentes las interpretaciones de Roxana Randón y Guillermo Flores, afirma Carlos Pacheco en su crítica. Durante 60 minutos sus cuerpos se transforman notablemente para dar vida a Eugenia y a Pierino, mientras sus comportamientos atraviesan los más diversos estadios emocionales y donde además, también aparecen algunas pequeñas chispas de un humor ingenuo que jamás los llevará a escapar del drama que los abruma. Y resultan tan notorias sus actitudes corporales que, en la escena final, la autora decide escapar de ese clima asfixiante que se vive dentro de la casa y traslada a los personajes a su juventud. Sala: Complejo Teatral Ítaca, Humahuaca 2047. Funciones: lunes, a las 20.30. Duración: 60 minutos. Nuestra opinión: muy buena.

La vida sin ficción. La vida sin ficción es una novela inconclusa, publicada por el hijo de su autor como un homenaje luego de su muerte intempestiva. Abre camino a personajes, tiempos y relatos. Y en todos los casos lo hace de manera imprevisible. El libro opera como objeto y como relato. Como objeto es una cosa inanimada que puede ser percibida por los sentidos; en tanto objeto libro postula modos de leer, incluso, compartidos pero también es el premio en los juegos colaborativos en red. En tanto relato funciona, puesto que tematizan su contenido y van entramando en diferentes lenguajes lo que plantea. Es por supuesto, más difícil describir el funcionamiento de la propuesta que disfrutarla. Hay un recorrido por los diferentes circuitos que se hacen cargo de la creación de la ficción y todos aparecen en el mismo nivel: la literatura, el cine, los videojuegos, el teatro. Hay frases para la mesita de luz: " La ficción nos inicia en el mundo antes que la experiencia ¿cómo serían los besos si no existiera la ficción?”. Francisco Lumerman sigue demostrando que es un gran dramaturgo, explica Mónica Berman. Pero además es capaz de jugar con lo verbal de manera poética sin olvidar que acciona en la escena. Elenco: Francisco Lumerman, Esteban Masturini, Rosario Varela. Función: el miércoles 7, a las 20. Sala: Fundación Sagai, 25 de Mayo 586. Nuestra opinión: muy buena.