Estrenos de teatro. El club del fitness, un gimnasio en el que se descubren secretos propios y ajenos

El club del fitness es un interesante trabajo sobre la incomunicación
El club del fitness es un interesante trabajo sobre la incomunicación

Autoría y dirección: Lissy García Teppa. Intérpretes: Flora Auruccio, Fernando Cantora, Yaz Garrido, Nicky Ribers y Klei Labrador. Asesoría estética: Valentina Ortíz Guevara. Asesoría deportiva: Yaz Garrido. Sala: El Ópalo, Junín 380. Funciones: viernes, a las 21. Duración: 60 minutos. Entradas: $2.000 por www.alternativateatral.com

Quién concurre asiduamente a un gimnasio sabe que al “celu” no se lo abandona fácilmente, aunque estemos a punto de comenzar una clase de entrenamiento funcional. Pero de allí a que alguien se encierre en el vestuario, a conectarse con un cliente para cerrar un negocio, a través de la pantalla de su tablet, hay tal vez una diferencia. En El club del fitness eso sucede. Y no sólo eso es lo que provoca algunas peleítas, que nunca pasan a mayores. Pero la discusión, es cierto, también ayuda a distraer y a evitar seguir al profesor en aquellas posturas que nos cuestan más. Hasta que, lógicamete, el profe –un centroamericano con un cuerpo envidiable– se cansa e intenta poner las cosas en su lugar, mediante exageradas indicaciones en la que les recuerda a sus alumnos que hay un cartel grande en la pared, en el que se indica “prohibido utilizar el celular”.

Ese pequeño artefacto que ya parece una extensión de nuestro cuerpo, no deja de ser un problema y como se lo indica en un impasse de la clase, es una adicción. ¿Pero esto sólo es una adicción en nuestras vidas? O hay muchas otras, que esconden miedos, cobardías, temor a ser rechazados, o a no querer enfrentar nuestras emociones, o carencias más temidas.

Lissy García Teppa, directora y autora de esta propuesta, que se asemeja a un divertido ping-pong de “te digo”/ “me dices”, tiene una amplia experiencia en teatro en su país de origen: Venezuela (entre otros grupos trabajo varios años en el Grupo Actoral ‘80, que fundó Juan Carlos Gené, durante su exilio centroamericano) y también se formó en nuestro país, con Carlos Ianni, Juan Coulasso, en la escuela de Timbre 4 y mucho más. Esta pieza que la da a conocer es chispeante, por instantes parece un juego de artificios que hacen chispazos y se evaporan luego sin dejar rastros, o tal vez sí. Porque ese es el juego que les propuso a sus actores, que, como si en verdad concurrieran a un verdadero club de fitness, no estén quietos nunca en escena. Y estos entretenidos y curiosos personajes se pelean, se seducen, se observan como si ahí nomás fueran a trenzarse en un match de boxeo, pero nada va a mayores.

Lo esencial es buscar el efecto certero de un texto, que tiene sus originales sorpresas, como cuando la autora utiliza los contenido de un podcast para armar una secuencia, o cuando se descubre que uno de los muchachos siempre intenta ser el primero en todo, luego se sabrá por qué. Del mismo qué una de las chicas parece ser adicta al sexo sin compromiso, mientras exhibe su cuerpo esculturalmente entrenado. E intenta hacerle entender a otro de los muchachos que ella no es la indicada para ser su novia, sino para experimentar algo tan simple como tener una noche de sexo con él. Lento el hombre no capta el mensaje hasta se da cuenta y ridículamente se termina desmayando. Pero la clase debe continuar. Porque el profe parece estar siempre enchufado en mostrar distintas posturas para que lo copien, mientras seguidamente no para de beber agua, ¿otra adicción? No, el “escultural” entrenador guarda otros secretos que se irán revelando al final, como el de la mayoría y no dejarán de tomar por sorpresa a la platea.

Inmersos en una escenografía simple y tan práctica como colorida –un tapete formado por pequeños mosaicos cuadrados– esto permite que la iluminación rebote con acierto en los cuerpos y las caras de estos intérpretes que fueron muy bien elegidos para otorgarles identidad a esos personajes que les tocó en suerte. Lo cierto es que cada uno responde con grandes aciertos a la caracterología de estas criaturas que, en ese tablero, se mueven como si fueran piezas de ajedrez. La directora consigue a lo largo de su narración, una dinámica en la que el ritmo no decae en ningún instante, también los fragmentos musicales ayudan mucho. Sólo al final, hay un pequeño atisbo de detenimiento del juego, pero eso ocurre porque es en ese instante cuando cada uno de esos personajes le confiesa a los otros, cuál es su adicción, la que quizá no vinieron a curar a El club del fitness, pero sí, el compartir con los otros les permitió tomar una mayor conciencia. ¿Una propuesta de autoayuda? No se sabe. Lo cierto es que ésta es una pieza liviana, que entretiene e invita a sonreír. Ese es el resultado de esta traviesa propuesta de la autora y directora venezolana Lissy García Teppa y su valioso equipo de intérpretes.