Estrenos de teatro. Colectivo: La tragedia de las mujeres mulas en la frontera entre la Argentina y Bolivia

Un muy interesante elenco de actrices, en la trama de Colectivo
Un muy interesante elenco de actrices, en la trama de Colectivo

Dramaturgia: Laura Fernández. Dirección general: Diego Brienza. Intérpretes: Mercedes Ferrería, Eugenia Ghiselli, Claudia Mac Auliffe, Majo Ñañez, Daniela Salerno, Analía Sánchez y Andrea Varchavsky. Escenografía y vestuario: Julieta Capece. Músicos en escena: Manuel Eguía, Gabriel Gonzalo García. Luces: Leandra Rodríguez. Producción ejecutiva: Adriana Yasky. Sala: Andamio 90, Paraná 660. Funciones: sábados, a las 22. Duración: 75 minutos.

Una nota en este diario, de la periodista María Ayuso fue el llamado de atención para que Diego Brienza decidiera profundizar sobre las mujeres que cargan en sus cuerpos, por fuera y por dentro, cocaína y otras sustancias, a través de la frontera entre la Argentina y Bolivia. Las “mulas”, como les dicen, son mayoría en la población carcelaria femenina y es el último y más vulnerable de los eslabones del narcotráfico . Al momento de escribir, Brienza prefirió evitar el sesgo de su perspectiva masculina y le propuso la tarea a Laura Fernández (ya trabajaron en equipo en varias oportunidades como la premiada El niño con los pies pintados, sobre el abuso infantil) pero se reservó el lugar de la dirección.

Si desde el título, Colectivo juega con sus dos acepciones, la del medio de transporte y la del grupo de mujeres pasajeras, desde el inicio se despliegan en paralelo los dos lados de la moneda, contenido y forma. Porque aborda un tema social “pesado” –como suele hacerlo Brienza– y porque lo hace poniendo sobre la mesa el procedimiento utilizado: a la vez que no le escapa al bulto, se pregunta cómo, de qué manera, con qué pertinente artificio.

La obra comienza con una reflexión de las actrices –no de sus personajes– que se dirigen a los espectadores para contarles sus dudas sobre el proceso creativo: ¿cómo representar a mujeres pobres, del noroeste argentino, madres a cargo de todo, marcadas por la explotación de clase, la discriminación racial y la violencia de género? ¿Nosotras, tan blanquitas y clase media? Compartido el dilema con el público, empiezan a actuar.

Son ocho mujeres sin nombres, siete sentadas en el colectivo armado con filas de sillas y demarcado en el piso por cinta perimetral; a la octava, apartada, se la ve en el fondo de la escena. Visten con mucha sencillez, sin ningún arreglo, adustas, sin entusiasmo. El micro está parado porque una de ellas (Eugenia Ghiselli) fue bajada por los gendarmes por algún motivo todavía no claro. En esa espera, una (Majo Ñañez) comienza a hablar, a indagar, a insistir. Lleva, a diferencia de las otras sin equipaje a la vista, una mochila colgada en el pecho. Sus problemas también son distintos: es una turista con miedo a perder el avión. A partir de sus preguntas, el grupo comienza a emerger, a contar miedos y deseos, se detonan sus pequeñas grandes historias. Dos músicos en escena, atrás y en semipenumbras, acompañan y empujan esas pulsiones.

Larvada, Colectivo encierra la road movie que no pudo ser (uno de los personajes refiere al icónico film Thelma & Louise). Pero a estas chicas la épica no les alcanza ni para poner la firma en un broche apoteótico. Su inmolación es gris y polvorienta; a secas, trágica. Una lo dice, clarito, al final: “La tristeza es más profunda cuanto más grande es la distancia entre lo que algo parecía ser y lo que terminó siendo”. Esa desmesura entre lo que imaginan y lo que resulta provoca ternura, hasta cierto humor. La pasajera que interpreta Claudia Mac Auliffe, bien recortada del resto por sus contradicciones entre la falta y la redención, se anima a lo que las demás no pueden. Cuando se para, alta como es, y dice “voy yo”, los músicos tocan los famosísimos acordes del spaghetti western El bueno, el malo y el feo, contraste que genera una sonrisa de alivio en el público.

A cuentagotas, nos enteramos de lo que cada una encierra. Si bien no todas son “mulas” (cinco, de las ocho), el objetivo de hacer algo juntas las hermana, les da motivos para soñar. Podría ser tema para otra discusión que quien proponga “el plan” sea de clase media o, al menos, no padezca el mismo sometimiento aunque sí frustraciones contenidas: “Porque las cosas pueden salirnos bien alguna vez, ¿no?”, dice el personaje de Andrea Varchavsky, la que arenga para “hacer algo”.

Al lado de la que festeja teñirse de rubia para que no la reconozcan (Daniela Salerno), la que aspira a una motito para repartir cosas que no sean droga (Agatha Fresco), la que pide un encendedor para quemar todo (Mercedes Ferrería), hay otra (Analía Sánchez) al borde de lo peor, desencajada por el miedo a morir por una mala decisión: tragó decenas de cápsulas para ganar unos pesos y así, por primera vez, festejarle el cumpleaños a su hijo.

Dividida en dos partes -separadas por unos segundos mientras las actrices en penumbras desarman el colectivo, vuelcan las sillas, se acuestan en el piso-, entre una y la otra pasaron cosas nada difíciles de reponer. Nadie esperaba una hazaña. El personaje de Mac Auliffe está en el fondo, en el lugar donde antes estaba Ghiselli, ahora con el grupo. Esta joven habla en castellano y en quechua, habla los dos idiomas porque el personaje quiere hacerlo y la actriz pudo encarnar esa lengua que no es la suya. No pasa de golpe. A lo largo de la obra, las actrices comenzaron a usar la tonada del norte, como si transicionaran el modo de hablar, como si cada vez se acercaran más a esos personajes que al principio dudaban en abordar.

Este procedimiento distanciado puede resultar algo opaco o sorpresivo para los espectadores, pero no así las palabras finales en el idioma andino que resuenan como un rezo universal: algo quedó unido entre todos, ninguno de los presentes podrá decir que no sabe. La obra de Fernández y Brienza no es didáctica, no baja línea, no da soluciones: construye y deja a la vista la dificultad del acercamiento artístico pero, al mismo tiempo y de ese modo, nos sube al colectivo de las mujeres pobres que caen en la trampa.