Estrenos de teatro. Las cosas maravillosas: Peter Lanzani es el actor ideal para generar una auténtica empatía con la platea
Libro: Duncan Macmillan y Jonny Donahoe. Intérprete: Peter Lanzani. Dirección: Dalia Elnecavé. Traducción y versión: Pablo Gershanik. Producción general: Eloísa Canton, Bruno Pedemonti, Tomás Rottemberg, Michel Haussman. Asistencia de dirección y producción: Luis Cicero. Sala: Multiteatro Comafi. Funciones: Lunes y martes, a las 20. Duración: 70 minutos.
La propuesta desde el punto de vista dramatúrgico es muy sencilla, pero adquiere potencia puesta sobre el escenario y, más aún, gracias al trabajo interpretativo del actor. Las cosas maravillosas cuenta una historia sencilla: la de un hijo de una madre suicida, y sus marcas posteriores. Dicho así todo podría parecer dramático e insoportablemente triste. No es la propuesta original de Macmillan y Donahoe, quienes conciben un texto, por momentos, excesivamente demagógico que busca ser profundo, duro, tierno y simpático . Todo al mismo tiempo. Y es lógico, con tamaña ambición no todo podía ser perfecto. En términos de poética dramatúrgica la idea no es sobresaliente por su originalidad (no es la primera vez que asistimos a un foro coparticipativo), pero sí lo es probablemente en el circuito en el que se inscribe, el denominado “comercial” o de la avenida Corrientes. Para un púbico más tradicional, que a la hora de pensar en el teatro tiene una idea más bien representacional, le podrá sorprender y mucho la disposición de la platea y el modo en el que se “narra” (representa) esta historia .
En donde sí destaca es en la interpretación. Todo recae en la maestría del intérprete que con casi nada tiene que hacer magia . Contar una historia, dotarla de profundidad y emocionalidad, al mismo tiempo que tiene que atender los avatares de algo que en vivo se va contando y con la asistencia permanente de un público que nunca pierde el protagonismo. En la versión local la obra recayó en el actor ideal: Peter Lanzani. Tiene la experiencia como para componer este personaje tan dramático y la personalidad artística suficiente como para dotarlo de todo su ángel y generar, desde el inicio mismo del proyecto, empatía con la platea. No hay forma de llegar a buen puerto en un proyecto así si el intérprete no tiene la maestría de navegarlo. Y Lanzani la tiene, y le sobra.
Escénicamente no hay mucho más. Luz de ensayo que se mantiene durante toda la función, juego permanente con la platea que por momentos actúa los “personajes” de la vida del narrador y mucha música, ella sí la otra gran protagonista. La música construye capas de representación que remiten a la vida familiar del personaje y nos lleva a reconocer su vínculo con nuestra propia memoria, no significando ello que se le quite valor artístico. Permanentemente la “industria de la música” aparece mencionada en los soportes por los que ella ha circulado, con un homenaje enfático al disco. Por eso podría decir qué plus hubiera sido para los espectadores poder escuchar esa sonoridad que remite a un pasado, en una obra que refiere a ese momento y a esa generación, y no recibirla a través de su soporte digital.