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Estrenos de teatro. Pampa escarlata es una obra potente que indaga sobre la apropiación cultural y el binomio civilización-barbarie

Muy buenos trabajos de Lucía Ardúriz y Pablo Bronstein, en Pampa escarlata
Muy buenos trabajos de Lucía Ardúriz y Pablo Bronstein, en Pampa escarlata

Autor y director: Julián Cnochaert. Intérpretes: Lucía Adúriz, Pablo Bronstein y Carolina Llargues. Vestuario: Paola Delgado. Escenografía: Cecilia Zuvialde. Sonido: Cecilia Castro. Iluminación: Ricardo Sica. Asistencia de dirección: Lucía Gusmán y Jennifer Sztamfater. Sala: El Extranjero Valentín Gómez 3378 . Funciones: viernes, a las 22.30. Duración: 80 minutos.

En los últimos años, muchos creadores del teatro de Buenos Aires comenzaron a desarrollar ficciones en las que imaginan alternativas a los mitos fundacionales sobre la historia argentina. Un cóctel en el cual se toman referentes históricos, los escenarios de la llanura pampeana, batallas o hitos culturales, pero la invención suma lo propio y construye relatos, crea nuevos personajes y se imaginan desenlaces tan insólitos como los que sí sucedieron. En general, son espectáculos potentes que interpelan al espectador en su ser argentino y en su identidad pero, al mismo tiempo, le permite reírse y evocar otros mundos posibles gracias a los juegos de la creación.

Claro que este tipo de obras que surgen ahora también son la consecuencia del legado de otros grandes maestros que trabajaron estos procedimientos, como Mauricio Kartun, Ricardo Monti y Eduardo Rovner, entre otros. Otro punto en común de estas obras es que si en el pasado los hechos de la historia argentina se recuperaban para hacer una reinterpretación desde el drama y se contaban historias igual de trágicas, aunque ficcionales; ahora todos los relatos que atraviesan la creación de algo tan complejo como una “identidad rioplatense” son atravesados por un humor absurdo y exaltado. Así sucede con Pampa escarlata, un potente espectáculo que nació del off porteño, que se estrenó en febrero de 2020 y, a las pocas semanas, le llegó –como a todos– la pandemia con sus sucesivas cancelaciones y dejó latente el desarrollo de lo que anticipaba ser una luz poderosa en el teatro de Buenos Aires.

Esta obra escrita y dirigida por Julián Cnochaert, ópera prima de un joven creador, ubica la historia en el siglo XIX y en Inglaterra . Hay una mujer de la aristocracia que desea ser una pintora consagrada y un maestro en sillas de ruedas que detesta el trabajo de su alumna. Desde esa primera situación, la obra comienza un viaje delirante en búsqueda del motor de la creación . En palabras de su autor: “ Es una obra que indaga sobre el plagio, la apropiación cultural, la constitución del artista y el binomio civilización-barbarie. Una excusa para desplegar enormes caudales de actuación y una defensa del teatro como la posibilidad de una aventura épica ”. Desde la dramaturgia, el texto articula narración y diálogos, con un lenguaje barroco, expresiones excesivas y hasta un decir rítmico que transportan al espectador a un espacio extra cotidiano poderoso.

Hay tres personajes en este espectáculo: Mildred Barren, la damisela de sociedad que anhela ser una pintora ilustre. Su profesor de pintura, el célebre Woodcock y su criada Isidra, una chinita pampeana traída de Argentina. Entre ellos tres, se desarrolla un relato que se pregunta por el estatuto de la obra de arte, es decir, ¿Existe lo original? ¿Qué hace que una obra se eleve a la categoría de arte? ¿Quiénes lo legitiman? ¿Cómo? Si hay posibles respuestas a estas preguntas, se desarrollarán en una acción dramática estallada que lleva los hechos a lugares insólitos. Alguna clave de lectura se puede encontrar en el título de la obra: la gran pampa argentina atravesada por el rojo escarlata. De alguna manera, preguntarse de quién es el arte, dónde nace el arte nacional es también preguntarse de quiénes son las tierras.

Tan potentes como la dramaturgia son las actuaciones de Pampa escarlata. El trabajo de su protagonista Lucía Adúriz es un hallazgo deslumbrante sobre las posibilidades de un cuerpo cargado de recursos , desde la voz, la gestualidad, las miradas, el lento derrumbe y los momentos más hilarantes. Adúriz captura la mirada y hasta el final del espectáculo genera asombro por la fuerza y desmesura de su actuación, que combina recursos del clown, la comedia de situación, el teatro físico y los juegos del lenguaje. Pablo Bronstein y Carolina Llargues se suman con habilidad al código de actuación que pide este espectáculo, para terminar de pintar este paisaje que pasa de la gauchesca a lo gótico, en un mundo inglés del siglo XIX.