Exclusiva del libro de Harry: el contexto del comentario “he matado a 25 talibanes” publicado por primera vez

Harry, fotografiado durante un servicio el Día del Recuerdo de los Soldados Caídos en Afganistán en 2014, reveló que mató a 25 combatientes talibanes. (Getty Images)
Harry, fotografiado durante un servicio el Día del Recuerdo de los Soldados Caídos en Afganistán en 2014, reveló que mató a 25 combatientes talibanes. (Getty Images)

Yahoo publica por primera vez el extracto completo de las memorias del príncipe Harry “En la sombra”, en las que detalla su controvertido “recuento de muertes” de combatientes talibanes en Afganistán.

El duque de Sussex ha recibido duras críticas después de que los medios de comunicación revelaran que mató a 25 insurgentes talibanes mientras sirvió como piloto de un Apache en 2012/13 durante una de las dos veces que estuvo en Afganistán.

(Puedes leer el extracto completo de 987 palabras a continuación)

El contenido del libro se mantuvo en secreto durante el período previo a su lanzamiento, programado para el 10 de enero, pero salió a la venta accidentalmente en España el jueves, aunque luego lo retiraron rápidamente de las librerías.

En Estados Unidos también se han filtrado copias de las memorias y el periódico The Guardian en el Reino Unido publicó algunos extractos sobre la afirmación de Harry de que el príncipe Guillermo lo agredió físicamente.

Un coronel retirado del ejército británico, un alto líder talibán y un exsecretario de Defensa son algunas de las varias figuras de alto rango que han acusado al duque de volverse contra su “otra familia, el ejército”. También lo han acusado de poner en peligro su propia seguridad al revelar su “recuento de muertes” de los talibanes.

Harry y su compañero piloto corriendo hacia sus helicópteros Apache mientras servían en Afganistán en 2012. (Getty Images)
Harry y su compañero piloto corriendo hacia sus helicópteros Apache mientras servían en Afganistán en 2012. (Getty Images)

Sin embargo, Harry también ha recibido apoyo dentro del ejército.

En respuesta a las críticas que señalan que Harry no podía saber el número de insurgentes que mató, su amigo y medallista de los Juegos Invictus JJ Chalmers dijo: “en Modern Warfare todo se ‘registra, literalmente’, se lleva la cuenta, no lo hace el piloto sino quienes lo observan y comandan. La guerra es un infierno y quienes la viven en primera persona conocen el contexto, por lo que en última instancia pueden reflexionar sobre ello como les parezca”.

Su compañero veterano Dave Henson afirmó: “El contexto lo es todo, es crucial para apoyar una narrativa específica. Es inútil criticar frases o cifras aisladas”.

Nathan Jones, un ex piloto de la Real Fuerza Aérea que compitió en los Juegos Invictus y ahora aboga por la salud mental, dijo: “En este momento, mucha gente está expresando opiniones muy negativas sobre el príncipe Harry y la mayoría no conoce los antecedentes de lo que están diciendo o comentando. Ten cuidado con lo que dices porque las palabras pueden hacer mucho daño”.

Yahoo Noticias del Reino Unido ha visto una versión en inglés del extracto completo del libro y la ha publicado en su totalidad.

El pasaje en cuestión señala:

  • La admisión de Harry de que lo habían entrenado bien para “deshumanizar” a los insurgentes talibanes para permitirle matarlos, un hecho que reconoció como “problemático”.

  • Que la referencia de Harry a esas 25 “muertes” es un número preciso basado en un “tiempo grabado y una revisión cuidadosa” de cada vídeo tomado desde el helicóptero Apache y que ninguna de las misiones en las que le quitó la vida a un combatiente enemigo fue “irregular”.

  • El arrepentimiento de Harry por no haber podido ayudar a un grupo de gurkhas inmovilizados por combatientes talibanes.

  • Más información sobre su descripción de Afganistán como una “guerra de errores”, una opinión que Harry y otras personas temían que fuera cierta.

Carlos y Guillermo recibiendo a Harry a su regreso a Inglaterra tras prestar servicio en Afganistán, en 2008. (Getty Images)
Carlos y Guillermo recibiendo a Harry a su regreso a Inglaterra tras prestar servicio en Afganistán, en 2008. (Getty Images)

El extracto completo de 987 palabras a continuación:

(Ya puedes reservar el libro aquí)

Seguimos las dos motos a través de varios pueblos, mientras nos quejamos de la burocracia de la guerra y la reticencia de los superiores a dejarnos hacer aquello para lo que nos habían entrenado. Quizá, en nuestras quejas, no éramos tan diferentes de los soldados de todas las guerras. Queríamos luchar: no entendíamos los conflictos mayores ni la geopolítica subyacente. El panorama completo. A menudo algunos comandantes decían en público y en privado que temían que por cada talibán muerto aparecieran tres más, por lo que fueron muy cautelosos. A veces sentíamos que los comandantes tenían razón: estábamos creando más talibanes. Pero tenía que haber una solución mejor que limitarnos a merodear mientras masacraban a inocentes.

Cinco minutos se convirtieron en diez y luego en veinte.

Nunca nos dieron permiso.

Cada asesinato fue grabado en vídeo.

Los Apaches lo vieron todo. La cámara en el morro lo grabó todo. Después de cada misión se revisaba cuidadosamente ese vídeo.

De vuelta a Bastión, entrábamos en la sala de proyección de armas, poníamos el vídeo en una máquina y proyectaba la muerte en televisores de plasma montados en la pared.

El comandante de nuestro escuadrón metía la cara en las pantallas, examinando y murmurando con disgusto. Ese hombre no se limitaba a buscar errores, sino que estaba sediento de ellos. Quería atraparnos cometiendo un fallo.

Le decíamos cosas terribles a sus espaldas. Estuvimos a punto de decírselas en su cara. Mira, ¿de qué lado estás?

Pero eso era lo que quería. Intentaba provocarnos para que dijéramos lo indecible.

¿Por qué?

Decidimos que era envidia.

El príncipe Harry patrullando la ciudad desierta de Garmisir en la provincia de Helmand, Afganistán, en 2008. (Getty Images)
El príncipe Harry patrullando la ciudad desierta de Garmisir en la provincia de Helmand, Afganistán, en 2008. (Getty Images)

Le comía por dentro el hecho de que nunca había apretado un gatillo en la batalla. Nunca había atacado al enemigo.

Así que nos atacó.

A pesar de sus esfuerzos, nunca encontró nada irregular en ninguna de nuestras muertes. Formé parte de seis misiones que terminaron con la vida humana y el hombre que quería crucificarnos consideró que todas fueron justificadas. Pienso lo mismo.

La actitud del comandante del escuadrón era tan execrable porque estaba explotando un miedo real y legítimo. Un miedo que todos compartíamos. Afganistán fue una guerra de errores, una guerra que causó enormes daños colaterales: miles de inocentes muertos y mutilados, y eso siempre nos perseguía. Así que cuando llegué, desde el primer día, me propuse nunca acostarme dudando de si había hecho lo correcto o si mis objetivos eran adecuados, siempre que hubiera disparado a los talibanes y solo contra los talibanes, sin civiles cerca. Quería regresar a Gran Bretaña con mis dos piernas, pero aún más importante era volver a casa con mi conciencia intacta. Eso significaba ser consciente de lo que estaba haciendo y por qué lo hacía en todo momento.

La mayoría de los soldados no pueden decirte con precisión a cuántas personas han matado. En el fragor de la batalla a menudo se dispara indiscriminadamente. Pero en la era de los Apaches y los ordenadores portátiles, todo lo que hice en el transcurso de las dos salidas de combate fue grabado, con marca de tiempo. Siempre podía decir con precisión cuántos combatientes enemigos había matado. Y creí que era vital no rehuir ese número.

El príncipe Harry usando una mira monocular sentado en la cabina de su helicóptero Apache en 2012. (Getty Images)
El príncipe Harry usando una mira monocular sentado en la cabina de su helicóptero Apache en 2012. (Getty Images)

Aprendí muchas cosas en el Ejército, una de las más importantes es la rendición de cuentas.

Entonces, mi número: veinticinco. No fue una estadística que me llenase de orgullo, pero tampoco me avergonzó. Por supuesto, habría preferido no tener ese número en mi currículum militar o en mi mente, pero también habría preferido vivir en un mundo donde no hubiera talibanes, un mundo sin guerra. Sin embargo, incluso yo, que de vez en cuando tengo un pensamiento mágico, sé que algunas realidades simplemente no se pueden cambiar.

Mientras estaba sumergido en el fragor y la confusión del combate, no pensé en esos 25 como personas. No puedes matar a la gente si piensas que son personas. Realmente no puedes dañarlos si piensas que son personas. Eran piezas de ajedrez quitadas del tablero, malos eliminados antes de que pudieran matar a los buenos. Había sido bien entrenado para “deshumanizarlos”. En cierto punto reconocí este desapego aprendido como un problema, pero también lo vi como una parte inevitable de ser soldado.

Esa era otra realidad que no se podía cambiar.

El príncipe Harry intentando arrancar una motocicleta abandonada en el desierto en la provincia de Helmand, Afganistán, 2008. (Getty Images)
El príncipe Harry intentando arrancar una motocicleta abandonada en el desierto en la provincia de Helmand, Afganistán, 2008. (Getty Images)

No quiere decir que yo fuera una especie de autómata. Nunca olvidé cuando estuve en la sala de televisión en Eton, la de las puertas azules, viendo cómo se derretían las Torres Gemelas mientras la gente se arrojaba desde los techos y las ventanas. Nunca olvidé a los padres, las parejas y los hijos que conocí en Nueva York sosteniendo las fotos de sus madres o padres que habían sido aplastados, vaporizados o quemados vivos. El 11 de septiembre fue vil e imborrable. Todos los responsables, junto con sus simpatizantes y facilitadores, sus aliados y sucesores, no eran solo nuestros enemigos, sino enemigos de la humanidad. Luchar contra ellos significaba vengar uno de los crímenes más atroces que se ha cometido en la historia del mundo y evitar que volviera a suceder.

A medida que mi servicio llegaba a su fin, en la Navidad de 2012, me planteé algunas preguntas y tuve reparos sobre la guerra, pero ninguna de ellas era moral. Todavía creía en la misión y los únicos disparos en los que pensé dos veces fueron aquellos que no hice.

Por ejemplo, la noche en que nos llamaron para ayudar a unos gurkhas. Un grupo de combatientes talibanes los inmovilizaron y cuando llegamos las comunicaciones se interrumpieron, por lo que simplemente no pudimos ayudar. Eso todavía me persigue: escuchar los gritos de mis hermanos gurkha por la radio, recordar a cada gurkha que había conocido y querido, y que me impidieran intervenir.

El príncipe Harry sentado con unos soldados gurkha en la provincia de Helmand, Afganistán, 2008. (Getty Images)
El príncipe Harry sentado con unos soldados gurkha en la provincia de Helmand, Afganistán, 2008. (Getty Images)

Cuando preparé mis maletas y me despedí, fui honesto conmigo mismo: reconocí muchos arrepentimientos. Pero eran saludables. Me arrepentí de las cosas que no había hecho, de los británicos y los yanquis a los que no había podido ayudar.

Lamenté no haber terminado el trabajo.

Pero, sobre todo, lamenté que fuera hora de irme.

Emma Mackenzie y Stuart Henderson