Una experta en crononutrición explica por qué niños y mayores debemos dejar de cenar después de las 9

Consumir calorías a última hora del día está asociado con la obesidad y el síndrome metabólico. (Foto: Getty)
Consumir calorías a última hora del día está asociado con la obesidad y el síndrome metabólico. (Foto: Getty)

Los adultos que cenan tarde tienen mayor obesidad y un riesgo cardiovascular aumentado. Lo sorprendente es que esto pase ya en niños de 8 años, según un nuevo estudio de la Universidad de Harvard que sugiere que los tardíos horarios españoles afectan también a la salud de los niños.

Esta es la conclusión principal de dos trabajos científicos sobre crononutrición realizados por Marta Garaulet, doctora en Farmacia, catedrática de Fisiología y Nutrición de la Universidad de Murcia e investigadora en la Universidad de Harvard.

La importancia de cuándo se come

Tras años de estudio, la especialista ha llegado a importantes conclusiones sobre cómo afectan los horarios de las cenas en la salud de los niños. Su último análisis, elaborado junto a Frank Scheer, su compañero en el reconocido centro universitario norteamericano, y Nuria Martínez Lozano, ha sido publicado en la revista Nature y ha revelado que ingerir alimentos más tarde de las nueve de la noche supone un problema para los niños porque “gastan menos energía en metabolizar los alimentos de su cena y eso influye en que presenten más riesgo de engordar”, además de tener alterados sus ritmos biológicos.

“Aunque comas exactamente lo mismo, si lo comes a horas diferentes puedes tener un efecto distinto sobre la absorción de nutrientes, o la utilización o el gasto energético o su valor metabólico”, explica esta doctora en Farmacia y nutricionista.

En este caso, tras analizar a un grupo de 432 menores de 8 a 12 años, los investigadores concluyeron que los niños españoles cenan a las 20:45 horas de media. Casi en el límite de lo que se considera saludable; los que realizan la última comida del día después de las 21.00 horas ya lo hacen tarde.

De hecho, este segundo grupo de menores, actualmente sin patologías, presenta unos marcadores de inflamación y de riesgo vascular (Proteína C reactiva) que son predictores de lo que les puede pasar cuando sean adultos.

Por tanto, cenar después de las nueve tiene graves consecuencias para la salud infantil. “Estos niños tienen el doble de riesgo de tener obesidad y, si no cambian los hábitos, tendrán problemas cardiovasculares de mayores”, apunta Garaulet.

Según la crononutrición, la hora a la que realizas cada una de las ingestas diarias es tan importante como lo que pones en el plato. (Foto: Getty)
Según la crononutrición, la hora a la que realizas cada una de las ingestas diarias es tan importante como lo que pones en el plato. (Foto: Getty)

Asimismo, la experta mundial en crononutrición también afirma que en el organismo de las personas adultas pasa algo similar. Estudios anteriores realizados por este mismo equipo (en 3600 sujetos adultos) también muestran que aquellos que cenan tarde (después de las 21.00 horas) tienen mayor obesidad y un riesgo cardiovascular aumentado.

En la cena, “vimos que cuando una misma persona tomaba unos ravioli con tomate y un melocotón en almíbar tenía un efecto sobre la tolerancia a la glucosa mucho peor cuando cenaba tarde (solo una hora antes de irse a la cama frente a cuatro horas antes de irse a dormir). Podemos concluir que cenar tarde provoca una peor asimilación de los hidratos de carbono en nuestro organismo”.

“Pero esto lo sabíamos. Lo sorprendente es que esto pase ya en niños de 8 años. No esperábamos resultados tan rotundos en menores”, reconoce Garaulet.

Sueño y comida, malos compañeros

Por otro lado, la alimentación es uno de los sincronizadores más importantes de nuestro reloj interno, junto con la luz y el ejercicio. “Cuando comemos, ponemos en hora los relojes periféricos de los órganos implicados en la digestión, como el tejido adiposo, el páncreas, el hígado, el intestino y el estómago. Si comemos a deshora, se produce un desfase con el reloj central, situado en el hipotálamo. Esto provoca una cronodisrupción. Y esta situación se ha relacionado con depresión, cáncer, obesidad, diabetes, Alzhéimer, y en general con todas las enfermedades degenerativas”, razona la investigadora.

Varios estudios han demostrado una relación entre el horario de las comidas y la predisposición a padecer ciertas enfermedades como diabetes y obesidad. A esta disciplina, que consiste en respetar el ritmo natural del organismo e ingerir los alimentos cuando el cuerpo se encuentre más preparado para asimilarlos, se la conoce como crononutrición. (Foto: Getty)

Tal y como aconseja la catedrática, lo ideal sería que toda la familia cenase antes de las 9 de la noche y si esto no es viable, que al menos lo hagan los más pequeños de la casa. Es decir, hay que adelantar la cena hasta dos horas y media antes de acostarse. De esta forma mejoraría el metabolismo y disminuiría el riesgo de obesidad y de enfermedad vascular.

Otra solución sería acostumbrar a los niños a hacer una merienda cena. Y durante estas dos horas previas al sueño, los niños (y los adultos) no deberían hacer deporte, ni comer, ni tener luz intensa directa del móvil a los ojos, ni tablets. “Televisión sí podrían ver, porque suele estar a una distancia considerable. Las familias también deberían procurar un ambiente de casa con menos luz, o luz tenue y amarilla, luces indirectas, de mesilla… En ningún caso luces blancas intensas, ya que suprimen la melatonina”, concluye la experta.

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