El fabuloso debut de Ana de Armas en la alfombra dorada de los Oscars
La actriz cubana estaba nominada por su impecable interpretación de Marilyn Monroe
'No pestañees que te lo pierdes' es lo que ha debido pensar Ana de Armas nada más pisar por primera vez la alfombra dorada –y no roja, has leído bien– del teatro Dolby de Los Ángeles. Las comparaciones con Marilyn Monroe se han repetido una y otra vez en los últimos meses, y a menudo ha sido la propia intérprete cubana quien las ha propiciado pues, desde que diera vida a la rubia más famosa del siglo XX en la película Blonde, los guiños a ella han sido constantes.
A través de su peinado, su maquillaje y sus estilismos, Ana nos ha recordado una y otra vez a la californiana y la noche en la que pudo haber recibido su primera estatuilla dorada (aunque no lo consiguió) precisamente por ese papel, no iba a ser menos. Así, llegó al teatro Dolby de Los Ángeles con un vestido dorado ajustado y de silueta sirena con el que lucía impresionante. Un diseño con el que perfectamente podríamos imaginarnos a Marilyn Monroe en los años 50.
Deslumbrante con un elegante diseño en color champán de Louis Vuitton, firma de la que es embajadora, entallado y adornado con una falda de volantes como guiño puramente español, la intérprete, de 34 años, fue ovacionada a su llegada al teatro como nominada por su fascinante interpretación de Marilyn Monroe en Blonde, un reconocimiento que la diva de Hollywood nunca recibió. Completó su look con la melena suelta con raya al medio y acabada en ondas, y joyas de la Maison.
En contraste con el elaboradísimo vestido, Ana se decantó por un look de belleza muy natural, sobre todo si nos fijamos en el cabello. Dejando a un lado recogidos complicados y ondas Old Hollywood -que sí eran las favoritas de Marilyn-, prefirió lucir su melena lisa, con las puntas en movimiento y raya central; un peinado obra de la prestigiosa estilista Jenny Cho.
El maquillaje corrió a cargo de Mélanie Inglessis, quien también suele preparar a otras estrellas como Jenna Ortega o Emma Roberts. Estaba centrado en la mirada de la cubana, cuyo color verde ha resaltado con sombras rosadas y máscara de pestañas, con la piel luminosa y los labios nude como acompañantes secundarios. El resultado, junto al vestido dorado era elegante y sexy, sencillo pero especial.
Su primera vez en la gala de los Oscar
Aunque ya había ido a fiestas de los Oscar en años anteriores, ha sido la primera vez de Ana de Armas en la gala. La ocasión lo merecía y la actriz estuvo acompañada de su novio, el vicepresidente de Tinder Paul Boukadakis, que no podía estar más orgullosa de ello. Por primera vez posaron juntos, protagonizando esta foto tan bonita que ya quedará para el recuerdo.
"Es un momento muy especial, es una pena que Marilyn no tuviera un reconocimiento. Estoy muy, muy feliz después de tanto esfuerzo que este sea el final", señaló nada más pisar la alfombra del teatro Dolby de Los Ángeles. "Estoy sola, no está mi director (Andrew Dominik), y me siento como que estoy representando a todos mis compañeros", añadió, no sin antes añadir que lo mejor de esta temporada "han sido todos los momentos que ha compartido con todos los actores nominados".
Convertirse en una de las grandes divas de Hollywood ha sido, sin duda alguna, un antes y un después en la vida profesional y personal de Ana de Armas. Sin embargo, la noche del Oscar fue el momento ideal para decir adiós a su querida Marilyn. Esta 'despedida' quedó reflejada en la fiesta de Vanity Fair que se celebró después de los Oscar. La protagonista de Deep Water, Blade Runner 2049 o Sin tiempo para morir se cambió de vestido y lució una imagen totalmente diferente.
Ana volvió a apostar por Louis Vuitton, firma de la que es imagen, pero se desprendió de su lado más Monroe para presumir de figura con este sensacional diseño con una sugerente abertura lateral que dejaba al descubierto sus sandalias plateadas. Se trata de un vestido hecho a medida de tul bordado con dibujo de flores bordado con lentejuelas que está inspirado en las vidrieras de la casa familiar de Louis Vuitton en Asnières, y que, a día de hoy, es un museo y fábrica de los baúles y pedidos especiales de la Maison.