Para toda la familia. Adrián Lacroix, el mago elegido por David Copperfield, en busca del asombro perdido

El mago argentino Adrián Lacroix
El mago argentino Adrián Lacroix - Créditos: @MAURO ALFIERI

De niño seguía y admiraba la magia de David Copperfield. Pero no tanto las grandes ilusiones, en las que el norteamericano hacía desaparecer la Estatua de la Libertad o atravesaba la Muralla China, sino por los trucos que hacía con elementos cotidianos: traspasaba dos banditas elásticas sin cortarlas, o rompía un billete con un lápiz y lo restauraba. “Me fascinaba el concepto de agarrar un elemento ordinario y hacer algo extraordinario“, dice Adrián Lacroix, el ilusionista que presenta hoy su show Nomad con entradas agotadas, por lo que se programó una nueva función para el mes próximo.

A lo largo de su carrera, Lacroix mantuvo la impronta minimalista, de generar sus “efectos“, como llama a su magia, sin gran despliegue de aparatosidad. Más aún a partir de que se inclinó por el mentalismo, por la interacción con el espectador. A pesar de las 600 butacas ocupadas en el teatro, de la pantalla que puede acercar detalles, plantea un show intimista, en el que se multiplique a lo largo y ancho de la platea el asombro del espectador que suba al escenario para que el mago adivine sus pensamientos.

Nomad es la estación final de un largo viaje que llevó a Lacroix desde el primer enclaustramiento de la pandemia a cruzarse con los magos más reconocidos de los Estados Unidos, desde el mismo Copperfield al ilusionista David Blaine y el dúo de magos comediantes Penn & Teller.

"La magia real, los secretos reales están en lo que rodea esas ilusiones, en lo que tiene que ver con la representación, con la dinámica que se da con el público", afirma Lacroix
"La magia real, los secretos reales están en lo que rodea esas ilusiones, en lo que tiene que ver con la representación, con la dinámica que se da con el público", afirma Lacroix - Créditos: @MAURO ALFIERI

Una cosa llevó a la otra: en cuarentena ideó nuevas técnicas para una magia virtual, a través de las pantallas . “Era un terreno muy virgen, apto para desarrollar ideas nuevas“, rememora Lacroix. Para evitar la sospecha de que el mago estuviera manipulando la situación con asistentes y elementos fuera del marco de la pantalla, trasladó la realización de la ilusión al otro lado de la pantalla, a las mismas manos de los espectadores.

“ Diseñé efectos que puedan suceder en la casa de los espectadores cuando el performer no está físicamente ahí. Sacás al ilusionista del lugar donde sucede la magia y tenés entonces un imposible absoluto , es la magia pura: el tipo no estuvo acá, no tocó nada, no manipuló ningún objeto. Y de golpe la magia funciona, pasan cosas inexplicables: una carta se eleva de un mazo que el espectador virtual tiene en su mano. O se mezclaba un mazo de póker y con las cartas boca abajo varios espectadores por zoom decían cuál colocar a la derecha y cuál a la izquierda, formándose dos pilones. Al finalizar y dar vuelta las cartas se ve que de un lado estaban todas las rojas, y del otro todas las negras. Yo estaba en mi casa y la otra persona podía estar incluso en otro país.“

El efecto fue mágico también para la trayectoria de Lacroix: los grandes de las ilusiones se fijaron en lo que estaba haciendo. Copperfield lo invitó a hacer uno de esos shows virtuales para su familia y lo invitó a Las Vegas . Blaine le solicitó que lo asesorara en Nueva York para armar algo similar. Penn & Teller buscaron en Lacroix inspiración para su show en televisión. De los Estados Unidos a Europa, a cruzarse con la cuna del mentalismo en Inglaterra, con las sobremesas de cartomancia que cultivan los magos españoles... Y a la vuelta, la oportunidad de presentar un show de magia en un teatro grande, algo que hacía rato no se veía en Buenos Aires.

Copperfield invitó a Adrián Lacroix a hacer uno de esos shows virtuales para su familia y lo invitó a Las Vegas
Copperfield invitó a Adrián Lacroix a hacer uno de esos shows virtuales para su familia y lo invitó a Las Vegas - Créditos: @MAURO ALFIERI

Lacroix asegura que para generar su arte de ilusionista se deja llevar por donde lo lleve el camino, a la manera del flâneur, al modo que lo caracterizaba Charles Baudelaire: un paseante sin rumbo definido, que descubre cosas que pasaban inadvertidas.

“Voy paseando por eso que llaman vida, es la forma que tengo de asombrarme también yo, porque siendo ilusionista uno termina siendo muy escéptico, muy descreído de todo, conocés las trampas, conocés las mentiras y las ves en la cotidianidad. Esto de salir sin rumbo es entonces la forma que tengo de estar en contacto con la magia de la vida, la magia del mundo, de dejar que la magia ocurra...“

El show, anticipa, tiene un hilo narrativo a lo largo de ese itinerario 2020-21 entre pandemia, famosos magos colegas de los que aprehendió recursos y modos, encuentros casuales con personalidades que abren la mente, una página arrancada de una revista de avión, su mazo de cartas de diseño personal que tiene por rey de corazones a su admirado maestro mago René Lavand, un cubo Rubix misteriosamente encerrado en una botella (“un objeto imposible“, lo llama…).

“Damos todo por sentado, cuando la magia es que estemos vivos, está en cómo escuchamos, vemos, nos comunicamos.“ Para Lacroix la magia que él ejerce no pasa por el poder de leer la mente, sino por crear una situación de asombro, de revalorizar la capacidad de sorprenderse. Cuenta que un jefe esquimal le dijo a un gran mago norteamericano que había ido a dar un show en Alaska: “Vemos que la gente de tu tribu debe estar muy enferma, para necesitar de una persona como vos que por trucos les recuerde la magia que los rodea constantemente en el mundo y no pueden ver“.

¿Hay una lucha del mago contra el escepticismo del público? Lacroix prefiere ponerse del mismo lado. “Yo me presento como un escéptico, entonces ya tego la mitad de la batalla ganada, porque no pretendo decir que tengo un poder que no poseo. Me planto firme y les digo ‚yo voy a hacer esto que es imposible‘. No importa cómo lo hago, lo voy a llevar a cabo.“

En España dicen „me hace ilusión“ cuando algo despierta un especial interés, cuando algo transporta a la persona a un lugar grato. Lacroix parece entender sus ilusiones sobre el escenario como bisagra para esa sensación de elevación: “Algunas cosas van a ser verdad, otras no. Da igual. No me interesa, me interesa la experiencia que va a tener el público. SI la persona en la butaca quiere estar todo el tiempo tratando de dilucidar cómo lo hice, se va a perder de relajarse y divertirse.“

“Claro que todo el mundo intenta saber cómo son las cosas, aunque disfrutes la magia, necesitás intentar adivinar para poder decir ‚'es imposible, es asombroso‘. Pero lo que suele pasar, si el performer es bueno, es que después de los primeros tres efectos en un show, el espectador baja la guardia, dice ‚'bueno, esto va por acá, ya no tiene sentido seguir luchando, vamos a disfrutar porque si no vamos a estar toda la noche en tensión, vamos a dejarnos llevar‘. Alguna cosa podrán discernir, otra no, otra no tendrán idea. La experiencia es lo que importa, que sea única.“

Lacroix diferencia la mecánica del truco del efecto que genera . “¿Querés saber cómo son los efectos de magia? Entrás en YouTube y te los explica un nene de ocho años, los trucos por lo general no son complejos, no son la novena maravilla. La magia real, los secretos reales están en lo que rodea esas ilusiones, en lo que tiene que ver con la representación, con la dinámica que se da con el público .“

¿Puede fallar un truco? “Fallan cosas constantemente. Por eso casi siempre hay plan B, pero hay veces que fallan cosas de modo que es imposible salir de la situación, es parte de lo que hacemos. Normalmente tengo un backup, la mayoría no representan mayor riesgo. Pero algunas cosas tienen sus salidas y otras no. Trato de minimizar los riesgos, pero son parte del trabajo en vivo. Hacer algo diferente tiene que ver con tomar riesgos.“

"Damos todo por sentado, cuando la magia es que estemos vivos, está en cómo escuchamos, vemos, nos comunicamos", afirma el ilusionista
"Damos todo por sentado, cuando la magia es que estemos vivos, está en cómo escuchamos, vemos, nos comunicamos", afirma el ilusionista - Créditos: @MAURO ALFIERI

Lacroix toma distancia de los shows de magia que hacen foco en la construcción de un discurso humorístico. “El misterio y el asombro son los pilares de cualquier evento de ilusionismo. Los chistes terminan matando el asombro y el misterio, se pierde el impacto“. Más allá de que la risa, como el aplauso, son recursos para liberar tensiones. “La reacción genuina ante un imposible, de asombro por lo mágico, es el silencio absoluto, de quedarse pensando cómo es posible…“, afirma.

El truco se convierte así, según Lacroix, en un recurso artístico para devolver al espectador su capacidad de asombro. “El arte es comunicar una verdad a través de una mentira, como dijo Picasso. Cuando uno es chico puede decir las cosas sin filtro. Al crecer, con la educación, los encasillamientos y demás, se pierde esa capacidad. Entonces surge el arte como una forma de poder expresar las cosas que uno siente, lo que le sale por los poros sin saber cómo decirlas. Algunos lo hacen por la pintura, la música, la danza o el fútbol. Como Messi, que es un artista con la pelota: se expresa de esa manera y no necesita las palabras. A cada uno le sale a su manera. En mi caso, es la magia, el ilusionismo. Es eso.“

Para agendar:

Nomad, en ND Ateneo, Paraguay 918, hoy y el jueves 24 de noviembre, a las 20. Entradas por Plateanet.