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Noemí Jabois Damasco, 27 dic (EFE).- En el suburbio damasceno de Mezzeh 86, las fuerzas de seguridad de los grupos insurgentes suníes que derrocaron al presidente sirio Bachar al Asad bajan de la colina a un participante en las manifestaciones del miércoles por parte de la minoría alauita, de la que se nutría buena parte del depuesto régimen sirio. Entre gritos, el hombre es escoltado por la cuesta que baja de un núcleo alauita al que está prohibido entrar temporalmente y es metido a un vehículo, ante la atenta mirada de otros efectivos armados desplegados en el barrio para tratar de mantener la paz en medio de las nuevas tensiones sectarias. Esta semana, la transición siria se ha visto salpicada por sus primeros incidentes de violencia interna, que comenzaron con mortales protestas alauitas, y siguieron con choques entre remanentes del régimen y el mando militar liderado por la alianza islamista Organismo de Liberación del Levante (HTS, en árabe). Llamados a la unidad Hace dos días, miles de miembros de la minoría alauita, derivada del chiísmo, salieron a las calles en varios puntos del país a raíz de la difusión de un vídeo que muestra un ataque contra un templo importante para su fe y que las autoridades interinas aseguran fue grabado hace semanas. Las manifestaciones dejaron varios muertos y requirieron la imposición de toques de queda, así como el envío de refuerzos de seguridad a las zonas afectadas: Mezzeh 86, la provincia central de Homs y las costeras Tartus y Latakia, el corazón alauita en este país de mayoría suní. Sheij Faisal Bin Hazim, presidente de uno de los comités populares en Mezzeh 86, lamenta a EFE que en este extrarradio capitalino las protestas fueron espontáneas pero "no pacíficas" y que los participantes gritaron consignas "que claramente llamaban al conflicto sectario". Representante de otra de las comunidades locales, está involucrado en los esfuerzos para evitar que la situación derive en un "callejón sin salida" con los alauitas, que afirma residen aquí "en grandes números" desde la década de los 80. "Hay intereses externos trabajando día y noche para incitar un conflicto sectario. Han estado explotando a alguna gente de mente débil desde la liberación del país para sofocar nuestra alegría en general", denuncia Bin Hazim en el lugar del incidente, aún salpicado de casquillos de bala. "Fuimos liberados del sectarismo y seguiremos liberados, no dejaremos que nadie perturbe nuestra paz", zanja. El jueves, el núcleo alauita arriba de la cuesta estaba bajo una suerte de toque de queda y no se permitía la entrada ni salida de residentes, a la espera de que las partes alcanzaran un "acuerdo" para dejar atrás el pico de tensión en Mezzeh 86, según el residente Ali Shteif. "Solo estamos tratando de evitar caos y protestas, no hay ningún problema y todo está bien gracias a Dios", asevera el vecino a EFE, quitando hierro a la situación. ¿Mano iraní? En plena resaca de las protestas, una emboscada por parte de remanentes del régimen de Al Asad en Tartus acabó con la vida de 14 efectivos del Ministerio de Interior interino, provocando el inicio de una campaña de seguridad a gran escala contra ellos en varios puntos del país. Hoy mismo, la ONG Observatorio Sirio de Derechos Humanos anunció en un comunicado que las autoridades interinas han disuelto la milicia alauita 'Batallón de los Mártires de Talkalakh' en Homs, después de que varios de sus miembros murieran o fueran arrestados. Mientras el país trata de mantenerse unido ante las nuevas tensiones sectarias, algunos acusan a Irán, aliado de Al Asad y que tuvo que retirar a sus milicias de Siria tras la caída del régimen. El domingo, el líder supremo iraní, Ali Jameneí, se mostró optimista de que los jóvenes sirios se vayan a resistir al nuevo Gobierno. "El problema es que algún país les da apoyo, cada día les manda mensajes, manda dinero para Siria. Para ser concretos, Irán", sentencia en declaraciones a EFE el vecino de Mezzeh 86 Majid Hassan. Preguntado por su comunidad, el hombre prefiere no decir que él no es alauita, sino que en su lugar responde con una reivindicación de unidad: "No tenemos nada de eso en Siria". En esta línea, insiste en que las diferentes religiones son "como un equipo". "El problema aquí es que estamos en la lucha, no terminamos, no tenemos un presidente. Durante unos tres meses, necesitamos que toda la gente se relaje, no hay necesidad de objetar, no hay necesidad de luchar, no hay necesidad de nada", apela el hombre. "Necesitamos que la gente se quede en casa, que entreguen sus armas a la Policía. Necesitamos que la gente piense en Siria, en la nueva Siria", concluye Hassan. (c) Agencia EFE