La fatiga mental es una señal de que tu cerebro está intoxicándose

La fatiga mental
No descansar cuando estamos agotados tiene consecuencias dañinas para nuestro cerebro, tanto a corto como a largo plazo. [Foto: Getty Images]

Vivimos en la “sociedad del cansancio”, según el filósofo Byung-Chul Han. Nos sometemos a un ritmo de vida vertiginoso que nos obliga a correr de un sitio a otro dejando poco espacio para ese dolce far niente que nos permite recargar cuerpo y mente.

Acelerados hasta la médula, nos hemos convencido de que ese estilo de vida es normal e incluso nos sentimos orgullosos de poder con todo - aunque muchas veces eso signifique empujarnos peligrosamente al límite de nuestras fuerza física y mental.

Sin embargo, las agendas a rebosar, los interminables compromisos sociales y familiares, las prisas, trabajar contrarreloj y esas preocupaciones que nos acompañan como nubarrones solo nos pueden conducir a un sitio: el agotamiento.

Para engañar a nuestro cerebro y obligarlo a seguir ese ritmo demencial recurrimos a sustancias estimulantes, desde el café hasta las bebidas energéticas, sin olvidar los complementos – algunos naturales y otros no tanto – que prácticamente nos prometen convertirnos en superhéroes. Pero no ceder a la fatiga tiene consecuencias.

Cuanto más agotado estés, más impulsivo serás

La fatiga genera irritabilidad e impulsividad, haciendo que pierdas el autocontrol. [Foto: Getty Images]
La fatiga genera irritabilidad e impulsividad, haciendo que pierdas el autocontrol. [Foto: Getty Images]

La fatiga mental es una experiencia universal. A pesar de ello, conocemos muy poco sobre el mecanismo que se encuentra en su base o cómo afecta a nuestro cerebro. Hace poco, investigadores del Hospital de la Pitié-Salpêtrière de Paris profundizaron en ese proceso usando la espectroscopía de resonancia magnética.

Analizaron el cerebro de 40 personas a las que indujeron un estado de fatiga mental mediante la realización de tareas cognitivas. La mitad de los participantes realizó una versión fácil y la otra mitad tuvo que resolver problemas mucho más complejos.

Las personas que realizaron las tareas cognitivas más difíciles presentaron una acumulación de glutamato en las sinapsis de la corteza prefrontal, específicamente en la corteza prefrontal lateral. Esas zonas del cerebro son las principales responsables del razonamiento, el control de los impulsos, las actividades intelectuales más exigentes, la búsqueda de soluciones creativas y el autocontrol emocional.

Por tanto, no es extraño que los neurocientíficos también constataran que las personas más agotadas mostraban una mayor preferencia por las recompensas inmediatas. En vez de esperar un poco o esforzarse más para obtener mejores recompensas, optaban por las soluciones más sencillas y rápidas.

Los investigadores explicaron que “cuando el trabajo cognitivo intenso se prolonga durante varias horas, algunos subproductos potencialmente tóxicos de la actividad neuronal se acumulan en la corteza prefrontal. A medida que se acrecienta la fatiga cognitiva, altera el control sobre las decisiones, que se van desplazando hacia las acciones de bajo costo que no requieren mucho esfuerzo ni tiempo de espera”.

Eso significa que, aunque podemos seguir adelante ignorando la fatiga, nuestro nivel de autocontrol se resentirá y seremos más propensos a tomar decisiones impulsivas de las que podríamos arrepentirnos más adelante.

La fatiga mental disminuye nuestra capacidad para mantener el control cognitivo, el cual nos permite adaptar nuestros pensamientos y comportamientos a la situación en la que nos encontramos y nos ayuda a inhibir las conductas automáticas o impulsivas.

Sin embargo, la actividad cognitiva intensa y prolongada - que puede ser desde un trabajo intelectual, ejercer un férreo autocontrol o estar muy preocupados - conduce a la acumulación de subproductos como el glutamato que dificultan la activación de la corteza prefrontal, lo cual disminuye nuestro autocontrol.

Esa es la razón por la cual, cuando estamos agotados después de una jornada extenuante, somos más propensos a elegir alimentos dañinos o reaccionar de manera desproporcionada con irritabilidad y enfado ante el menor contratiempo. Sin embargo, la fatiga mental no solo dificulta el control de los impulsos, sus efectos dañinos van mucho más allá.

El glutamato, tan imprescindible como tóxico para el cerebro

Un exceso o déficit de glutamato puede provocar una disfunción neuronal. [Foto: Getty Images]
Un exceso o déficit de glutamato puede provocar una disfunción neuronal. [Foto: Getty Images]

El glutamato es uno de los neurotransmisores más abundantes en nuestro cerebro, tiene una función excitatoria en las células nerviosas y está involucrado en una multitud de funciones cognitivas.

No solo facilita la neuroplasticidad y promueve la reorganización sináptica, que es la capacidad de nuestro cerebro para transformarse y crear nuevas conexiones que potencian el aprendizaje, sino que también es fundamental para regular el estado de ánimo, responder adaptativamente al estrés y ser más resilientes.

Además, el glutamato regula la intensidad de las conexiones sinápticas, que es la capacidad de las neuronas para transmitir información. Por esa razón, un exceso o déficit de glutamato puede provocar una disfunción neuronal.

Para lograr un funcionamiento cortical normal, el glutamato debe mantenerse en equilibrio con los neurotransmisores inhibitorios. El flujo de glutamato a nivel cerebral normalmente se mantiene bajo control mediante un sistema de “diques” que liberan ese mensajero químico solo cuando y donde se necesita.

Dado que el glutamato se encuentra presente en las células en altas concentraciones, es importante limitar su liberación, no solo porque se trata de un recurso útil en el compartimento intracelular sino también porque se convierte en un subproducto potencialmente tóxico cuando pasa al espacio extracelular.

Las anomalías en la función del glutamato pueden alterar la salud y la comunicación de las neuronas e incluso llegar a provocar la muerte de las mismas. Obviamente, la disfunción y/o muerte de las células nerviosas desencadena o acelera enfermedades devastadoras, como la ataxia, la ansiedad generalizada, la esclerosis lateral amiotrófica y otros trastornos neurológicos y neuropsiquiátricos.

Por consiguiente, si queremos mantener una actividad sináptica adecuada, cuidar nuestro cerebro y salud mental, así como prevenir el daño neuronal causado por la activación excesiva de los receptores de glutamato, deberíamos aplicar algunos cambios en nuestro estilo de vida que nos permitan mantener ese neurotransmisor dentro de niveles normales.

Las 3 claves para mantener el nivel de glutamato bajo control

Para cuidar la salud cerebral debemos aplicar algunos cambios en nuestro estilo de vida. [Foto:Getty Images]
Para cuidar la salud cerebral debemos aplicar algunos cambios en nuestro estilo de vida. [Foto:Getty Images]

El glutamato no solo es sensible al esfuerzo intelectual, se ha comprobado que el estrés crónico puede alterar el funcionamiento de este sistema y reducir la neuroplasticidad. La liberación excesiva de este neurotransmisor en el hipocampo afecta el aprendizaje y la memoria, en la corteza prefrontal provoca fallos en la atención y genera ansiedad cuando se produce en la amígdala.

Por tanto, el primer paso para evitar una liberación excesiva de glutamato a nivel cerebral consiste en mantener el estrés bajo control. Eso significa que debemos revisar nuestras agendas y reorganizar nuestras prioridades. También significa que necesitamos poner en marcha estrategias de afrontamiento del estrés más eficaces y patrones de pensamiento más objetivos que nos permitan ser más resolutivos.

También es importante prestar más atención a la fatiga mental ya que, a fin de cuentas, es un mecanismo neuropsicológico que nos empuja a descansar para evitar los efectos tóxicos del glutamato. En práctica, la fatiga es una señal de alarma que nos indica que debemos reducir la velocidad o parar completamente para preservar la integridad del funcionamiento cerebral.

Por consiguiente, debemos dejar espacio en nuestra jornada para el descanso mental. Debemos asegurarnos de que nuestra mente pueda desconectar adecuadamente del bombardeo constante de estímulos. Un estudio realizado en la Universidad de Rochester comprobó que los niveles de glutamato en el cerebro disminuyen después de dormir, lo cual podría explicar por qué después de una buena noche de sueño nos levantamos con la mente más despejada.

Por último, otra estrategia para evitar la acumulación excesiva de glutamato consiste en practicar la meditación. Investigadores de la Universidad de Zaragoza compararon los cerebros de meditadores de un monasterio zen con los del personal de un hospital y encontraron una correlación negativa entre los años de meditación y los niveles de glutamato. O sea, cuanto más meditaban mayor era la eficiencia del metabolismo del glutamato en algunas regiones del cerebro.

Existen muchísimos tipos de meditación, desde el mindfulness hasta la meditación vipassana, trascendental, con mantras y otras. Aprender alguna de estas técnicas aporta enormes beneficios a nuestra salud mental, trayendo un mayor equilibrio, paz y bienestar a nuestra vida, además de proteger nuestra actividad cerebral.

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