El estigma que cargan las mujeres solteras: "creen que soy muy exigente o tengo algún defecto"

Cuando no eran unas tías impertinentes que te abordaban diciéndote cosas como “te va a dejar el tren”, eras tú misma asustada ante el calendario que marca el fin de la vida fértil. La presión que existía sobre el tema del matrimonio y tener hijos era un leitmotiv en la vida de muchas mujeres hasta sus treinta y pico.

Ya no es tan frecuente el cuchicheo ante la mujer de más de 40 que no se ha casado y no tiene el matrimonio entre sus planes imprescindibles. Las tías se cansaron de decir frases inadecuadas, se resignaron o definitivamente comprendieron que su opinión no era determinante.

“No sé si después que cumplí 40 asumieron que sí iba a ser la solterona y no me dijeron más ese tipo de frases, o es que simplemente a la gente ya no le importa tanto la vida de los demás”, dice Gabriela, mujer soltera de 48 años. “Con tantos divorcios, tanta diversidad en las formas de amar, ya sobran las opiniones ajenas”.

(Getty Creative)
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Carla, otra encuestada para este artículo, no llega a 35 años, opina que nunca debió importarle a nadie la situación amorosa de otras personas, y que hoy en día escucha menos alusiones a su soltería, que por cierto, siempre llegaban de parte de otras mujeres.

Beatriz, de 30 años, no siente una presión de la sociedad porque es soltera, pero sí nota que se juzga su soltería como algo de lo cual debería sentirse culpable. “La gente no lo ve como una decisión propia, sino que seguramente soy muy exigente o tengo algún defecto”.

Ella agrega que lo que más le gusta de ser soltera es ser dueña absoluta de su tiempo y espacio, y aclara que uno debe tener el derecho y el poder de decidir con quién estar por gusto y no por dependencia.

Y es que la dependencia era lo que signaba la historia de la mujer en este sentido, hasta hace muy poco. Aglaia Berlutti, abogada y escritora dedicada a temas de identidad femenina explica que “hace 30 ó 40 años casarse era una decisión que involucraba varios aspectos. Primero el éxito social, asociado con que se consideraba lo correcto que una mujer tuviese una pareja e hijos. Por otro lado, el aspecto económico, una mujer necesitaba a su esposo para mantenerse, administrar el hogar, mantener a los niños, una dinámica que descendía de esta idea del hombre proveedor y la mujer dedicada a cuidar a los hijos”.

“En los 80 y 90, la democratización de los medios de aprendizaje, que también han beneficiado a la mujer y sus cualidades para ser emprendedora y tener sus propios recursos económicos para no depender de nadie, hace que el matrimonio pase a un segundo plano en el sentido económico”.

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Esta es la clave por la que se generan estos nuevos engranajes que dan a la mujer un lugar de independencia y libertad económica. Ya no había que garantizar el futuro con un matrimonio. Sin embargo, el matrimonio sigue constituyendo una pieza importante en la sociedad, pero más como celebración del amor.

En el sentido cultural, siempre será visto como una manifestación del amor, pero ya no es imprescindible, ahora el problema es la resistencia al cambio. Sigue existiendo una gran cantidad de personas que piensa que si una mujer no está casada está de alguna forma afectando sus posibilidades de ser una mujer plena. Esto es lo que la sociedad considera que está relacionado con los éxitos afectivos, sociales, culturales e incluso psicológicos de una mujer”, agrega Berlutti.

“Cuando la mujer decide no casarse, puede que se sienta totalmente satisfecha y no necesite del matrimonio para completarse. Pero en Latinoamérica esto suele ser difícil de entender porque lo habitual es que se alcance este 'éxito social' antes de los 30 años de edad. Mientras en Europa la gente se está casando cada vez más tarde, en Latinoamérica, por ejemplo, tenemos casos como las niñas madres que tienen hijos muy temprano, frecuentemente de un líder delictivo de su barrio, específicamente para obtener protección y prestigio social en su entorno. De manera que la pobreza, la falta de educación y de recursos influyen en estos escenarios sociales".

"Hay una parte del mundo que sabe que una mujer no necesita casarse para nada, solo por amor, si lo desea y si es su decisión; y hay otra parte del mundo que todavía está convencida de que esa decisión está relacionada con la plenitud que debería alcanzar", concluye Berlutti.

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Cuestión de ubicación geográfica

"Tras una relación muy larga, tengo muchos años soltera y definitivamente la sociedad ha mejorado en ese sentido. Nadie pretende ‘arreglarte la vida’ con consejos que no hemos pedido", dice Albe, de 40 años de edad. "Pero creo que si viviera en un pueblo sería diferente".

Y es que la ubicación influye también en estas percepciones. Así opina Nermary Yibirín, activista y autora del libro Poderosas, quien menciona que el estigma de la solterona varía según la ciudad donde estés.

"Por ejemplo, en las grandes ciudades de Estados Unidos, por ejemplo, Nueva York, Atlanta, Chicago, Miami, la gente es muy abierta con relación a estos temas. Las mujeres deciden casarse o no, tener hijos o no, y esto no influye en cómo son percibidas en la sociedad. En las ciudades pequeñas, sin embargo, aún son muy conservadores con relación al matrimonio.

"De hecho vi una encuesta que muestra que en relación a Europa, en Estados Unidos se casan muy jóvenes. Aún se aprecian cosas como mantener el mismo novio de la secundaria hasta el matrimonio. Creo que hombres y mujeres aún ven como parte del sueño americano casarse, tener la familia, la casa y el perro y aunque se casan a más edad que en épocas pasadas, lo siguen haciendo jóvenes. Lo vemos incluso entre celebridades, se casan jóvenes; Justin Bieber, por ejemplo se casó a los 24 años, y Hailey Baldwin su esposa, tenía 21. Esto me hace suponer que se mantiene cierto temor a la soltería”.

Justin Bieber y Hailey Bieber (Photo by Jean Baptiste Lacroix/FilmMagic)
Justin Bieber y Hailey Bieber (Photo by Jean Baptiste Lacroix/FilmMagic)

Para la abogado y coach de vida ocurre lo mismo en Latinoamérica. “Es más común ver mujeres independientes, que nunca se han casado y que no lo ven como una meta por cumplir forzosamente, mientras que en pueblos y ciudades pequeñas se mantiene esa especie de mandamiento que debes seguir para encajar en los parámetros sociales. Si tienes más de 30 años y no te has casado, eres solterona. En Europa es mucho más común que las mujeres se decanten por su vida profesional y elijan no casarse, pero no necesariamente esto quiere decir que todas sean felices".

"Hace poco me pidieron que organizara una charla vía zoom para ejecutivas diplomáticas en Europa para analizar por qué ellas eran ‘fracasadas’ en el amor. ¡Con esa palabra me la pidieron! Yo estaba preocupada porque tenía otro paradigma en este sentido. La percepción es que ellas prefirieron quedarse solteras, pero no, aunque se sienten plenas profesionalmente, sí les gustaría compartir la vida con alguien”.

Yibirín sí considera que en efecto la sociedad ha ido cambiando en este sentido, pero no es de blanco a negro, en el medio hay muchos matices en los que influye el lugar, los recursos económicos y hasta los valores morales.

“Creo que el estigma de la solterona en general está solapado. Lo que ocurre es que actualmente hay un discurso actual muy poderoso sobre inclusión, sobre respeto por las decisiones del otro, la vida del otro como la haya decidido es válida, sobre el tema de que las mujeres podemos ser felices sin pareja y sin hijos… Entonces se evita juzgar al otro, pero el estigma está allí. Sí se está comprendiendo cada vez más que una mujer soltera lo puede ser por decisión y que esto no es un fracaso, pero las primeras que lo tenemos que aceptar y comprender somos las mismas mujeres, sabemos que es lo correcto, pero muchas de nosotras lo tenemos por dentro quizás como una tarea que queda pendiente”.

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