Flow: Salvando almas es un fascinante viaje del terror al éxtasis religioso

Jennifer Ehle y Morfydd Clark en Salvando almas
Jennifer Ehle y Morfydd Clark en Salvando almas

Salvando Almas (Saint Maud, Gran Bretaña/2019). Guipn y dirección: Rose Glass. Fotografía: Ben Fordesman. Edición: Mark Towns. Elenco: Morfydd Clark, Jennifer Ehle, Lily Frazer. Disponible en: Cablevisión Flow. Nuestra opinión: muy buena.

Maud (Morfydd Clark) es una enfermera que vive en un cuarto despojado, se dedica a brindar cuidados paliativos a enfermos terminales y habla con Dios; es generalmente una señal no muy buena, que se vuelve más alarmante cuando se nos revela que no es una conversación de un solo sentido. La respuesta de Dios “es como un temblor, una pulsación cálida”, dice Maud, y es inevitable pensar que está describiendo un orgasmo.

Su nuevo trabajo consiste en asistir a una exbailarina y coreógrafa llamada Amanda (Jennifer Ehle) que está muriendo de cáncer. Confinada a una silla de ruedas, la mujer destila una comprensible amargura y parece decidida a pasar sus últimos días envuelta en una bruma de cigarrillos, whisky y rencor. Tras percibir que Maud es muy religiosa, en un raro momento de sincero interés, Amanda, quien no es creyente, le pregunta por su fe y luego se quiebra cuando le confiesa trata de imaginar sus momentos finales. Maud le asegura que Dios está con ella y no la va a dejar, un pensamiento que parece ofrecer gran consuelo a la moribunda y, recíprocamente, algo aún mayor a la enfermera. En medio de un éxtasis religioso que no tiene nada que envidiar al de las célebres santas y beatas de Bernini, Maud descubre su lugar en el plan del Dios, que no es otro que salvar el alma de Amanda. A partir de ese momento, la enfermera inicia un proceso de desintegración y autoflagelación, plagado de visiones ominosas. Hasta el último segundo, la película se niega a definir si lo que estamos presenciando es un descenso hacia la locura o el combate singular de una religiosa iluminada contra demonios reales.

La guionista y realizadora debutante Rose Glass logra, en apenas 84 minutos de metraje, hilvanar un relato que funciona tanto como la exploración del vínculo a la vez erótico y destructivo entre dos personajes rotos, como una inmersión en la conciencia del fanático religioso y como una película de terror pura y dura. Efectivamente, Salvando almas puede verse como una combinación impensada de ¿Qué pasó con Baby Jane?, La pasión de Juana de Arco y El exorcista que, al mismo tiempo, preserva su originalidad. La densidad de ideas y el dedicado trabajo sobre la imagen (potenciado por la excelente fotografía del Ben Fordesman) notablemente ubican a esta película muy por delante del pelotón que entiende el terror apenas como gore y sobresaltos. Glass es un talento para tener en observación.