Formas de congelar una “novia”

En nuestras relaciones sentimentales, románticas y amorosas es frecuente que mostremos (se nos escapen) nuestras emociones, que eludan nuestro control consciente los entusiasmos y turbaciones; inclusive puede aflorar determinada crueldad pasional.

Desde hace varios años las cifras estadísticas revelan que cada vez más gente vive sola. Muchas personas quizás no lo desean, pero otras, cada vez más, lo han elegido y son felices con ello. Como consecuencia de vivir solo surgen algunos nuevos placeres como el sofá para tú solo, improvisar planes en tu casa sobre la marcha sin buscar consenso o aprobación, puedes hacer un viaje de negocios inconsulto, quedarte unas horas después del trabajo sin avisar a nadie.

Cuando uno vive solo, lo que hagas con tu tiempo libre depende sólo de ti. Cuando piensas en el camino que quieres seguir, no tienes que pensar por dos. Es una sensación de libertad bastante real. ¿Puede ser considerado un hábito individualista negativo que corroe los cimientos de la vida en pareja?

Según los cuadros sociológicos vivir solo es un fenómeno que no para de crecer y los hogares unipersonales, en esta última década han aumentado. Javier Elzo, catedrático emérito de Sociología de la Universidad de Deusto, en Bilbao, España expresa: “Hoy vivimos un periodo de mutación histórica que se basa en tres dimensiones: la globalización, el nuevo papel de la mujer y la revolución tecnológica…”. En especial la tecnología es crucial para entender el devenir de los vínculos entre personas.

Es posible que se pueda afirmar que la gente joven cada vez se relaciona peor. Y la era digital podría tener mucho que ver en este fenómeno. Desde la adolescencia, las nuevas generaciones se están acostumbrando a hablar y no obtener respuesta. Esto, aparte de acarrear serias consecuencias emocionales en el momento, predispone a la gente a acostumbrarse a la idea de que puede ser ignorada, y por tanto, que se puede tratar así a los demás.

Gracias a las nuevas dinámicas sociales, posibilitadas por la tecnología, ciertas instancias tradicionales como desarrollar un vínculo amoroso se han vuelto sistemáticamente más despersonalizadas, con el consecuente impacto emocional que ello ocasiona. En especial las técnicas utilizadas para congelar una relación.

Han quedado en el pasado los hechizos caseros para enfriar una relación. Esas recetas mágicas que instruían: “…En dos pedacitos de papel colocas los nombres de las personas que quieres que se separen luego los enrollas y los metes en la copa con aceite y después todo va al congelador.”

Han surgido fenómenos nuevos, generados por la interacción virtual y por la configuración actual de las comunicaciones a través de dispositivos digitales. Así, han germinado nuevas formas de crueldad “romántica”, como el “benching”, el “zombing”, y el “ghosting”.

Benching: Es una instancia en la que una persona está siendo removida temporalmente de un papel activo en una relación. Es un “banqueo”, o sea mantener una relación con alguien de nuestro interés, pero sin llegar a concretar una nada duradero. Quizás surge la intención de verte con ella, y le dejas un mensaje de texto, pero “repentinamente” ocurre algo que imposibilita los planes y lo cancelas por mensaje de texto de una línea. Así que la relación será de “idas y venidas de mensajes”, pero nada concreta.

Zombing: Un zombie es un muerto viviente, es decir, una persona que estaba muerta y que ha sido reanimada. Será por esto que también se habla del “zombing”, en referencia a esta problemática creciente que es la reaparición -cual zombies de “Walking Dead” que se rehúsan a morir- de aquellos que habían desaparecido de la relación, y que retornan para entablar un juego perverso de seducción, en busca de autoafirmación o hasta para marcar un supuesto territorio propio. En cuanto a los matrimonios zombies, son los que lucen perfectos por fuera, y están muertos por dentro. En los que la única comunicación fluida se realiza con un número reducido emoticones del WhatsApp.

Ghosting: El vocablo surge de la práctica de ocultar los presos de la inspección de inspectores externos hostiles. También lleva ese nombre una forma de robo de identidad de una persona muerta que no es ampliamente conocida por haber fallecido. Pero es más popular entre los jóvenes como un método para romper relaciones, largas o incipientes. Es el acto de suspender todo tipo de comunicación —frecuentemente del dispositivo digital— con alguien con quien se está saliendo, con la intención de que entienda de esa forma que ya no se la quiere frecuentar más. En resumidas cuentas, es desaparecer (como un fantasma), ahorrándose la conversación personal pertinente.