Francia 1938: el Mundial preguerra que México boicoteó (¡y ni peló a la Copa del Mundo!)

El planeta era una esfera bañada en combustible a punto de explotar y arder. Pero 15 meses antes, como si intuyera que lo que le esperaba eran bombas V-1, panzers 38, bombarderos Boeing B-29, campos de exterminio y unos 60 millones de muertos, la Tierra se dio tiempo de jugar futbol. La Copa del Mundo Francia 1938 la disputaron 13 países europeos, dos americanos y un asiático. Pero el recreo futbolístico antes de la Segunda Guerra Mundial no fue un vibrante ir y venir de jugadores alegres y aficionados eufóricos. La fiesta fue amarga.

La violencia del mundo infectó al balón: Adolfo Hitler anexó Austria a su territorio y por eso, aunque clasificada a la competencia, esa nación fue dada de baja y jugó como parte de Alemania bajo la bandera nazi. La selección italiana tenía el auspicio de otro monstruo, Benito Mussolini.

Polonia, eliminada 6-5 en un espectacular partido ante Brasil, no imaginaba que en los años que vendrían la quinta parte de su población, 7 millones de personas, sería asesinada. Y todos a manos del macabro odio hitleriano que el técnico de Alemania en el torneo, Sepp Herberger, defendía en los duelos con el saludo nazi, con su brazo derecho en lo alto, pese al furioso rechazo de las multitudes francesas.

El sábado 4 de junio en que en el Parque de los Príncipes de París el equipo alemán -ondeando la bandera roja con la cruz esvástica al centro- inauguraba la Copa del Mundo ante Suiza, ¿y México? Ni enterado de eso, gozaba de diversiones muy distintas, e incluso era insensible al miedo que el Tercer Reich despertaba.

¿Cómo lo sabemos? Pues si el nacionalsocialismo ya causaba terror en el mundo, nuestro deporte se daba el lujo de exaltarlo: en la Cuarta Fuerza, una de las divisiones menores del futbol nacional, el equipo de la ciudad poblana de Atlixco se llamaba Nazis y sus partidos eran anunciados sin escrúpulos en la prensa. Nazis vs. San Rafael, Nazis vs. Maití, Nazis vs. quien fuera.

Desde luego, una razón del desinterés por el certamen fue que México se unió al boicot de Argentina, Estados Unidos, Costa Rica, Colombia, El Salvador, Uruguay y Guayana Holandesa, luego de que el dirigente de la FIFA, Jules Rimet, decidió que el Mundial no fuera en Argentina, como estaba pactado, dado que el tenso clima preguerra anticipaba una larguísima suspensión de la competencia.

El francés deseaba que la última justa futbolística internacional fuera en su casa.

Pero, sobre todo, los mexicanos ni pelamos el inicio del Mundial Francia 1938 porque ese día nos tenía alebrestados el box.

Fausto Cárdenas, obrero ferroviario que usaba en el ring el poder muscular que había desarrollado ajustando rieles de acero, cargando cigüeñales y deshollinando chimeneas, enfrentaría a otro ídolo: Tiburcio de la Rosa. “Es más fácil vencer a Tiburcio que aceitar una locomotora”, declaró desafiante al diario La Afición en cuya portada no se dedicó ni una línea a la Copa del Mundo Francia 1938 recién iniciada, sino grandes caricaturas de los púgiles que esa noche se partirían la crisma en la repleta Arena Nacional.

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El segundo día de la Copa del Mundo, en Marsella, cuando Italia -el futuro campeón- debutó y venció 2-1 a Noruega, en México nos ocupamos de nuestro futbol: ese sí que nos apasionaba.

En la fecha 11 de la Liga Mayor, el cuadro de Asturias aplastó al América 6-1 en el estadio donde ahora es el Parque España, de cara a una multitud que días antes se arrebató los boletos de sol general a un peso, sombra 2 pesos, numerado 3 pesos y damas media paga en general. En esos tiempos, las entradas se vendían en Casa Martí, el Casino Español y Casa Spaulding.

A pesar del boicot del Mundial Francia 1938, en ese año nuestro futbol de selecciones gozó de buena salud.

Para los Cuartos Juegos Centroamericanos y del Caribe Panamá 1938, el máximo evento que existía para nuestro futbol después de la Copa del Mundo, en enero la selección dirigida por Rafael Garza Gutiérrez, apodado Récord, e integrada, entre otros, por la superestrella goleadora del Necaxa Horacio Casarín, de solo 19 años, acudió a Buenavista junto con los otros 190 deportistas mexicanos del contingente.

Los tres carros del Ferrocarril Mexicano con rumbo a Veracruz fueron despedidos con fanfarrias de las bandas del Estado Mayor, la Secretaría de Guerra y Marina y la Policía.

Ya en el Puerto, los pañuelos ondeaban en la brisa, la gente se despedía y vociferaba “¡Viva México!”.

En el muelle 2, miles de jarochos despidieron al equipo guinda que zarpó el 24 de enero a las siete de la mañana por el Golfo de México en el vapor de guerra Durango dispuesto por Manuel Ávila Camacho, secretario de la Defensa Nacional. Y quién lo dijera: ese buque fue el asunto más picante -más aún que el desempeño deportivo- entre la sociedad y la prensa durante el evento.

Jugadores y cuerpo técnico denunciaron a su llegada que en los cinco días de viaje hasta el puerto de Colón habían sufrido más que Ismael en las furibundas tempestades del ballenero Pequod de Moby Dick.

“Los miembros de la selección nacional de futbol a bordo del Durango (fueron) confinados en verdaderas zahurdas, sin higiene alguna y proporcionándoles una alimentación impropia para seres humanos”, escribió el cronista Antonio Andere sobre la travesía, en la que, para colmo, les había faltado agua para beber. Páginas y páginas y muchas horas de radio se gastaron en discusiones sobre el barco de vapor Durango.

Deshidratados, extenuados y hambrientos, Aspiri León de las canchas, El Negro Frank, El Perro Ortega, El Viejo Sánchez, El Chamaco García, El Pirata Fuente, El Charro Argüelles, Casarín y el resto del plantel se fueron poniendo en forma para el debut ante Colombia, selección que vencieron 3-1. Luego ganaron a Venezuela 1-0.

Para el célebre periodista Fray Nano ese marcador escuálido no tuvo perdón: “Este juego nos hizo sudar más que el gran calor panameño. Contra Venezuela, solo 1-0 y dominados. Increíble”, escribió el enviado especial.

Mientras que para el reportero Andere, la falta de técnica era nuestro mal: “No tenemos entrenadores que merezcan llamarse así. Una cosa es el acondicionamiento físico y otra muy distinta, entrenar. (Se requieren) hombres que corrijan a Fulano la manera de meter el empeine, que indiquen a Zutano la forma de cabecear mejor, que revelen al de más allá el secreto para matar un balón (…) El problema del futbol mexicano es el de los hombres que hagan buenos futbolistas, es decir, entrenadores”.

Heridos por esas letras, los mexicanos enderezaron el camino: golearon a El Salvador 6-0, empataron con el anfitrión a 2 y en la final vencieron 2-1 a Costa Rica.

“Hazaña de los bravos leones”, ahora sí elogió Fray Nano, que describió desde Ciudad de Panamá que los jugadores mexicanos salieron en hombros vitoreados por los 20 mil asistentes del Estadio Olímpico.

México era campeón, y qué bueno, pero al presidente Lázaro Cárdenas lo alegró más que los directivos se hubieran asegurado que en el viaje marino de regreso dentro del Durango se tratara a los futbolistas con decoro. Tan solo un mes y tres días antes de la Expropiación Petrolera, ya preparándose esa histórica determinación política, el 15 de febrero, apoyado en su escritorio frente al Zócalo, el presidente escribió un telegrama con destino a Panamá: “Es loable esta labor de la Liga Mayor de Futbol, que con su lucha ha conseguido comodidades para los futbolistas y todos los deportistas. (Firma) Ciudadano Presidente de la República, Palacio Nacional”.

Y a todo esto… ¿quién fue el campeón del mundo en ese año? El lunes 20 de junio de 1938, las hojas de periódicos mexicanos dedicaban seis o siete escuálidas líneas a mencionar que Italia conservó un día antes el campeonato mundial, porque lo que verdaderamente le importaba a México era que el Marte, un equipo de camiseta gris patrocinado por la Secretaría de Guerra y Marina, le había ganado sorpresivamente al Atlante 6 a 3 en el Parque Asturias.

Los Marcianos, como los llamaban, artistas efectivos con la pelota, sumaban su cuarto triunfo.

La verdadera nota era que al Atlante, “el equipo de los morenos que tan popular es” -como destacaba el reportero Benjamín Alarcón-, se le estaba pasando de la cuenta su sangre de barrio. “La mayoría de jugadores del Atlante se dedicaron con fe a buscar los tobillos y a dar cuanto foul les fue posible”, criticaba.

¿Y la Copa del Mundo? “Terminó la justa que se llevó a cabo con gran éxito”, publicó La Afición.

Y ya, punto.

Qué más nos daba aquello a los mexicanos (si además faltaban una horrible guerra y larguísimos 12 años para que fuéramos a otro Mundial). Importaba regañar a los descarriados del Atlante.