Frasier: cinco capítulos imperdibles para recordar al particular psiquatra que pronto regresará a la pantalla
La actual afición de la industria audiovisual por revisar sus viejos éxitos y relanzarlos a un mercado aparentemente fijado en el consumo nostálgico no se detiene. Ahora alcanzó a una de esas sitcoms que le dieron lustre al viejo formato hasta principios de este siglo. Frasier, la ficción derivada de Cheers, otra gloria del género, estuvo al aire durante once temporadas, de 1993 a 2004, en las que sumó 264 episodios. Considerada el spin off más exitoso de la TV, con un acumulado de 37 premios Emmys -y más de 100 nominaciones-, este año consiguió una nueva vida gracias al streaming.
En octubre, Paramount+ estrenará una nueva temporada de Frasier –esta vez de diez episodios– que traerá de regreso al melindroso psiquiatra interpretado por Kelsey Grammer. Un personaje que proponía que, después de tantas historias contadas desde el lado del paciente, con las de Woody Allen a la cabeza, fijar la mirada del otro lado del diván podía ser igual de divertido. Es muy probable que para disfrutar de los nuevos capítulos no sea necesario tener un conocimiento enciclopédico de la serie de origen y, sin embargo, hasta una escueta selección de algunos de sus mejores episodios (disponibles en Paramount+ en inglés, sin subtítulos, o doblados al castellano) sirve como un excelente tentempié para esperar el relanzamiento.
1. “¡El autor, el autor!”
Este capítulo de la temporada inicial es un destilado de algunas de las mejores características de la serie y su personaje principal. “Frasier tiene muchos defectos: es vanidoso, pomposo y condescendiente. Es un esnob inseguro que siempre está tratando de ascender a un nuevo estrato social. Pero bajo todo eso reside un buen tipo que realmente quiere ayudar a la gente”, decía hace unos años Joe Keenan, uno de los guionistas responsables de escribir este episodio en el que la competitiva relación entre los hermanos Frasier y Niles Crane (David Hyde Pierce) llega al paroxismo cuando se proponen escribir un libro de psiquiatría a cuatro manos. Una misión que conduce a discusiones mezquinas, a pretenciosos intentos de salirse con la suya y a una pelea física que termina con el protagonista intentando ahorcar a su hermano menor al grito de “¡me robaste a mamá!”. Una muestra del estilo que el programa sostuvo en toda su marcha: humor inteligente, comedia física y un par de actores comprometidos con darle vida a unos personajes exquisitamente escritos.
2. “Mira antes de saltar”
Desde la perspectiva actual es fácil olvidar que algunas sitcoms, incluso en su forma más tradicional, se ocupaban de temas adultos y aunque eran emitidas en la TV abierta se permitían jugar con los chistes de doble sentido sin que a nadie le pareciera un escándalo. Así, este episodio de la tercera temporada aprovecha la idea del año bisiesto y cómo hacer del día extra una jornada para atreverse a hacer algo distinto. En el caso de Niles eso supone romper sus viejos hábitos y contener el impulso de correr a los brazos de su exmujer, de la que lleva varios meses separado, a pesar de su creciente deseo sexual. Para Frasier, en cambio, el 29 de febrero es la oportunidad ideal para animarse a cambiar la canción que siempre interpreta en el programa de TV en el que participa hace años para recaudar fondos. A su padre Martin (John Mahoney), en tanto, el cambio de rutina lo lleva a subirse a un avión para visitar a un amigo que vive lejos. Aprovechando al máximo su tono farsesco, la comedia demuestra, una vez más, que más allá de las buenas intenciones cuando las cosas salen mal para los Crane el público es el primer beneficiado.
3. “La muerte y el perro”
Con el éxito y la popularidad asegurada, en la cuarta temporada la serie empezó a experimentar con las rigideces de su puesta en escena. Respetando su duración tradicional de apenas 22 minutos de contenido artístico y la estructura narrativa conocida, Frasier intentó jugar con los puntos de vista. En este capítulo que habla de la depresión y el miedo a la muerte de manera profunda y graciosa al mismo tiempo, los guionistas probaron desarrollar la acción a partir del ánimo de Eddie, el perro de Martin y enemigo número uno del protagonista. Preocupado por el inusual desgano del animal, Martin contrata, para horror de sus hijos, a un psicólogo especialista en perros. El absurdo se vuelve casi cine expresionista con la imagen virada al blanco y negro y los sonidos ininteligibles que representan el mundo en que el perrito aprecia el mundo.
4. “Radioaficionado”
En una lista de once temporadas muy buenas, la cuarta de Frasier se destaca especialmente. Entre sus grandes aciertos figura este capítulo en el que la comedia de enredos marca la pauta. Decidido a revivir los viejos tiempos del radioteatro para el aniversario de la emisora de radio en la que hace su programa, Frasier decide adaptar una vieja obra para ser interpretada en una transmisión en vivo. Que Niles diga que su hermano sufre del “complejo de Orson Welles” da una primera pista sobre lo que vendrá. El perfeccionismo y las desbordadas exigencias del buen doctor no solo espantan a sus actores sino que derivan en una secuencia perfecta en la que él intenta salvarse del papelón y mantener la pretensión de una cordura que hace rato todos saben que no tiene. Con un toque de nostalgia por la radio de otros tiempos y por las sitcoms clásicas como The Honeymooners y Yo amo a Lucy, Frasier coquetea con el ridículo sin dejar de ser notablemente inteligente.
5. “Altas fiestas”
En su temporada de despedida, los actores estaban tan cómodos y familiarizados con sus personajes como los guionistas que se esmeraban en colocarlos en situaciones cada vez más desopilantes. Este capítulo en particular es una clase maestra en la estructura narrativa de una sitcom. En la primera escena, Martin explica que está cuidando su dieta. En la segunda, Frederick, el hijo adolescente de Frasier llega a visitarlo para las fiestas y sorprende a todos con su nuevo look de chico gótico. Esas dos líneas de relato confluyen en la decisión de Niles de intentar por fin un gesto de rebeldía que nunca se le ocurrió hacer en su juventud. Eso deriva en la compra de un brownie cocinado con marihuana que llega a las ansiosas manos de Martin. Nada más efectivo que explicar un chiste para quitarle su gracia y sin embargo, en este caso, vale la exposición para detallar la cuidadosa construcción del remate de la historia que incluye también a un Eddie parlante y la extraña imagen de alguien utilizando un teléfono celular solo para... ¡hablar por teléfono!