Mucho más que un galán: Erwin Schrott habla de cómo Fellini lo ayudó a preparar Il turco in Italia, y por qué las redes cambiaron la ópera

El bajo barítono uruguayo Erwin Schrott se presenta en el Colón desde el martes, con Il Turco in Italia
El bajo barítono uruguayo Erwin Schrott se presenta en el Colón desde el martes, con Il Turco in Italia

Existe un antiguo recurso dramático por el cual la distancia entre el actor y el espectador queda virtualmente suprimida. Es el “teatro dentro del teatro”, un tipo de representación que se da cuando en la escena se produce el desdoblamiento de una ficción nueva, una “segunda ficción” donde alguno de los personajes se convierte en espectador de la acción y junto a él, cómplice de la farsa, el público acompaña un juego de ficción y realidad en dos planos: un plano literal que ocurre al levantarse el telón, y un plano figurado, que acontece en la representación dentro de la representación, o en lo imaginario dentro de lo real, y que, como todo lenguaje figurado, abre las puertas a una metáfora tan amplia y sutil como cada espectador sea capaz de proyectar.

Ese es el recurso que Rossini emplea magistralmente en su ópera en dos actos Il Turco in Italia a través del personaje del poeta Prosdocimo quien, en busca de un argumento divertido para su obra de teatro, escribe un libreto a medida que se desarrolla la acción, observando y manipulando las intrigas, seducciones y desencantos de los actores-cantantes como si fueran figuras de su cuento. Hoy, tras más de veinte años de ausencia, regresa al Teatro Colón esta brillante tragicomedia narrada con toda la gracia, el virtuosismo y la elegancia belcantista que hacen al genio italiano, padre de la ópera buffa.

Selim es el apuesto príncipe turco que desembarca en Nápoles, protagonista que le canta al cielo, la tierra y el amor de Italia. Fiorilla es la casquivana aburrida de su esposo que, en busca de aventura, inicia un romance con el galán turco, engañando a Geronio y rivalizando con Zaida, en un crescendo de complicaciones y malentendidos que culminan en el cuadro típico de las comedias de enredos: el baile de máscaras.

Erwin Schrott
Erwin Schrott

Y Erwin Schrott —el consagrado bajo uruguayo, uno de los más requeridos del mundo, expareja de Anna Netrebko, casado actualmente con una mujer iraní que no tiene vínculo con la ópera pero con quien ha formado “el dueto perfecto según el cantante, “sin máscaras ni roles que desempeñar”—, será el responsable de darle vida al exótico príncipe que titula la ópera, en un traje que parece estar cortado a su medida: el del seductor rompecorazones por el que todas suspiran.

Pero —y esto es lo notable que da cuenta de la jerarquía de Schrott y del lugar relevante que ocupa entre los mejores del mundo—, hay mucho más detrás de la fachada del galán. Hay, como en la ópera de Rossini, otra representación dentro de la representación: la del intérprete que no se conforma con las vanas apariencias por más suficientes que resulten y que indaga, con sensibilidad y constancia, en las motivaciones profundas, en la autenticidad, la belleza y el sentido final de la obra de arte.

Versatilidad vocal y cultural

–¿Qué significa representar a Selim no solo en el plano técnico-vocal sino en el histriónico y cultural del personaje?

–Interpretar a Selim es embarcarse en un viaje multidimensional a través de una paleta amplia de colores vocales y emocionales. Técnicamente plantea desafíos: una tesitura extensa y una diversidad enorme en el rango y las variaciones, tanto, que requiere de una habilidad camaleónica. De las notas más profundas y cavernosas pasa a las alturas más agudas: esa capacidad es la que capta sus estados emocionales que van de la calma a la ira. Selim personifica el choque cultural entre Oriente y Occidente, Turquía e Italia. Su entrada en escena es un catalizador para los prejuicios, las intrigas y situaciones cómicas que surgen en la ópera. Es la fricción cultural que abre la puerta a los malentendidos, a la comedia, al viaje cómico, sentimental, tierno y hasta provocador, a una ópera para disfrutar del humor que lo considero más necesario que nunca.

–¿Cuál de esos aspectos más te agrada?

–El que me permite regalarle una sonrisa al público. Siento una alegría genuina en eso, y en la posibilidad de cambiar de marcha porque es algo liberador. No solo la exhibición vocal sino también la exploración profunda de la belleza. Y Selim es ese caleidoscopio desde el que puedo examinar múltiples aspectos de la condición humana, brindándome en cada actuación una perspectiva nueva sobre el personaje y sobre mí mismo, en una conversación continua con el público en un descubrimiento mutuo.

Ensayo general de Il Turco in Italia, de Rossini, una ópera bufa con un marco bucólico
Ensayo general de Il Turco in Italia, de Rossini, una ópera bufa con un marco bucólico

–¿Qué requisitos implica la preparación del comediante belcantista?

–En primer lugar, la agilidad vocal. Rossini escribe coloraturas que exigen mucho tiempo de perfeccionamiento para una ejecución precisa. Luego, la expresión cómica que trabajo desde la actuación para transmitir el humor rossiniano. La versatilidad estilística para poder adaptarme y reflejar la naturaleza de la obra. Y el estudio del bel canto que forma parte de mi formación: buscar la belleza vocal, la expresión y la emoción en cada frase. Me gusta leer sobre lo que hago, disfrutar de conversaciones profundas y del análisis textual de cada ópera. Me enriquece el cine. Ver a Fellini, Sordi, Gassman o De Sica me prepara para las interacciones que se le presentan a Selim. Me gusta entender las motivaciones del personaje y de lo que va más allá de la primera vista, lo que me permite dar matices a una interpretación auténtica que honre la genialidad de Rossini y logre que ese amor intenso que yo siento por lo que hago, quede en el corazón del público. ¡Y finalmente divertirme! Porque la diversión en el escenario es tan crucial como la preparación más minuciosa, porque cuando el cantante disfruta, la audiencia también.

–¿Qué podés adelantarnos de esta producción?

–Que será un festín para los sentidos. Hay un aire de frescura contemporánea que hace que la obra se sienta viva, palpable y relevante para el público de hoy. La escenografía es lo suficientemente audaz para captar la atención, sin opacar las actuaciones. Los trajes, imaginativos y detallados para reflejar la complejidad de los personajes: y la dirección, clara y unificada sin sacrificar la individualidad de los artistas para que cada uno aporte su toque único y personal. Diría que evoca la idea de Peter Brook sobre el “espacio vacío” donde todo elemento sirve para amplificar la conexión entre el actor y la audiencia, permitiendo que público y artistas se sumerjan en la fantasía que se ha creado.

Una imagen en el mundo de la ópera

Erwin Schrott ha forjado un lugar sobresaliente en el mundo de la ópera gracias en primer lugar a una voz de características singulares: grave, profunda, voluminosa y aterciopelada, dúctil y segura. Gracias también a una capacidad de interpretación en la que ha sabido imprimir el sello de la “pasión latina” (un concepto que visto desde estas latitudes podría sonar a lugar común pero que, en el terreno de lírica europea, equivale a la “denominación de origen” que identifica a los buenos vinos como originarios de una región por las cualidades que la representan). Y, finalmente, gracias a un carisma y una imagen con la que ha podido encarnar el rol del seductor mejor que nadie. Lo antecedió en ese podio otro latin lover de la ópera: el tenor argentino José Cura.

Ambos ganadores del concurso Operalia, ambos llegados a Europa desde el Río del Plata y ambos formados en el Teatro Colón. Pronto Cura renegó de la etiqueta del sex symbol, demostrando al mundo unas capacidades extraordinarias. Erwin Schrott, que hizo lo propio demostrando unas capacidades extraordinarias y tanto su permanencia en los escenarios como el reciente nombramiento de “Kammersänger” en Viena (la mayor distinción con que se honra a un cantante lírico en Austria, un título considerado uno de los más prestigiosos reconocimientos en la música clásica a nivel mundial), así lo demuestran, responde sobre el tema en este encuentro con LA NACION: “Es un halago ser comparado con un talento como Cura, aunque cada artista es su mundo propio ¡No sabía de esta comparación que me la tomo con humor! Pero sí, es verdad que gané por unanimidad el primer premio del mismo concurso, que venimos del mismo rincón del mundo y que nos formamos en el mismo teatro. Son similitudes que no se pueden negar, tanto como el inicio en el papel de galanes que es otro punto que tenemos en común”.

–¿Te gusta o te agota el peso de esa imagen cristalizada en el Don Giovanni de Mozart, tu rol por excelencia? ¿Has sufrido la presión de satisfacer ese perfil público creado entre los personajes líricos y la comercialización de los teatros, las discográficas y la prensa? ¿Te ha servido como plataforma de lanzamiento para buscar una evolución a partir de esa figura?

–No me agota en absoluto. Llegar a cualquier posición es irrelevante, lo interesante es mejorar y sostener ese lugar lo cual tampoco significa que quiera quedarme allí. Todos tenemos aspiraciones, pero si solo nos concentramos en el destino final, perdemos la belleza y las lecciones del viaje, porque como dijo Kierkegaard: “la vida solo puede entenderse hacia atrás, pero debe vivirse hacia adelante”. Siempre estoy buscando crecer, explorar roles, emociones y formas de conectar con el mundo y los demás. Si hablamos de Don Giovanni, claro que ha sido y es un papel esencial para mí: las más de 500 funciones que he hecho en todo el mundo son la prueba de ello. Pero aspiro y trabajo para que mi carrera sea como una biblioteca con todo tipo de géneros, y no solo con el best-seller en la sección de los galanes. La comparación puede ser divertida como punto de partida, pero no como definición. Cada rol, cada actuación es una página nueva en mi propio libro, y me emociono por todo lo que queda por escribir en él.

Schrott en el ensayo general de la ópera Il Turco In Italia, de Rossini, con dirección musical de Jordi Bernacer y dirección escénica de Pablo Maritano.
Schrott en el ensayo general de la ópera Il Turco In Italia, de Rossini, con dirección musical de Jordi Bernacer y dirección escénica de Pablo Maritano. - Créditos: @Arnaldo Colombaroli

–¿Qué has reflexionado respecto de la imagen (uno de los grandes temas de la actualidad potenciado al máximo en la era de las redes)?

–La imagen en la ópera ha cambiado muchísimo con la llegada de las redes y la globalización. Creo que es un arma de doble filo: nos da una plataforma para llegar a una audiencia más amplia, pero crea una cierta presión (sobre todo en las generaciones nuevas) por “mantenerse en el personaje”. Lo que más me gusta que vean en mí es que soy auténtico, que en el escenario soy una extensión de mí, de mis emociones y experiencias. Valoro la autenticidad así que me encanta cuando la gente la percibe en mi trabajo. Lo mismo cuando señalan la pasión que pongo al cantar. No hay mejor cumplido que ese porque llegar a la gente en un nivel profundo, saber que una actuación mía los emociona o los hace pensar diferente, vale oro para mí.

Crossover con el cine y el tango

Recientemente terminó en Italia el rodaje del film ¡La ópera!, de Davide Livermore y Paolo Gep Cucco, producida por la RAI con las participaciones de Fanny Ardant, Vincent Cassel y Rossy de Palma entre otros, donde Erwin interpreta la figura de Pluto, “una deidad del inframundo, mucho más que un dios de la muerte —explica el bajo, deslumbrado con la experiencia cinematográfica–. Me dio la posibilidad de un abanico interpretativo muy distinto de los abordajes de la ópera, enigmático y lleno de contrastes”. El film cuenta una historia al estilo de Orfeo que traspone el mito a un lenguaje contemporáneo donde las palabras, la música, el diseño del sonido, las artes visuales y la moda (con el vestuario creado por Dolce & Gabbana), confluyen en una narración original con tecnologías innovadoras y fusiones de géneros que promete un resultado sorprendente. “En la ópera lidiamos todo el tiempo con personajes atrapados entre dos mundos o que luchan por su lugar en un universo indiferente —agrega—. Trabajar en este papel fue como un juego de espejos entre el actor y el personaje, donde cada escena me exigió otra energía: desde una introspección silenciosa hasta una explosión emocional, una montaña rusa de la que disfruté cada minuto.”

Y al final, el principio: el tango. El género de los orígenes de los que nunca se ha apartado, no obstante el éxito, el tiempo y la distancia. ¿Qué es el tango para Schrott, ese viejo compañero lleno de nostalgias y de canciones apasionadas que el melómano cosmopolita descubre en discos y recitales por el mundo? “Es un diálogo íntimo que atraviesa fronteras y generaciones.”

–¿Qué poesías te identifican más profundamente que otras?

–”El día que me quieras”, porque habla de un amor eterno. “Volver”, que me emociona por razones obvias, por volver a las raíces, a los amores y los desamores que me hicieron quien soy, porque canto esa canción y reviven fragmentos de mi vida en cada palabra: mis padres bailando en el patio de casa, mi barrio, mi historia y mi cultura. Y, como buen uruguayo, “La cumparsita”, que nunca me falta, porque me recuerda que la vida no es color de rosa, que aun en el dolor y en el adiós hay una belleza que merece ser cantada. El tango es ese viejo amigo que me conoce mejor que nadie, el que tiene la palabra justa cuando ni yo mismo tengo las palabras. Por eso, cada tango que canto es un pedazo de mi alma que comparto con el mundo.

Para agendar

  • Il turco in Italia, ópera en dos actos de Gioacchino Rossini. Dirección Musical: Jordi Bernàcer. Dirección de escena: Pablo Maritano. Escenografía: Gonzalo Córdoba Estévez. Vestuario: Renata Schussheim. Elenco: Erwin Schrott, Irina Lungu, Fabio Capitanucci, Santiago Ballerini, Germán Alcántara, Francesca di Sauro, Santiago Martínez. Coro Estable del Teatro Colón. Dirección: Miguel Martínez. Orquesta Estable del Teatro Colón. Desde hoy, a las 20. Próximas funciones: 6, 7, 9, 10 y 12 de septiembre.