Ganaba 100 mil dólares por mes y tuvo un triste final en la miseria: Joe Rígoli, el actor de la gente
“He llegado a pedir limosna muchas veces recientemente, pero ahora hay que olvidar lo malo e iniciar una nueva vida”, explicaba el respetado Joe Rígoli acerca de sus últimos tiempos difíciles luego de haber vivido épocas de esplendor con su estilo de humor tan destacado como particular.
Había nacido el 5 de noviembre de 1936 en un conventillo de la calle Cabrera en Palermo y nunca paró de crecer como cómico hasta que llegaron los momentos duros del ostracismo, el olvido y la pobreza más dolorosa.
Comenzó su carrera artística desde la humildad más absoluta a los 14 años acomodando sillas en un circo hasta alcanzar la categoría de payaso. Su nombre correcto era Jorge Alberto Rípoli, pero su apellido derivó a Rígoli, no por una cuestión de atractivo artístico, sino porque el dueño del circo cometió un error al escribirlo y así quedó para siempre.
El circo le abrió el camino, fue una especie de entrenamiento para lo que vendría después. Aunque él soñaba con ser un actor dramático, circunstancias fortuitas hicieron que derivara en uno de los cómicos que mejor manejaba el histrionismo.
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Así ocurrió durante una presentación en Mar del Plata del cantante Luis Aguilé, de cuya producción participaba el propio Joe, que al acercarle el micrófono cayó al suelo al enredarse con el cable. El público presente entendió que la escena era parte de un sketch, se divirtió, aplaudió y entonces comenzaron a hacerlo en cada show como una rutina. Fue el puntapié inicial de su extensa carrera. Joe también había empezado escribiendo guiones en Canal 7 y Radio Mitre.
El año 1961 marcó su estreno en cine con Asalto en la ciudad, de Carlos Cores. Fueron más de una decena de films, entre ellos El novicio rebelde, El desastrólogo, Cuidado con las colas, Escándalo en la familia, En una playa junto al mar, Mi mujer no es mi señora…
¡A España y olé!
En la década del 70 viajó a España con su esposa, Susana Mayo, hizo algunas pruebas en la Televisión Española y terminó contratado. Como impresionó muy bien en la audiencia, su imagen perduró en programas de entretenimiento, infantiles y humor del estilo de Tarde para todos, Fantástico, Lápiz y papel y El kiosco. Le fue excelente en esas tierras. Por eso en 1988 protagonizó y dirigió la película Zocta: Sólo en la Tierra se puede ser extraterrestre, donde un grupo de alienígenas están más que preocupados porque en el planeta Tierra inventaron un explosivo que podría acabar con el universo. Por tal razón deciden enviar a Zocta -Joe Rígoli- para que destruya los planos antes de que lo fabriquen. Pero como todo no podía salir perfecto, unos malhechores le sustraen una valija donde traslada sus poderes.
“Me fui en el 71 por tres meses. Había firmado contrato con Ethel Rojo para participar de una revista. Pero aproveché para conocer Europa y me quedé. Nuestro país estaba lastimado en ese entonces, y eso hizo que se me hiciera cómodo quedarme”, le confió en su momento a su colega Mercedes Carreras.
Frases como éstas reflejan cómo pensaba Rígoli la vida y el goce: “Tuve épocas de ganar 100.000 dólares mensuales” o “Todo lo que se compre con dinero es barato. Hay dos maneras de vivir: disfrutando lo que tenés o sufriendo lo que te falta”.
En la Argentina se hizo popular y reconocido también en programas como La nena, junto a destacadísimos como Marilina Ross y Osvaldo Miranda; Viendo a Biondi, con el inefable y querido Pepe Biondi y La tuerca, con el sketch de El arbolito, en el que Joe sólo pretendía plantar un árbol frente a su casa, pero la burocracia de un empleado jerárquico interpretado por Tino Pascalli y un gestor nefasto (El Flaco Julio López) se lo impedían con las excusas más impensadas.
Luego fue el turno de otro envío popular exitoso como Los Libonatti, pasando por el suceso de Casados con hijos y la película El ratón Pérez, ya viviendo en la Casa del Teatro de Buenos Aires, donde se recluyó debido a su difícil situación económica. “Cuando la ganás fácil, la gastás fácil. Regalé mucho, autos, departamentos a amigos, acá, en Europa. Pensé que era para toda la vida. En la Argentina la última guita grande la hice con El Ratón Pérez, cobré 250.000 pesos”, admitió en su momento al diario La Capital de Mar del Plata.
Amores y un duro final
En 1977 llegó su separación, y con velocidad se casó con una mujer francesa, Marisse Vernet, pero la pasión duró poco tiempo, porque ella no quería dejar su país. Cinco años después se volvió a enamorar, esta vez de una cantante llamada Marisa, más tarde de Noemí, modelo de profesión, hasta que llegó Fátima a su vida, actriz y abogada, con quien se casó en España.
Después llegó la ruptura de esa relación y la aparición de alguien que lo rescató de una situación financiera complicada: Carlos Mazzei, secretario general del Sindicato Único de Cuidadores de Autos de Mar del Plata y zona Atlántica le acercó un lugar donde vivir en La Feliz, donde se radicó, con todo lo que eso significa.
Para las fiestas de fin de 2014, Joe pidió poder cumplir algún que otro deseo: llevar su humor por toda la costa atlántica y darle los toques finales al texto de su ópera prima en cine: Mi papá es mío, para la cual tenía pensado convocar a Diego Peretti y Araceli González como protagonistas.
Pero tan solo una semana más tarde, más precisamente el 8 de enero de 2015 entró al sanatorio EMHSA de Mar del Plata en estado delicado: con una hemorragia nasal que le hizo perder gran cantidad de sangre. El parte médico rezaba: “El actor se encuentra bajo asistencia mecánica respiratoria por deterioro neurológico, con causas a aclarar y su pronóstico es reservado”. El 27 de enero falleció a los 78 años, luego de haber entrado en coma.
En quizá lo que fue su última entrevista, dijo de manera profética: “La muerte es un estado de ánimo. Cuando me toque quiero partir sin darme cuenta”. Así fue, Joe.