Gordillo: el oficial de la risa a quien de la General Paz para adentro “no entiende nadie”, pero que reina en Carlos Paz

Con los años, Miguel Martín, más conocido como el Oficial Gordillo, repite el rito en Córdoba de ser quien lidera el ranking de espectadores
Con los años, Miguel Martín, más conocido como el Oficial Gordillo, repite el rito en Córdoba de ser quien lidera el ranking de espectadores - Créditos: @Gentileza

Mientras que en Mar del Plata desde hace semanas el espectáculo del humorista correntino Wali Iturriaga se mete en la disputa de las obras con mayor cantidad de espectadores junto con Brujas y Mamma mia!, en Carlos Paz el tucumano Miguel Martín, al que todos conocen como el Oficial Gordillo, lidera el ranking de público y de recaudación, dejando detrás a la comedia de Pedro Alfonso y a los espectáculos que protagonizan Fátima Florez y Lizy Tagliani.

En su página se presenta de este modo: “Humorista, actor, comediante y tampoco trabaja”. El standupero tiene millones de reproducciones en el universo de las redes, apelando a tipo de comicidad plagada de localismos que poco tienen que ver con lo porteño. “Los humoristas del interior nos criamos con los humoristas de los festivales, viendo Operación Ja ja, Video Match o Café Fashion”, reconoció en un reportaje con LA NACIÓN hace tres años.

Si bien nació en Faimallá, Tucumán, su lugar en el mundo, por lo menos en verano, su sitio es Carlos Paz. Allí, el Oficial Gordillo expande sus redes. De hecho, ya en cinco oportunidades obtuvo el premio Carlos de la Gente, que vota el público. En 2023, se registraron unas 120 mil personas para ser parte del certamen. Más de 50 mil votaron por él. “¡Qué provincia generosa que me deja chorear todos los años!”, declaró a un periódico entonces. En una de las últimas temporadas, una tarde estaba descansando en la pileta del hotel. Tirado en la reposera, escuchó que una señora le decía a su amiga: “¿Sabés a quién tenés que ir a ver? A Gordillo. ¡Ese tucumano es un plato…! No tiene vestuario, no tiene producción; pero te cag... de la risa”. Él también se río cuando escuchó la charla. Eso sí, para Gordillo 20 años + 1, el espectáculo que está presentando en Carlos Paz, tiene vestuario, algo de escenografía y un invitado: Zaúl Showman.

"De la General Paz para adentro no me entiende nadie; para afuera, tengo más éxito", apunta el humorista - Créditos: @Gentileza
"De la General Paz para adentro no me entiende nadie; para afuera, tengo más éxito", apunta el humorista - Créditos: @Gentileza

Miguel Martín nació el 1° de diciembre de 1978. De chico, su padre tenía la rutina de entrar a su cuarto silbando, pateando la puerta. “Levantate. Ya son las nueve″, le decía. En verdad, eran las siete. En la secundaria, un profesor lo hizo actuar en un acto escolar. Transcurría en un museo. A él le tocó hacer de quien limpiaba las estatuas. Cuando les pasaba el plumero, adquirían vida. Mientras tanto, tomó cursos de actuación. Cuando terminó la secundaria y le dijo a su padre que le gustaba el teatro, escuchó: “¡Eso no! Te vas a morir de hambre; eso es de sucio y de hippie”, le respondió el hombre, y le aclaró el cuadro de situación: “Estudiá una carrera corta, no te quiero bancar mucho tiempo, no me da la nafta”. El padre sin mucho combustible era en realidad sodero, un negocio familiar.

Estudió ingeniería en sistemas, un terciario. Probó suerte en Buenos Aires hasta que volvió a su provincia, en donde empezó a trabajar en un programa que se llamaba República de Tucumán. En paralelo, empezó a subir videos de su nuevo personaje, el Oficial Gordillo, en YouTube. En Córdoba, Cadena 3 empezó a pasar los audios con sus chistes. Ni lerdo, ni mucho menos, perezoso, se fue para Córdoba y empezó a hacer temporadas. Y acá está ahora, charlando con LA NACION.

-¿Por qué estás haciendo tres días de funciones cuando, en verdad, Carlos Paz es casi tu lugar en el mundo?

-Es que me canso bastante. Cada día hago siempre doble función. Ya lo había hecho en un espectáculo de Flavio Mendoza, en la temporada de 2018. Fue una locura. Terminé con zumbido en los oídos, mal de la columna y todo eso. Ahora, tampoco me da el cuerpo. Son tres horas en el escenario en total y no la chamullo, en el sentido de que no levanto las patas del acelerador. Lo doy todo.

-Pero los fines de semanas hacés muchos festivales vinculados con la escena musical.

-Esos son más tranqui porque, en general, te dan 45 minutos y muchas veces te están apurando para que termines. No tenés que hacer la previa del teatro y es plata dulce, obviamente. Como contrapartida lo dejás todo, porque tiene que ser más picadito, sin pausas. El público del festival es más duro porque no te fue a ver a vos, no es lo mismo que el del teatro, que pagó para verte.

-¿Por qué será que lo tuyo pega tan fuerte en las temporadas de verano de Carlos Paz?

-Igual, aclaro, hay otros lugares en los que me sorprende mucho que lo mío tenga tanta repercusión. Me pasó en Bahía Blanca y no entiendo qué tienen en común un bahiense con un tucumano. Seguramente, nada. O algo similar sucede cuando me presento en Ituzaingó o Avellaneda. Cuando hago funciones en el Ópera o en el Gran Rex de Buenos Aires, mucho de ese público es gente de provincia que reconocen en mi manera de hablar a sus madres o sus abuelas . Es un público que se refleja en las anécdotas que cuento sobre la madre, el padre, el barrio, los compañeros y esa cotidianidad de vida que tenemos en los pueblos. Todo eso acá, en Carlos Paz, pega mucho. Yo creo que en el Norte, en el Centro o todo el interior del país todo eso se vive más intensamente. De la General Paz para adentro no me entiende nadie. Para afuera, tengo más éxito. El que vive en provincia, el que tiene barrio, me capta; por ahí no tanto el porteño.

-Y mucho menos, para usar un lugar común, el de Palermo.

.¡No, no entiende qué hace ese milico en el escenario! Les da miedo. Soy como una especie de Alien (risas).

-¿Se cuela algo de los prejuicios en todo esa diferenciación de públicos?

- Creo que no. De la General Paz para adentro es un mundo que mira a otros países. Que mira a Europa, que mira a los Estados Unidos o que se miran entre ellos y no tanto al interior. Mientras que nosotros, los del interior, estamos todo el tiempo pendientes de Buenos Aires. Yo de joven me fui a Buenos Aires para probar suerte, me fue como la m... y me volví aceptando que debía comenzar por Tucumán. Entendí que lo mío estaba en el Norte, que si salía de ahí no me iban a entender. Muchos artistas tucumanos que se van a Buenos Aires terminan hablando con tonada porteña, desde Mercedes Sosa a Palito Ortega. De alguna manera tuvieron que dejar de ser tucumanos. En mi caso, cuando cuando volví a mi provincia empecé a hacer humor solamente para los tucumanos. Después se fue dando y me terminaron llamando de Salta y de Santiago del Estero. Ahí fue cuando me convocaron para ir a Córdoba. Me resultaba raro ir hacer humor a la madre patria del humor y no sabía si me iban a entender. Cuando hice el primer show en un bar no conté el sketch del sándwich de milanesa, tan tucumano, porque en Córdoba comen chori. Sin embargo, desde una mesa, alguien me reclamó ese número. Traté de explicarle las diferencias y el tipo fue al grano: “Sí, negro, entiendo. Pero el ritual del que hablás es el mismo. En todos está ese tipo que te atiende con cara de culo...”. Ahí me fui dando cuenta que, a pesar que tenemos cosas diferentes, el rito es el mismo. No así en Capital Federal aunque, con las redes sociales, quizás se abra un poco todo eso.

Del Jardín de la República para -casi- todo el país

Hace un par de años, Gordillo fue a Comedy Central, festival de la variada escena del stand up. Cuando contaba sus chiste veía a standuperos porteños a los que ni les generaba un mínima mueca. “La mejor de las energías y la buena onda, pero no me entendían. Y cuando subían ellos al escenario, me pasaba lo mismo. Yo no sabía que la Avenida Scalabrini Ortiz antes se llamaba Canning. O hacían chistes con las líneas de subtes, que me son totalmente ajenas. La Capital es otro país para nosotros”, reconoce sin rencor alguno.

-Como decías antes, muchos artistas dejan de lado sus tonadas de origen para imitar a la porteña. Vos hacés exáctamente el proceso inverso: casi sobreactuás tu lado tucumano.

-Tal cual. Cuando empecé, me di cuenta de que no me entendían nada. Una vez, un salteño me contrató para animar una fiesta en Buenos Aires. Tenía que hacer un show de 40 minutos. No se rió nadie. Me miraban como preguntándose qué hacía ese milico con tonada tan extraña en escena. Luego de esas primera experiencias empecé a vocalizar un poco más, a abrir algo más la boca y a contar anécdotas no tan locales. Para actuar en Córdoba me suma mucho los videos de los shows que subo a YouTube. Mi sistema es: escribo un espectáculo, lo presento en Carlos Paz, lo hago girar un año o dos y lo subo a la red. Eso me genera más público para el teatro. Diría que es mi secreto.

-Un secreto que va casi en contra de la norma. En general, un humorista solo sube piezas audiovisuales cortas como elemento de venta, pero no un show completo.

-Yo pensaba igual, que no había que mostrar todo para que me vayan a ver al teatro. En Tucumán, hace cerca de 21 años que estoy en esto, y estuve unos 10 años contando los mismos chistes, el mismo monólogo hasta que vino un tipo, un CEO de una petrolera del Norte, que me contrató para hacer varios shows, eventos empresariales y privados “Pero culiao, no me cuentes siempre los mismos chistes; cambiá”, me dijo. Entonces, el show que venía haciendo lo grabé completo y lo subí como una forma de presionarme a mí mismo a escribir uno nuevo. Y se generó el efecto contrario a lo esperado porque, en vez de quemarlo, vinieron más ofertas para hacer el mismo espectáculo que estaba en la red. Así fue como empezó esta cadena interminable de dolor de cervicales que me impiden hacer más funciones semanales. Ahora tengo que escribir un nuevo show que lo empiezo a trabajar en abril. Me lleva mucho tiempo porque tiene que ser efectivo. Cada tres o cuatro frases la gente tiene que reírse, ese es mi lema.

-Así como te llamó este CEO de una petrolera, ¿cuál fue la convocatoria más extraña?

.-La más genial que tuve fue la del casamiento de Oriana Sabatini y Paulo Dybala. La más bizarra fue un Día de Reyes en un municipio de Tucumán. Yo hacía del Oficial Gordillo, y mi compañero de La Irma. Cuando entramos al camarín, que era el vestuario de una cancha de fútbol, había un tipo usando el baño, que ni se inmutó. “Muchachos, ya termino”, nos dijo apenas nos vio.

Soraya Mafud, esposa de Miguel Martín, Catherine Fulop y el humorista, en el casamiento Dybala-Sabatini
Soraya Mafud, esposa de Miguel Martín, Catherine Fulop y el humorista, en el casamiento Dybala-Sabatini - Créditos: @Gentileza

Vamos por la más glamorosa. El famoso futbolista lo llamó para proponerle que haga el show en la fiesta de su casamiento. Rápido de reflejos, el tucumano le contraofertó: “Invitame y y te regalo el show”. Cuando llegó el momento de su show en medio de gente famosa, sus propios temores disminuyeron porque la mitad de los invitados eran de Córdoba, su gente. Pero había otro gran sector de invitados de San Isidro y Vicente López, que me “daban un poco de cagazo”. Todo funcionó. De hecho, el show iba a durar 20 minutos y el tucumano duplicó la extensión de lo pautado. “Fue el mejor casamiento de mi vida, y de la otra”, apunta el humorista. La pareja de la cantante y el jugador de fútbol lo conocieron gracias a Catherine Fulop, la madre de Oriana Sabatini, que hizo algunos TikTok con audios de Gordillo. Cuando los dos enteraron en contacto por Instagram, la venezolana le confesó que tenía a dos fanáticos en Roma.

En la fiesta de casamiento conoció a muchos de los que había visto a los lejos cuando estuvo en Qatar para el Mundial de Fútbol. En aquella oportunidad, un porteño que ni lo conocía -pero al que su mujer jujeña le había hablado de un tal Oficial Gordillo- lo contrató para hacer un show la noche anterior al partido de la Selección contra Polonia. El standupero convenció al señor que ponía la plata de ir con su mujer y sus dos hijos. Solo le pagaron el pasaje en avión y el hotel. El resto, había que arreglárselas. En un shopping, según cuenta en Gordillo, amigo de lo ajeno, su hija le pidió tomar un heladito. Cuando fue a averiguar el precio, eran 50.000 pesos cada uno. “Chupen hielo”, cuenta que les dijo a sus dos hijos. Con muchos de los jugadores que ganaron la Copa del Mundo se encontró en la fiesta de casamiento de Dybala y Sabatini. Hay un remera de la selección firmada para varios de ellos, que dan cuenta de esa fiesta interminable.

La fuerzas del orden al servicio del humor

Ahora bien, ¿cómo es posible que un uniformado de las fuerzas del orden se convierta en el personaje central de este fenómeno público en tierras provincianas? Lo contesta el mismo Oficial Gordillo. “En mi niñez, yo veía a los policías como personas muy graciosas como peligrosas. Tucumán tuvo mucho que ver con los militares en tiempos de la dictadura. Yo fui niño en los 80 y adolescente en los 90, y todavía estaba instalado el tema de la razias. Para averiguación de antecedentes, te subían a la camioneta. Yo nací con esa cosa hippie que viene de fábrica. Tenía pelo largo, usaba pantalones blancos, botas texanas...”

-No te faltaba nada...

- Me faltaban tatuajes o un aro... [se ríe con ganas]. En Faimallá era el único con pelo largo. Los milicos, apenas me veían, me subían a la camioneta. Siempre llevaba la cédula, no el DNI; la libretita aquella que había que cuidar tanto. Y una vez, mi mamá me lavó el pantalón con la cédula adentro. No quedó otra que renovarla.

A la izquierda, el pibe aquel que por tener pelo largo, andar con pantalones blancos y botas texanas, terminaba siempre en la comisaría
A la izquierda, el pibe aquel que por tener pelo largo, andar con pantalones blancos y botas texanas, terminaba siempre en la comisaría - Créditos: @Gentileza

Tenía unos 15 años. Cuando fue a hacer el trámite de renovación se topó con un policía típico de la región y de la época. “Los policías tucumanos son muy personajes. Hablan como se les canta, no miden palabras, se mandan”, reconoce Gordillo. El policía de trato terco lo hizo pasar una habitación casi minimalista: escritorio marrón caoba y la máquina de escribir Olivetti. Y empezó a llenar el formulario tecleando con dos dedos, cuando él se había matado estudiando dactilografía. “¿Qué apellido so’?”, le preguntó el uniformado. “Martín”, le respondió el pibe de 15 años. “No, ese es un nombre, papá. Yo te estoy preguntando por tu apellido”, retrucó. No hubo forma de convencerlo. Desde ese momento pasó a ser Miguel Antonio Martínez. Lo de Martín no entraba en su cabeza. Al salir, el pibe de 15 años que estaba estrenando nueva identidad pensó: “Esto es maravilloso”.

Empezó a prestarle atención al mundo de los policíaco. Y cuando empezó a ir a fiestas, hacía sobre ellos. Notó que la gente lloraba de la risa. Al principio, al mundo de uniformados del orden todo eso no le gustaba y se lo hacían notar. Después, la cosa fue aflojando.

-¿Alguna vez la policía te contrató para que hicieras un show?

-Para un aniversario. Estaba toda la cúpula de la Policía en un gran salón de Tucumán. Ese día era para reconciliarse o pelearse con todo. Nos terminamos reconciliando, muy pocos se enojaron. Igual, yo creo que Gordillo tiene fecha de vencimiento. Ahora son musculosos, hablan mejor que yo, tiene terciario y hasta universitario. Me están cagando el personaje.

No es verdad. Miguel Antonio Martín devenido en Martínez nació en Faimallá, ciudad que tiene alrededor de 30.000 habitantes. En esta temporada, el amigo de lo ajeno ya convocó a más de 40.000 personas en Carlos Paz.