'De la granja a la mesa': la nueva estrategia de alimentación sostenible
La crisis sanitaria a consecuencia de la COVID-19 ha puesto de manifiesto la importancia del sector primario así como las deficiencias de un sistema en el que los productores se sienten desarmados ante un futuro incierto. Precisamente en este delicado escenario, Bruselas se ha pronunciado y ha presentado su estrategia De la granja a la mesa, en la que apuesta fuertemente por la sostenibilidad del mercado y el consumo de alimentos saludables. Entre los objetivos que persigue destaca fomentar la economía circular, rebajar el desperdicio alimentario y reducir el impacto medioambiental de la producción.
Se trata de una gran oportunidad para los pequeños productores ya que se pretende fomentar el consumo de proximidad y cambiar el etiquetado para dar fuerza al origen de los alimentos. Alimentos que tenderán a ser cada vez más ecológicos según la visión de Bruselas, cuyo deseo pasa porque "el 25% de la superficie agraria de la UE se destine a la producción ecológica antes de 2030". Sin embargo, pese a que la tendencia de la era post-COVID habla de un incremento de compra de este tipo de productos por parte del consumidor, una reciente encuesta de la OCU ha tomado el pulso a la población en este sentido y recoge ciertas reservas. Solo uno de cada cinco españoles asegura estar dispuesto a gastar más dinero en este tipo de alimentación. Aunque el porcentaje sube ligeramente, hasta el 32%, cuando se les pregunta si pagarían más para que los agricultores puedan obtener ingresos más justos.
Precisamente en ese punto incide también la estrategia propuesta desde Europa, que pretende preservar la asequibilidad de los alimentos al tiempo que genera retornos económicos más justos. Entre las medidas para fomentar lo eco, se atreve con cifras: "Reducir hasta un 50% el uso de pesticidas químicos, así como de fertilizantes en un 20% y de antibióticos en ganadería al 50%".
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Por una alimentación más limpia
El plan afecta tanto a instituciones como productores y agentes implicados en el suministro y la comercialización, pero también tendrá consecuencias sobre el consumidor. Además de tener acceso a una mayor información de los alimentos a través del etiquetado, proponen prohibir el azúcar agregado en los alimentos para bebés y explorar la posibilidad de establecer niveles máximos de azúcares, grasas saturadas y sal en alimentos procesados. Asimismo, dejar de estimular el consumo de carne.
Según la encuesta de la OCU mencionada anteriormente, "más del 42% de los consumidores manifiestan que han dejado de comer o haber reducido la carne roja por motivos ambientales". Un 67% desearía desperdiciar menos alimentos en el hogar, se mostraría dispuesto a comprar más frutas y verduras de temporada reconoce que les gustaría comer más alimentos a base de plantas.
Este termómetro de consumo parece favorable para los objetivos de Bruselas, aunque la publicación de la estrategia ha sembrado muchas dudas en el sector productivo, que demanda alternativas y soluciones concretas para alcanzar esas metas, así como un estudio del impacto socioeconómico previo. Preocupados por los retos medioambientales que se proponen y cómo se llevarían a cabo, han acogido con moderado optimismo la propuesta, mientras temen que la presión les acabe por ahogar.