Guillermo Arengo, el actor que empezó “de grande”, enamoró con un papel de perdedor y prefiere la felicidad del bajo perfil

Guillermo Arengo estudió Psicología, trabajó 12 años como fotógrafo y llegó a la actuación
Guillermo Arengo estudió Psicología, trabajó 12 años como fotógrafo y llegó a la actuación "de grande"; su primer gran éxito popular fue en TV, con la tira Tratame bien - Créditos: @Hernan Zenteno

Empatizar con Guillermo Arengo es una tarea muy fácil. Simplemente por un factor determinante: no se la cree. Minimiza todos los aspectos que otros enarbolarían para hacerse notar y no hace de sus actividades un oficio sino que explica que le gusta actuar, disfruta de dirigir y le apasiona dar clases. Lo cierto es que es profesor en la Universidad Nacional de las Artes (UNA) desde hace más de 15 años en la materia Dirección, es actor, director, autor, escritor y fotógrafo. Entre sus trabajos más recordados está ser el hermano de Julio Chávez y cuñado de Cecilia Roth en la serie Tratame bien (2009), un paciente con adicción a la tecnología en Tiempos compulsivos (2012) y en teatro actuó en Tres hermanas junto con Malena Solda y Muriel Santa Ana y en El adulador con Alejandro Awada y Noralih Gago, entre decenas de otras piezas. A su vez, desliza como al pasar que será parte del elenco del tanque teatral del año, La cena de los tontos, donde compartirá escenario con Laurita Fernández, Martín Bossi y Mike Amigorena. Y en abril estrena en Prime Video la serie de Carlos Menem donde hará de un asesor del expresidente.

Para la entrevista abre las puertas de Espacio Callejón, mientras define los detalles de uno de los últimos ensayos de El cuento de Beto, obra que escribió, dirige y presentará en ese mismo teatro. Quien lo viera de lejos, jamás pensaría que Arengo -ese hombre que acepta un mate de su asistente de dirección, con modos dóciles, sonrisa tímida y amable en sus indicaciones- es el encargado de que todo salga bien. La acción comienza y sus dirigidos Guillermo Aragonés, Hernán Melazzi y Rocío Peralta ya saben qué hacer. La charla continuaría una hora y media después en el bar de la esquina, con la tranquilidad de la tarea cumplida y con los nervios por estar apenas a horas del estreno.

-Montar en estos tiempos una obra de teatro independiente es un acto de fe, casi revolucionario.

-Tiene que ver con un déficit personal que venía sintiendo en este lugar de escribir y dirigir. Hacía tiempo que no lo hacía y necesitaba hacerlo. Es un trabajo donde tengo la obligación y el placer de construir un mundo. Siento que hay un gran déficit de imaginación en los últimos años y necesitaba un territorio para ponerme a construir un objeto con la pretensión de que sea teatral y artístico. Después veremos si se cumple o no. Pero insisto, fue una necesidad absolutamente personal porque no existe nadie en el mundo que necesite que yo escriba y monte una obra de teatro (se ríe).

El actor y dramaturgo Guillermo Arengo, a punto de estrenar su propia obra, El cuento de Beto; también será parte del elenco del tanque teatral del año, La cena de los tontos, con Martín Bossi, Mike Amigorena y Laurita Fernández
El actor y dramaturgo Guillermo Arengo, a punto de estrenar su propia obra, El cuento de Beto; también será parte del elenco del tanque teatral del año, La cena de los tontos, con Martín Bossi, Mike Amigorena y Laurita Fernández - Créditos: @Hernan Zenteno

-¿De qué trata El cuento de Beto?

-Es un proyecto que empezó hace mucho tiempo, cuando escribí sobre un hombre mayor que se reencuentra con su hijo después de diez años. El hijo se había ido de la casa y la obra empieza en el momento de su llegada. Ver a su hijo ahí parado al hombre le dispara un recuerdo traumático que tiene de la década del 70 y no sale de eso. La obra no tiene nada que ver conmigo, pero sí quería profundizar en la hipótesis del reencuentro de dos hombres entre la decepción y la impotencia. Y los dos portan esos valores.

-¿Por qué la decisión de no actuar en tu propia obra?

-Una vez sola actué y dirigí, y la pasé pésimo. Fue en Triste golondrina macho, una obra de Manuel Puig que hice en el Teatro Regio. No lo volvería a hacer. Y aunque en realidad el trabajo profesional me llevó mucho más por el lado de la actuación, a mí me gusta mucho la dirección y dedicarme de lleno a eso. Prefiero este plan artístico a cualquier otro, aunque actuando sea el protagonista.

-A diferencia de la mayoría de tus colegas, comenzaste en la actuación de grande.

-Empecé a los 36 años. Terminé el secundario y empecé a estudiar Psicología en la UBA. Yo me psicoanalizo desde los 16 años. Éramos de Caballito, mis viejos empleados bancarios y mi hermana dos años más grande que yo. Una familia tipo, de clase media pero mi papá, un hombre con mucha sensibilidad por lo artístico, se interesaba en el teatro, cine, literatura y fotografía. Tengo una foto mía a los seis años con una guitarra y una cámara de fotos que él me había regalado. Estudié guitarra durante muchos años y la música fue fundamental en mi vida, también tuve mi etapa de fotógrafo. Cuando abandoné Psicología en cuarto año, con un socio armamos un estudio y durante 12 años trabajé de fotógrafo haciendo publicidades, reproducciones de obras de arte y teatro. Ahí conozco a Ricardo Bartís y a Daniel Veronese, y me fui vinculando con el mundo de ellos pero por dentro. Un día, Veronese me pide que haga unas proyecciones en vivo y también el personaje de un policía para una obra basada en Los madrigales de Claudio Monteverdi, y ahí debuté como actor. Luego comencé a entrenar con Analía Couceyro y Javier Lorenzo. Desmantelé el estudio de fotografía y me dediqué de lleno al teatro . Se dio de forma natural. En el escenario yo sentía algo muy familiar, mucha comodidad.

Un éxito de TV

-Tu primer trabajo de actor en televisión fue nada menos que en Tratame bien.

-Fue muy gracioso. Yo estaba haciendo con Mariano Pensotti, Carlos Casella, Ana Frenkel y Juan Minujín la obra Sucio. Tres temporadas de mucho éxito, independiente, claro. Una noche viene Griselda Siciliani, que es muy amiga de Ana y Carlitos, con su nueva pareja, que era Adrián Suar. Ahí el Chueco me vio por primera vez. Y según la propia Griselda cuando volvieron en el auto, Adrián le dijo: “Lo quiero ‘al gordo’ en Pol-ka”. Quedó ahí. Por otro lado, nosotros ensayábamos Sucio en el estudio de Julio Chávez, por lo que Julio nos veía seguido. En esos meses, Adrián lo llama a Julio para proponerle Tratame bien. Se juntan para intercambiar ideas y Adrián le dice: “Yo veo una familia armenia, tu mujer es Cecilia Roth, tienen dos hijos y vos un hermano fachero, ganador, que anda con muchas minas”, y le propone un actorazo que prefiero no nombrar. Y Julio le dice: “No. Quiero que mi hermano sea un perdedor, con problemas de obesidad, un idiota tremendo y ya tengo al actor, Guillermo Arengo”. Adrián le pregunta: “¿Quién?, ¿El de Sucio? OK, listo. Ya tenemos la serie”. Por eso siempre le digo a mis alumnos que hagan lo que sientan, lo que disfruten hacer, hagan teatro, porque si lo disfrutan, el otro lo va a notar y lo va a disfrutar también.

-Una verdadera prueba de fuego. Esa serie tenía inmensos actores.

-Me sentí muy bien actuando con Julio Chávez y Cecilia Roth. También estaban Martín Slipak, María Alché, la que ahora dirigió Puan; Mónica Cabrera, Norman Briski, María Onetto y Cristina Banegas. Federico Luppi estuvo un par de capítulos, en los que me le pegué y hablábamos de todo. El escenario y la cámara son lugares naturales para mí. Hay actores que tienen un componente biológico, como si fuera el oído absoluto en la música. Hay algo dado y creo que eso lo tengo, que no quita que tenga que laburar siempre un montón para estar a la altura de estos monstruos que nombré.

-¿Qué cambió del trabajo en Pol-ka a las nuevas plataformas?

-Cambió el negocio. Cambió la era. Que no exista más la televisión de aire en términos de ficción lo sentís en la calle. Tenía una llegada más directa. Las plataformas apuntan a sectores, son nichos. Cuando hice la película de Guillermo Francella La extorsión, fue lo más próximo a mi época de televisión, pero porque Guille es muy masivo. El resto de las series, no. Desde que asumió este Gobierno, todo lo audiovisual se restringió, por la política que está aplicando, entonces el trabajo se redujo notoriamente. Siento que ahora las plataformas en la Argentina se retiraron y están evaluando si vuelven fuerte o no. Cambió mucho todo.

Guillermo Arengo, a los 60 años, asegura que disfruta de
Guillermo Arengo, a los 60 años, asegura que disfruta de "no ser un actor famoso, sino un hombre que actúa" - Créditos: @Hernan Zenteno

-Las plataformas lanzan al mercado una serie terminada, antes se jugaba con el termómetro del público.

-Antes tenías la espada de Damocles del minuto a minuto en la nuca. Arrancabas un súper policial negro y terminabas haciendo una comedia costumbrista porque justo se dio que pegó en el público el policía que era un perdedor y que se enamoraba del comisario y el detective principal quedaba en segundo plano. Pasaba también que arrancabas con un papel bárbaro y terminabas haciendo cualquier cosa, porque la serie se regía por el mercado que iba más por un personaje que por otro. Ahora las plataformas están regidas por los gerentes que supuestamente saben de negocios y que no te permiten decir ni una sola palabra. Lo que se evalúa ahora es si hay segundas temporadas o no.

-¿Cómo viviste esa fama repentina que te dio la televisión?

-Yo no soy famoso, por suerte. La gente no sabe cómo me llamo. Con mi hija siempre bromeamos: “Mirá, ahí está el actor”. Para mí, es una fama linda. Me gusta mucho una frase de la escritora Hebe Uhart, que les decía a sus alumnos: “Abrácense a su escritura y no piensen en ser escritores”. Ella prefería definirse como una mujer que escribía. Y a mí me gusta eso, soy un hombre que actúa. Esto de perfilar la identidad no me gusta. Lo hablaba con mi analista: uno quiere encontrarse, saber quién es, pero yo tengo 60 años y ya no quiero encontrarme, quiero perderme. Ser otro.

-Tu hija, Adela Arengo Vallina, compuso la música de El cuento de Beto. ¿Cómo es tu vínculo con ella?

-Yo estuve muchos años pensando que no iba a tener hijos. Y un día cambié y se me presentó claramente el deseo de tener el vínculo con un hijo. Y justo coincidimos en el sentimiento con mi pareja y madre de Adela, Julieta Vallina, y fuimos padres. Su llegada a mi vida me hizo muy feliz y disfruto mucho de su compañía. Ella es música, estudió batería, ahora pasó al bajo. Un día le pregunté si no tenía ganas de hacerme la música y me dijo que sí. Se puso con el piano y la viola dos meses, le agregaba flauta y no sé cuáles otros instrumentos. Lo fue a grabar en un estudio profesional y cuando me lo mostró, me encantó y es la música de mi obra. Tiene su crédito.

Un recuerdo vivo

En el programa de mano de El cuento de Beto aparece un texto destacado que reza: “En memoria de Julieta Vallina”. Su expareja y madre de su hija, que falleció el 13 de junio de 2022 a causa de una enfermedad terminal, está muy presente en su vida y al nombrársela, su emoción en forma de lágrimas no ofrece resistencia. “A Julieta la conocí un domingo que fui a verla al teatro. Recuerdo que fui con Daniel Veronese. Daniel después la llamó para trabajar y empezamos a actuar juntos. Fue como ver a una súper mujer actriz. Una especie de bomba atómica de la actuación. Me enamoré perdidamente ”.

Julieta Vallina en una imagen de 2013;  la actriz, quien fue pareja de Guillermo Arengo, falleció tempranamente, en 2022
Julieta Vallina en una imagen de 2013; la actriz, quien fue pareja de Guillermo Arengo, falleció tempranamente, en 2022 - Créditos: @Fabian Marelli

-¿Qué recuerdos tenés de ella, como madre y actriz?

- Son esas cosas que nunca pensás que te van a pasar (sigue emocionado. Respira profundo y continúa). Su pérdida fue un dolor terrible y una ausencia que se nota todos los días. Tengo millones de recuerdos pero me gustaría mencionarla solo como actriz, para guardarme lo privado que era como madre. Era una actriz impresionante. Había algo en ella como invertido, Julieta no tenía ganas de actuar, era como que la actuación tenía ganas de ella. Era una mujer tomada por el teatro y así pasaba lo que pasaba cuando se subía a un escenario o cuando se prendía una cámara. Tenía mucha fuerza, una inteligencia actoral superadora. Una de las últimas charlas que tuve con ella fue sobre una película (La mujer hormiga) que filmó con unos chicos santafesinos, donde me contó lo lindo de esa experiencia. Todavía no me animo a verla. Y si bien hacía muchos años que ya no estábamos juntos como pareja, su ausencia es un dolor inmenso que todavía me cuesta entender.

-Para terminar la charla con una sonrisa: vos y Romina Gaetani tuvieron sus 15 minutos de escándalo, a lo Wanda Nara e Icardi.

-Estábamos trabajando juntos con Romina Gaetani y no sé por qué empezó a circular el rumor que Romina y yo teníamos un romance y habíamos dejado a nuestras parejas: ella a Oscar “Osky” Righi, el guitarrista de Bersuit y yo a Julieta, para vivir nuestro amor. Dos actores muy famosos amigos míos me recomendaron no contestar ningún llamado porque en diez días todo eso iba a pasar. Romina se mataba de risa pero yo la pasé mal. Es más, Osky quería que fuésemos juntos a un estreno, los tres abrazados, y darnos unos besos frente a los fotógrafos. Me reventó el teléfono, me llamaban de los programas de espectáculos, amigos periodistas y yo quería desaparecer. Me quedaba en casa sin salir. Hasta pensé en dejar la actuación. A Romina no le molestaba porque estaba acostumbrada a los rumores falsos y le daba igual. Aunque ya pasó mucho tiempo, a veces en el barrio, ahora que vivo en Parque Patricios, me gritan: “Ídolo, te comiste a la Gaetani” y yo me callo porque, la verdad, que piensen eso, me hace quedar muy bien (sonríe).

Para agendar

El cuento de Beto. Funciones: miércoles a las 20.30. Sala: Espacio Callejón (Humahuaca 3759).