Guillermo Francella le da descanso a Pepe Argento y levanta vuelo con un potente thriller
Francella, siempre Francella. Esta vez, el intérprete de éxitos históricos que viene asumiendo desafíos diversos por fuera de la zona de confort da otro salto hacia una compleja trama cargada de suspenso, de sucesos inesperados. Como él mismo reconoce, no se formó como actor de comedia, sino como actor a secas. Como parte de esa búsqueda protagoniza La extorsión, película dirigida por Martino Zaidelis (el mismo que había dirigido a Natalia Oreiro en Re loca).
El origen de todo esto fue antes de la pandemia y lo cuenta a LA NACION el mismo Francella: “Yo tengo un vínculo personal y afectivo con Martino que nació en 2010, cuando hicimos El hombre de tu vida, la serie de Juan José Campanella, quien es socio de Zaidelis en su productora. Aquella vez dirigió un par de capítulos. Era un mocoso con mucha pasión por lo que hacía, un tipo muy observador, muy metido en los detalles”, reconoce el actor que, aquella vez, le prometió que cuando hiciera un largometraje él lo iba a acompañar. Hombre de palabra, el largometraje ya está: se estrena el jueves 6 y será distribuido en cines por Warner.
“Al tiempo me mando el guión de Emanuel Diez, que me impactó mucho. Primero, porque el thriller es un género que amo como espectador, por esas cosas que en la que algo fortuito te puede cambiar la vida para siempre. Transitar eso como actor era algo que me encantaba. Y cuando leí aquel texto me topé con una trama muy sólida, que tiene una adrenalina que no te suelta. Así fue como empezó el viaje. A ese guion, junto al director y al guionista, lo cascoteamos mucho buscando posibles defectos. Eso implicó meternos en el universo de la policía aeroportuaria, de los fiscales, del mundo de los pilotos, de los servicios secretos y de una ruptura amorosa. Dejamos al guion en punto caramelo para evitar que el espectador se pierda ante una situación inesperada”, cuenta el actor y director teatral que, como en aquellos cines en continuado, viene protagonizando series, películas y obras de teatro que rara vez pasan inadvertidas. En verdad, su sola presencia en pantallas o en teatros ya es noticia.
En esta nueva ficción hace de Alejandro, un piloto internacional de aspecto siempre impecable aunque, claro, tiene sus cosas. “Oculta algo por egoísmo que la gente de los servicios aprovecha para presionarlo”, señala el señor de ojos claros en la habitación de un impecable hotel céntrico. Antes de que un avión se aleje de la pista siempre se escucha decir al comandante “Tripulación, preparados para el despegue”. Tras cartón, viene el sonido más fuerte de los motores hasta que el aparato deja de circular por la pista y toma vuelo. El mismo rito cumple ese tal Alejandro. Claro que, muchas veces, lo hace a sabiendas que las tensiones son otras. Que no está en juego la vida de los pasajeros sino la suya.
En perspectiva, la carrera de Guillermo Francella parece estar en constante despegue siguiendo una hoja de ruta que le permite aterrizar en territorios por fuera de la marca que dejaron programas como De carne somos, La familia Benvenuto, Casados con hijos o Poné a Francella. Programas en los que impuso un tipo de comicidad de enorme popularidad. Con el paso del tiempo, demostró que puede ser el impresentable de Pepe Argento con todas sus mañas y también el siniestro Arquímedes Puccio de El clan, en cuya caracterización era complejo reconocerlo.
En este nuevo desafío, Francella está acompañado por actores y actrices con los cuales ya había compartido otros vuelos. “Con Pablo Rago habíamos hecho El robo del siglo; con Andrea Frigerio, Poné a Francella y Mi obra maestra; con Carlos Portaluppi, Los que aman, odian y yo lo dirigí en la obra de teatro Perfectos desconocidos. Con Mónica Villa habíamos hecho hace muuuucho tiempo, en 1984, la telenovela Historia de un trepador. Como contrapartida, con Alberto Ajaka y Guillermo Arengo nunca había trabajado”. La película está dedicada a la memoria de la talentosa actriz Julieta Vallina, fallecida en junio último, que completa el elenco de esta trama carga de tensiones y a quien recuerda con profunda emoción.
Esta vez, su plan de vuelo, como respondiendo a una estrategia calculada, le implicó meterse en los cambiantes y turbulentos vientos de un vibrante thriller que se va complejizando a medida que avanza la acción. En el film, Alejandro está en pareja con una auxiliar de vuelo a cargo de Andrea Frigerio (otra persona que en su vida profesional ha sabido dar varios volantazos). El precio por ocultar un problema físico que implicaría dejar de volar termina termina siendo muy caro: en medio de un fuego cruzado entre la policía aeronáutica y los servicios de inteligencia transporta desde Ezeiza unas valijas que debe dejar en Barajas, el aeropuerto madrileño. En esa ruta en constante mutación escrita por Emanuel Diez no hay solo tormentas en pleno cruce del Atlántico: hay fondos reservados oscuros, una fiscal que intenta desarmar a esa mafia, presiones, un amigo fiel que deja de serlo por necesidades y urgencias, amenazas, rupturas afectivas, violencia, muertes.
Casi en paralelo a la rutina de ese comandante de vuelo orgulloso de su trabajo, a pocos días del estreno del jueves de La extorsión Guillermo Francella se tomará un avión a Madrid, ternado a los premios Platino como mejor actor por la serie El encargado, creación de Mariano Cohn y Gastón Duprat que despertó algunos planteos muy por fuera del mapa de la historia ficcional. Tal vez allá se cruce con Ricardo Darín, el que hizo de fiscal en Argentina, 1985. Juntos protagonizaron El secreto de sus ojos, la película de Juan José Campanella que obtuvo un Oscar, y con quien había hecho, en 1983, el programa Mi chanta favorito. O, probablemente, se encuentre con Peter Lanzani, el otro protagonista de Argentina, 1985 ternado con quien trabajó en El clan, la película de Pablo Trapero, basada en otra historia real que también sucedió en 1985. Como si fuera una historia circular, por ese trabajo Francella ganó un Platino. “Darín y Lanzani son dos personas importantes en mi trayectoria”, apunta el actor devenido también en director teatral.
De joven lo marcaron creadores como Alberto Sordi, Nino Manfredi, Ugo Tognazzi, Marcello Mastroianni o Vittorio Gassman. “Como actor, yo me reconocí rápidamente en lo gestual, sentía que había algo de mí mismo en el lenguaje corporal de esos grandes actores italianos”, reconoció alguna vez en uno de los tantos encuentros con LA NACION. El primer rol que le dieron tenía un toquecito de humor, el siguiente también. Francella asegura que ese destino fue algo casual que coincidió con cierta inclinación natural un tanto alejada del imaginario de hacer de Hamlet. Su reino (no en Dinamarca sino en la televisión y el teatro local) fue la risa. El proceso de cambio, que implicó expandirse hacia lo internacional, le llevó su tiempo. Cuando con Enrique Pinti, en 2005, hizo la comedia musical Los productores sintió que expandía parte de su territorio ganado. Tres años después le llegó la oportunidad, gracias a un casting, de formar parte del elenco Rudo y cursi, película del mexicano Carlos Cuarón. Dos temporadas después estaba compartiendo escenario con Alfredo Alcón. Al año siguiente, junto a Luis Brandoni y Mercedes Morán, protagonizó El hombre de tu vida, otra creación de Campanella en la que recorría caminos no tan conocidos para el público.
En estos últimos años parece que la hoja de ruta del actual piloto de aviones internacionales de La extorsión le permitió conquistar otros territorios expresivos. Le puso la voz al personaje del villano del film de animación La gallina Turuleca (hasta ese momento, el único trabajo que había hecho orientado especialmente para los chicos fue con Brigada Cola). Este año, junto a Florencia Peña y el resto del elenco, batieron récords de público con Casados con hijos en su versión teatral, obra que tendrá su segunda etapa en Córdoba. Cuando Netflix estrenó Granizo también hubo registros de audiencias extraordinarios. En ese film, el rey de la risa protagonizó una historia que culminaba con esas escenas finales con las calles de Buenos Aires en modo cine catástrofe. Ahora, es el turno del thriller, una de las figuritas que le faltaban completar. “Es verdad -reconoce en medio de una extensa jornada promocional de una nota tras otra- he hecho dramas, comedias, hechos reales llevados a la ficción, comedia musicales, cine catástrofe…”.
–Te diste el lujo de compartir escena con Alfredo Alcón.
–Sí señor, y fue inolvidable. Él me convocó porque, como me contaron Adrián Suar y Pablo Kompel, los productores de la obra, de hacer una comedia Alfredo quería hacerla conmigo. Y lo amé, fui amigo suyo hasta el final y fue hermoso hacer Los reyes de la risa.
–Y en este recorrido admirable que da cuenta de un trabajador de la actuación que se anima a correrse de lo consolidado, ahora este nuevo camino...
–Es parte de mi búsqueda. Y aunque El clan o El secreto de tus ojos puedan tener cierta similitud con La extorsión, esta película es decididamente un thriller. Desde hace tiempo quise tocar otros contenidos lo más heterogéneos posibles, siempre había soñado eso. No es que yo me formé como actor de comedia, yo me formé como actor. La comedia fue una anécdota, yo tenía ganas de que me pasara esto y empezó a suceder que los directores confiaran en mí, que me convocaran. Cuando los hermanos Cuarón me llamaron para Rudo y cursi hablaron tan bien de mi trabajo que generó algo lindo entre los directores locales. Ahí vino Campanella y después todo el resto. Es un viaje que sigue siendo de ida porque siempre aparecen contenidos nuevos. Esta año, con Granizo y El encargado, fue muy interesante en ese sentido porque apuntó a la misma idea.
–En este último tiempo es imposible pasar por alto la versión teatral de Casados con hijos, obra que rompió el récord de espectadores que tenía Alberto Olmedo en otro temporada de verano de 1987. ¿Cómo fue aquella experiencia?
–¡Uf!, indescriptible. Fue un clima mundialista todo el tiempo, fue una explosión de adrenalina haciendo todas las noches dos funciones y hasta tres. Fue una locura, algo jamás visto, jamás.
–Y vuelve como si fuera un bonus track.
–Haremos dos semanas en Córdoba en las vacaciones de invierno. Se nos hace difícil porque Luisana Lopilato vive en Canadá, tiene los chicos y seguramente no va a estar. Habrá que adaptar la pieza, un plomo. Pero ya no se pude estirar la cuerda de algo que hicimos hace tanto tiempo. Fueron muy emotivas las funciones en el Gran Rex, pero ya está. Solo queda lo de Córdoba.
–¿Qué te falta como actor? Alguna vez dijiste que lo pendiente era un clásico y pusiste como ejemplo Stéfano, de Discépolo.
–En verdad, no lo sé... Me siento pleno con estos años que estoy viviendo, con trabajar con directores antagónicos entre sí que me llevan hacia zonas no transitadas. Sí quiero seguir metido en historias que me atrapen, que me movilicen. No siento que me falte algo, no es así. Con un clásico siempre fantaseo..., pero no más que eso. La otra vez me llamaron del Teatro San Martín para hacer algo, pero todo me da como que hay que aggionarlo.
–Mencionás al San Martín y, si mal no recuerdo, nunca trabajas ni ahí ni en el Cervantes, las dos salas públicas más importantes de la ciudad.
–No, nunca. Cuando llegue un buen texto seguramente se dará. Lo que tengo en claro es que últimamente he trabajado tanto, pero tanto, que estoy un poco cansado. En un mismo momento estuve con la última parte de El encargado mientras comenzaron los ensayos de Casados con hijos, en la que actué y dirigí. Ahora, me toca acompañar a La extorsión, se viene la tercera temporada de El encargado a fin de año y las funciones en Córdoba. No tengo nada más en la cabeza para hacer, ni lo pienso. Quiero viajar, descansar y en 2024 seguramente haré algo.
–De todas maneras, te deben llegar muchas propuestas.
–Sí. Leo los materiales, le pongo garra, los contesto. A veces me encuentro frente a cosas que tengo la sensación de ya haberlas visto. No hay tantos buenos disparadores que me atrapen, lo reconozco. De teatro no me llegan tantas propuestas, en general son series o películas. Soy un gran consumidor de esos materiales mientras que ir al teatro me cuesta un poco más...
–Bueno, entiendo que debe ser un poco más complejo por el nivel de exposición pública que genera tu presencia en la calle.
–Y sumale a eso que después tenés que bajar a los camarines para decir que lo que viste te gustó... Te soy sincero: me da fiaca salir de casa. Amo el amor que recibo de la gente, pero hay veces que gana la pulsión de no salir a la calle.
Por lo pronto, el jueves saldrá de su refugio para ver La extorsión para ver la película en una sala (”como debe ser”). A los pocos días, se subirá a un avión para hacer el trayecto Buenos Aires-Madrid, eje de la trama de este thriller que tiene la habilidad de atrapar con constantes giros insospechados Es de esperar, y sin ánimo en modo spoiler, que no tenga problemas con sus valijas.