Guillermo Pérez Roldán confidencial: un dramático testimonio de maltrato que adquiere en pantalla ribetes más desgarradores
Guillermo Pérez Roldán confidencial (Argentina/2022). Guion y dirección: Matías Gey. Fotografía: Alvaro Chaccón Vera. Música: Joaquín Gómez. Disponible en: Star+. Nuestra opinión: buena.
“Te digo lo último. Como entrenador fui bueno, seguro. Lo demás…” Con una sonrisa entre irónica, cínica y despreocupada y palabras que quedan abiertas a más de una interpretación, el testimonio final de Raúl Pérez Roldán baja el telón de la serie documental que le pone imagen y sonido a un episodio impactante en la vida del tenis argentino.
Todo lo que oculta Pérez Roldán alrededor de ese enigmático “lo demás…” fue enumerado de manera estremecedora y con el máximo detalle por su hijo Guillermo, uno de los más destacados protagonistas del tenis nacional en la década de 1980, a lo largo de los tres episodios de esta nueva producción realizada en la Argentina de la serie Confidencial, marca registrada del canal National Geographic (realizada en este caso junto a la productora local Bourke), disponible en la plataforma Star+.
Estas resonantes confesiones de Guillermo Pérez Roldán que involucran a su padre no son nuevas. El ex tenista y actual entrenador, que vive hoy en Chile, habló por primera vez del maltrato físico y psicológico al que lo sometió su padre Raúl a lo largo de muchísimo tiempo en una entrevista publicada en LA NACION en mayo de 2020 y realizada por Sebastián Torok. En el comienzo, la serie reconoce a través de una placa que Guillermo ya había hecho pública esa situación, pero no se menciona ni allí ni en los créditos finales aquella entrevista que le abrió la puerta a toda esta producción.
Frente a las cámaras, el detallado testimonio de Pérez Roldán adquiere ribetes todavía más escalofriantes. Casi todo lo que le dijo en aquella nota aparece aquí ratificado a través de la conmovida palabra del extenista, que varias veces parece a punto de quebrarse. Pero hay un detalle más, quizás el de mayor impacto, que permanecía inédito hasta ahora: cuando Guillermo Pérez Roldán admite que tuvo dos fallidos intentos de suicidio, el primero con un arma y el segundo al volante de un auto en una curva tomada a altísima velocidad. “Haber fallado fue la señal de que tenía que seguir”, dice el ex tenista .
Las situaciones de maltrato físico (golpes de puño, a mano abierta o con un cinturón, exigencias físicas como castigo disciplinario por reveses en partidos importantes) y verbal ocupan buena parte de los 104 minutos de la serie, dividida en tres episodios: dos de 36 minutos cada uno y el restante, de 32. Para reforzar estos testimonios, la producción decidió ilustrarlas a través de recursos animados .
Cada episodio comienza con la advertencia, en una leyenda impresa, de que habrá “descripciones gráficas de abuso”. Son viñetas recurrentes y muy explícitas, similares a cuadros de historieta en movimiento, presentadas en blanco y negro y con un solo detalle en color: el rojo de la sangre que brota del cuerpo de la víctima. El efecto que logra ese recurso, diseñado con trazos básicos, directos y concretos, resulta inmediato.
El documental funciona en el fondo como la crónica de cómo los abusos familiares arruinaron la carrera deportiva de Guillermo Pérez Roldán, hecha de prometedores triunfos y un encadenamiento temprano de éxitos deportivos y económicos. El extenista amplía aquí lo que le contó a LA NACION acerca de cómo sus padres vaciaron sus cuentas y se apoderaron sin explicaciones de los millones de dólares que había ganado como tenista profesional .
Hay un contraste clave que define lo más poderoso y atrayente de esta producción: es lo que separa al doloroso testimonio de Guillermo de las respuestas cortantes y evasivas de su padre, que jamás niega o refuta las denuncias de abuso mientras trata de disimularlas con balbuceos y justificaciones difíciles de sostener . Como cuando habla de la disciplina como eje de la conducta que impuso en su exitosa escuela de tenis.
Allí se formaron destacados colegas de Guillermo Pérez Roldán como Juan Mónaco y Mariano Zabaleta, quienes además integran el equipo encargado de la producción y la investigación para esta serie. En el documental hablan casi todas las figuras destacadas del tenis argentino contemporáneas a Guillermo Pérez Roldán: les toca a Mónaco y Zabaleta (que en un momento definirá a Raúl Pérez Roldán como un “psicópata”) brindar dos de los testimonios más extensos; a otros, como Gabriela Sabatini, apenas se los ve. También se revela aquí por primera vez con escalofriante lujo de detalles un caso similar de abuso recurrente la extenista Graciela Pérez, otra alumna (y primera víctima) de Raúl Pérez Roldán. Llega a decir ante las cámaras que por el maltrato físico de su entrenador terminó un día con la cara desfigurada y tuvo que esconderse de su propia familia.
A estos aportes se suman explicaciones no menos valiosas a cargo de los periodistas Gonzalo Bonadeo, que alude a un contexto bien distinto al actual que parecía ser mucho más tolerante con las situaciones de abuso, y Guillermo Salatino, que hablaba de Guillermo Pérez Roldán como “el futuro Guillermo Vilas”. Alrededor de todo esto se configura una serie documental de formato más bien convencional, narrada con alguna imprecisión cronológica y un único recurso visual para mostrar los lugares elegidos en la búsqueda de testimonios: tomas aéreas realizadas con drones en Tandil, Mar del Plata y algunas pequeñas ciudades europeas .
El valor de algunos relatos se pierde a veces detrás de una banda sonora sofocante y machacona, una versión electrónica de las fórmulas minimalistas acuñadas por Philip Glass que en este caso se escucha, sobre todo en el segundo episodio, a un volumen demasiado alto. Y también hay que lamentar la ausencia de subtitulado cuando vemos imágenes de archivo con relato en italiano o escuchamos el testimonio en inglés del ex astro del tenis Ivan Lendl.
Detrás de todos estos detalles formales siempre aparecerá lo más importante: el drama de Guillermo Pérez Roldán y la confesión de que fue víctima, una y otra vez, de los maltratos de un padre poco y nada dispuesto a arrepentirse. La sensación cierta y visible de que ese vínculo ya no tiene vuelta atrás lleva a que el cuadro adquiera ribetes todavía más desgarradores.