Héctor Díaz: por qué siente a Solita y Brandoni como sus padres y la última charla con María Onetto; “El dolor no se va a ir nunca”
Actúa, escribe, dirige. Héctor Díaz abraza la actividad teatral desde diversas aristas. Este verano lo encuentra dirigiendo ¿Quién es quién?, la pieza protagonizada por Luis Brandoni y Soledad Silveyra -uno de los éxitos porteños- que se ofrece en el Liceo, e integra el elenco de Antígona en el baño, junto con Verónica Llinás y Darío Lopilato, que actualmente se presenta en la sala Roxy de Mar del Plata, luego de un par de temporadas en Buenos Aires y giras por el país.
“Nada es estratégico ni muy digitado en mí, las cosas van pasando”, reconoce de movida, instalado en el hall del Liceo, la sala privada más antigua que se encuentra en actividad en Latinoamérica.
-Desde tu faceta de director, ¿cómo vivís la dinámica de un estreno?
-Me falta temple, quisiera estar todo el tiempo dentro del escenario como un fantasma, operando y modificando cosas. Cuando me tocó dirigir una obra de Juan Paya, durante el debut, me la pasé caminando por la calle. Cuando volví y vi que la gente estaba feliz, sentí que no era algo mío, me distanció.
Así como los miedos lo acechan a la hora de estrenar, considera que, en la vida personal, algunos rasgos también se repiten. En definitiva, la escena es una creación que se desprende de la realidad. Un espejo. “ Siendo papá primerizo entendí que no se puede tener el control de todo , que hay que soltar algunas amarras y que hay que saber escuchar. Fui padre grande, mi hija tiene cinco años, y es un vínculo que me hace aprender cada día”, argumenta el artista, de 58 años cumplidos.
Eloísa, su hija, es fruto de su relación con la actriz Maida Andrenacci, con quien lleva 13 años de pareja. “Soy muy ‘aceleradito’, así que la nena me puso un freno, me hizo tener más en cuenta la escucha”. En igual sintonía, también reconoce que dirigir a Luis Brandoni y a Soledad Silveyra le ha permitido “oír a esa otra generación, estar atento a qué tienen para decirme”.
Curiosamente, Díaz, cuyos padres ya han fallecido, encontró en los actores algo de ese lazo : “Sentí que, de alguna manera, estaba trabajando el vínculo con mis viejos, que hace mucho que no están en este mundo y que, como me tuvieron muy grandes, nunca tuvimos demasiada empatía, así que a Solita (Silveyra) y a Beto (Brandoni) los escucho mucho, abro mi panorama”.
Héctor Díaz encuentra en la propia paternidad el disparador de pensamiento sobre la finitud: “Viene acompañada de un amor inconmensurable, pero también de un terror de fondo, te lleva a desear, pedir, que no le pase nunca nada a tu hijos, y, por otro lado, te hace pensar que, algún día, será uno el que no va a estar”.
-¿Te planteás eso?
-Sí, pero no lo pienso por mí, sino en la posibilidad de no estar más para mi hija. Más allá de eso, no le tengo miedo a la muerte y, por otra parte, no soy creyente .
-¿No hay otra dimensión posible?
-Paradójicamente, esa nada ahora significa ausencia para alguien, para mi hija, antes, en cambio, era solo ausencia para mí mismo.
-Dicen que la fe ayuda a transitar mejor algunos temas. ¿Qué te sucede con eso a partir de tu agnosticismo?
-Estoy comenzando a abrir el oído, pero no en el sentido estrictamente religioso, sino en el concepto más profundo de la fe, pensar en eso en lo que se confía más allá de uno mismo. Se trata de algo espiritual, de un sentir. Es algo muy germinal que está apareciendo en mí.
Colega, amiga
Con la actriz María Onetto, fallecida en marzo de 2023 , podría decirse que caminó de la mano, que formó parte de un mismo ecosistema en el que los unía un tipo de teatro simbiótico y el trabajo y la amistad con realizadores como Javier Daulte. “Cada vez que nos encontramos con Javier (Daulte) la conmemoramos. María fue parte de nuestra vida artística. Trabajé infinidad de veces con ella, sentíamos que corríamos la misma carrera de resistencia, con un punto de largada parecido, éramos del mismo club”.
-Una partida sumamente traumática.
- Generó un dolor inconmensurable , muy profundo, seguimos sin comprenderlo del todo.
-¿Cómo era ella?
- Artísticamente, emanaba algo muy potente . El día de su entierro, Daniel Veronese y Javier Daulte la nombraron como “nuestra musa”. Fue más que una actriz, nos inspiró a todos, creo que el dolor no se va a ir nunca , estará siempre presente. Muchas veces, la evocamos a través de nuestro trabajo.
-¿Te acordás de la última charla con ella?
-Es curioso, porque trabajando juntos hablábamos un montón, pero luego, quizás pasábamos un tiempo sin vernos, a pesar de haber sido vecinos. La última conversación fue un encuentro en la puerta del Teatro San Martín. Ella llegaba para hacer su función de Bodas de sangre y yo salía de un ensayo. Nos abrazamos, charlamos un rato. Fue un momento no muy lejano a su final.
Dos obras, dos tonos
¿Quién es quién? plantea el dilema existencial de una pareja en la madurez , mientras que Antígona en el baño focaliza en torno a una diva en decadencia y apabullada, a punto de estrenar un clásico y su relación con su representante y un joven amante. Mientras que el primer material, dirigido por Héctor Díaz, navega aguas realistas, la obra que lo cuenta en su elenco lo sumerge en un mundo irrefutablemente bizarro y saludablemente kitsch.
-¿Cómo vivenciás el desdoblamiento?
- Todavía no encontré la forma de administrar mis energías , todos los trabajos me demandan mucho.
Reconoce que actuar y dirigir al mismo tiempo, sumado a los tiempos de ensayo de cada proyecto, le generaron una sensación de estrés algo nociva, aunque también se siente dueño de un caudal creativo importante: “Nunca sé de dónde sale tanta energía, uno siempre tiene en reserva más de lo que cree”.
-¿Cómo aparece en tus manos la propuesta de dirigir ¿Quién es quién??
-En primer lugar, el material le llegó a Solita (Silveyra) y fue ella quien se lo acercó a Beto (Brandoni), de alguna manera para cumplir el deseo de trabajar juntos por primera vez. Tuvieron sus primeros encuentros con Tomás Rottemberg y Juan Manuel Caballé, los productores, pero aún no contaban con director, era el gran dilema.
Tomás Rottemberg había sido el productor de Para mí, para vos, obra que dirigió Díaz en el Multitabarís, y Juan Manuel Caballé se encuentra al frente de la producción de Antígona en el baño, donde el actor cumple un rol protagónico. En ese cruce su nombre emergió naturalmente. “Me contaron que los dos me nombraron a la vez”.
-¿Aceptaste rápidamente?
-Lo primero fue sentir una sensación de pánico, pero no podía decir que no a algo tan tentador. Si bien la obra me interesó mucho, sobre todo, no me quería perder la posibilidad de compartir con Solita y Beto la experiencia.
-Nada menos que dirigirlos, conducir a dos históricos.
-Mi concepción es encarar el trabajo desde el actor y construir con ellos.
-Siendo actores de tanta trayectoria y oficio escénico, ¿fueron dóciles?
-Lo primero que me pregunté es qué podía aportarles, sentí que no tenía las herramientas y que, frente a su recorrido, cualquier cosa que les dijera ya era sabida por ellos.
Díaz se había cruzado poco con Silveyra y Brandoni. Con la actriz se topaba seguido cuando trabajó con su esposa Maida Andrenacci. “No pasaba del saludo de cortesía”, recuerda. Con el actor lo une una anécdota querible: “Cuando yo hacía ¿Estás, ahí?, una noche, mientras cenaba con Javier Daulte, que era el autor y director de la obra, y con mi compañera Gloria Carrá, Beto se acercó para felicitarme. Hace poco, me invitó a comer al mismo restaurante y le recordé la anécdota”.
-Ser actor, ¿facilitó algún camino?
-Por lo pronto, saber que el actor necesita ser abrazado en el proceso, porque, cuando se comienza un proyecto, uno es como un nene de cinco años. Lo primero que les dije fue “no sé, no bajo línea y no soy un oráculo”. Pero ambos fueron muy atentos a todo lo que les he sugerido.
-¿El rol de director le va ganando la partida al actor?
-Sigo considerándome esencialmente actor.
Además de conducir los destinos de ¿Quién es quién? es el realizador de Ahoradespués, que se ofrece en el teatro Picadero con dramaturgia de Guido Zappacosta y la actuación de Federico Ottone, material que emergió del certamen Contar.
-La experiencia de Antígona en el baño conlleva algo de tonalidad “almodovariana”.
-Totalmente, en la última gira se afianzó el tono de comedia algo bizarra.
-Muy diferente a la paleta de colores de ¿Quién es quién?.
-Antígona en el baño tiene un humor desbordado, cercano al italiano, así que me permite vivenciar algo un tanto lejano para mí, ya que me siento más cercano a lo ascético del tono inglés.
Se formó con Pompeyo Audivert, Ricardo Bartís y Javier Daulte, entre otros maestros. Y fue parte de los equipos conformados por Rafael Spregelburd. Héctor Díaz desarrolló su carrera tomando al teatro como punta de lanza, pero también transitando los códigos del lenguaje audiovisual del cine y la televisión. “Se van produciendo ligazones, la propia historia y el trabajo van generando frutos que uno no se daba cuenta que estaba sembrando”.
Su primera dirección fue Neblina, la segunda pieza del grupo Piel de Lava. “Hoy son estrellas de rock, todas muy amigas”, dice. Y nunca más paró. Amor de película fue la única obra que escribió y que también dirigió para un ciclo generado por Daulte, omnipresente en su camino.
A pesar de la coloratura diferenciada, tanto ¿Quién es quién? como Antígona en el baño se manifiestan como materiales donde lo vincular es un punto a resolver. En su vida personal, el actor siente que, históricamente, su forma de encarar las relaciones ha sido algo frugal. “Entendí que también hay algo bueno en la solidez, en la permanencia”. Acaso por eso, afirma que con Maida Andrenacci rompió su propio paradigma: “Por lejos, es mi pareja más larga, nunca había pasado los tres años junto con alguien”.
Antes de terminar la charla, explica que comenzó a psicoanalizarse después de los 30 se explaya contando que hay cuatro tipos de temperamentos posibles y que se enmarca en el “melancólico” . “El humor me salva, porque, a veces, pienso que puedo licuarme, uno de mis miedos es a la disolución ”.
-¿Llorás mucho?
-No, pero cuando lo hago, me descontrolo.