Van Halen: 40 años de 1984, el disco icónico que enojó a David Lee Roth, le sacó el protagonismo a la guitarra y se lo dio a un sintetizador
Parece algo sacado de una película de ciencia ficción pero generó conflictos (y ganancias) muy reales: si algo define a 1984, el sexto disco de estudio de Van Halen que hoy cumple 40 años, es el Oberheim OB-Xa. No es un comandante alienígena ni un robot de Asimov: es nada más y nada menos que un sintetizador, uno analógico, el juguete de moda para los rockeros de aquellos tiempos. Queen lo usó en The Game (1980), Hot Space (1982) y The Works (1984); Rush hizo lo propio en Signals (1982). También fue protagonista de New Gold Dream (1983), de Simple Minds y Van Halen no se quiso quedar afuera. Claro que, en su caso, la decisión era especial: darle protagonismo a un teclado en una banda que cimentó su fama en la destreza de su guitarrista era una declaración de principios. Y fue motivo de discordia: mientras Eddie Van Halen peleaba por experimentar con estos nuevos sonidos, el cantante David Lee Roth se emperraba en mantenerse fiel al hard rock que los llevó al estrellato. Ganó el guitarrista y, teniendo en cuenta que el álbum vendió más de diez millones de copias , no le faltaba razón. Sin embargo, detrás de la victoria se escondía el quiebre: con éxito arrollador y todo, las diferencias se volvieron inmanejables y la relación no duraría mucho más.
El Oberheim OB-Xa es lo primero que uno escucha cuando le da play a 1984: un track de un minuto y ocho segundos con el nombre del disco (en el que no se escucha otro instrumento más que este) funciona como intro. En todo el álbum hay líneas de sinte que corren en paralelo a los riffs de guitarra, incluso hay solos de teclado: mientras “Diamond” Dave peleaba por mantener la “pureza”, Eddie declaraba que si se le antojaba tocar “la tuba o el silbato de queso de Bavaria” los iba a tocar, y así lo hizo.
En realidad, el tironeo había arrancado antes: Van Halen venía de hacer Diver Down (1982), un disco de transición en el que incluyeron cinco covers. Uno de ellos era “Dancing in the Street”, escrita por Marvin Gaye y popularizada por Martha & the Vandellas (también fue muy difundida la versión de Mick Jagger y David Bowie). Ahí Eddie decidió darle protagonismo a los sintetizadores, más allá del uso escueto que le había dado en temas anteriores. La reacción de Lee Roth fue explícita: “Odiaba ese maldito tema, nunca lo quise hacer”. La disputa empezaba a asomar.
A la hora de encarar su sexto trabajo, Van Halen entendió mejor que nadie la coyuntura musical. Si bien el hard rock era su campo de acción, la música mainstream estaba volcada a sonidos más pop. En 1983, Thriller, de Michael Jackson había roto récords de ventas en todo el mundo (con el aporte de Eddie, que tocó el solo de “Beat It”). Al año siguiente, los singles que coparon los charts fueron “Karma Chameleon”, de Culture Club; “Footloose,” de Kenny Loggins; “The Reflex”, de Duran Duran; “I Just Called to Say I Love You”, de Stevie Wonder; “Wake Me Up Before You Go-Go”, de Wham! y “Like a Virgin”, de Madonna, entre otros. Vista en perspectiva, fue una decisión inteligente haber apostado a mantener su audiencia mientras le abrían las puertas a fanáticos de otras bandas más volcadas al pop electrónico como Depeche Mode, Orchestral Manoeuvres in the Dark, Human League, Soft Cell o Pet Shop Boys.
1984 se preprodujo y luego se grabó en el estudio casero de Eddie, llamado 5150 en honor al código policial que correspondía a la figura de “paciente psiquiátrico fugado” (con ese mismo número bautizó a su siguiente disco, de 1986). Aunque todas las canciones estén acreditadas a los cuatro miembros del grupo, lo cierto es que prácticamente todo lo que se escucha en el disco salió de la mente del dúo de líderes, con escasa participación compositiva de la base rítmica que integraban Michael Anthony en el bajo y Alex Van Halen en la batería. Cuenta la leyenda que Dave escribía las letras mientras un asistente lo paseaba por las calles de Hollywood en su Mercury 51 descapotable.
Claro que, por más estrategia que delinearan, nada habría funcionado sin un hit que pateara las puertas de las radios y conquistara por igual a los seguidores del rock pesado y los jóvenes que solo querían bailar y divertirse. Ese lugar lo ocupó “Jump”, el tema que mejor englobó el concepto que pensó Eddie para este disco: guitarras + teclados + estribillos pegadizos + voluptuosidad y alegría. Desde 1981, el guitarrista venía insistiendo con el riff de sintetizador, pero los otros integrantes y el productor Ted Templeman no estaban convencidos. En la grabación de 1984, al fin Eddie se salió con la suya, y Dave escribió una letra basándose en la noticia de un hombre que amenazaba con saltar de un edificio que había visto en televisión la noche anterior. Su idea era que alguno de los testigos podía estar pensando: “dale, saltá”, así que usó esa frase (“go ahead, jump”, en inglés) en el coro, pero no como una apología del suicidio sino como una forma de darle coraje a alguien que no se anima a hacer algo que quiere hacer. Eso, más el mencionado fraseo, más un solo de guitarra en el que Eddie Van Halen demuestra por qué es uno de los mejores de la historia en su instrumento, redondean una “tormenta perfecta” de rock contagioso de los 80.
Otro de los hits fue “Panama”, que parece haber sido pensado para compensar cualquier tipo de novedad y darle algo a los fans de la vieja escuela: un riff de frases cortas, tocado en velocidad, con una letra que habla de chicas y autos (se dice que Lee Roth se indignó leyendo una crítica donde decía que solo escribía sobre autos, sexo y fiestas porque... nunca había escrito sobre autos hasta ese momento, con lo cual se lo tomó como un desafío y se inspiró en una carrera que había visto en Las Vegas, en la que uno de los pilotos manejaba un coche llamado Panama Express). Para reforzar la conexión fierrera se incluyó en la grabación el sonido del motor del Lamborghini Miura 72 de Eddie Van Halen.
“Hot for Teacher” fue otra de las canciones que llegaron a la alta rotación. En la guitarra, un sublime ejercicio de tapping (la técnica que consiste en pulsar las cuerdas contra el diapasón en lugar de tocarlas con los dedos o una púa a la altura de las pastillas). En la letra, un doble sentido (nunca queda claro si la fantasía del alumno con su maestra se concreta o no) que les valió un intento de censura: el grupo conservador Parents Music Resource Center -encabezado por Tipper Gore, esposa del entonces senador y luego vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore- pidió que no se pasara el tema en las radios. La protesta no prosperó.
Tampoco se quedó afuera de las cadenas de videos. En el clip aparecen los cuatro miembros de la banda y cuatro chicos que los interpretaban en edad escolar. Las maestras (las modelos Donna Rupert y Lilian Müller) se sacan la ropa y los músicos hacen una coreo vestidos de rojo con las manos en la entrepierna. Al final se revela a qué se dedicaron los “chicos” de Van Halen al crecer: Alex Van Halen se hizo ginecólogo, Michael Anthony fue campeón de sumo en Japón, Eddie fue paciente en un manicomio y Roth fue conductor de un programa de concursos.
“I’ll Wait”, “Tom Jimmy”, “Drop Dead Legs”... no hay en el tracklist de 1984 temas de descarte. Lo mismo dijo la crítica de la época: “Más allá de cualquier fanfarronería, la banda es uno de los actos más inteligentes y duros del rock n’ roll”, dijo Rolling Stone, en una reseña de cuatro estrellas). El público, por su parte, no le tuvo miedo al sinte, más bien al contrario: como dijimos, 1984 vendió más de diez millones de copias, empatando así las cifras del debut autotitulado de 1978.
Pero no todo era festejo: Lee Roth se sintió desplazado del control musical y la imagen del grupo y se abrió para grabar un EP solista (Crazy from the Heat, de 1985, que tiene una desopilante versión en español llamada “Loco del calor”). Sus covers de “Just a Gigolo / I Ain’t Got Nobody” y “California Girls” tuvieron buena repercusión y el cantante decidió no volver con sus compañeros, que no tardaron en reemplazarlo por Sammy Hagar. Así, 1984 quedó en la historia como el cierre perfecto para esa primera etapa de Van Halen, seis años intensos de rock y descontrol impulsados por el poder de la guitarra y -mal que le pase al frontman- el Oberheim OB-Xa.