La historia, las anécdotas y los hitos grabados en los míticos estudios Abbey Road, en un imperdible documental
Si estas paredes cantaran (If These Walls Could Sing / Estados Unidos, Reino Unido, 2022). Dirección: Mary McCartney. Fotografía: Gary Clarke, Tim Cragg, Ben Magahy, Samuel Painter y Graham Smith. Edición: Paul Carlin. Duración: 86 minutos. Disponible en: Disney+. Nuestra opinión: muy buena.
Son muchas las historias importantes relacionadas con la música popular que flotan en el aire de Abbey Road. Ya era hora de que estos estudios, que se hicieron famosos en todo el mundo gracias a los Beatles, tuvieran una película de homenaje que valora su impronta indeleble y refresca la memoria sobre los grandes hitos de ese lugar sagrado de la zona de St John’s Wood, el barrio de Londres en el que está situado otro sitio legendario para los británicos: el también célebre Lord’s Cricket Ground. Enclave favorito de los turistas que visitan la capital inglesa, los estudios empezaron a funcionar en 1931 con la London Symphony Orchestra como huésped principal y con el paso de los años se fueron transformando en mito: ahí se grabaron, entre muchísimos otros, discos fundamentales de Pink Floyd, Elton John, Oasis y Fela Kuti. También bandas sonoras de sagas cinematográficas súper taquilleras como Star Wars e Indiana Jones y los cazadores del arca perdida, a cargo del maestro John Williams.
La encargada del proyecto fue Mary McCartney, fotógrafa como su madre, la primera esposa de Paul, Linda Eastman. El documental empieza con papá Paul contando detalles de todo el trabajo que los Beatles hicieron en Abbey Road con George Martin como socio creativo. El sonido de la que para casi todos es la banda más grande de todos los tiempos se cocinó ahí, en ese espacio habitado por musas que alimentan solapadamente la inspiración, como asegura Giles Martin, hijo del genial productor fallecido en 2016, apelando a una feliz ocurrencia relacionada con una larguísima tradición inglesa: se dice que no hay que limpiar a fondo las teteras porque son los residuos del té que preparamos los que van mejorando el sabor, y con Abbey Road pasa algo parecido, no se puede ignorar el pasado, está vivo, se vibra, se siente apenas se ingresa al lugar .
El documental regula muy bien los testimonios de las estrellas convocadas: Paul, Ringo, Roger Waters, David Gilmour, Jimmy Page (un sesionista sin pelos en la lengua, ya verán por qué), los hermanos Noel y Liam Gallagher, Nile Rodgers, Elton John, Kanye West… Son declaraciones breves y sustanciosas. La selección, de paso, revela palmariamente algo que pasamos mucho tiempo por alto: a lo largo de muchos años fueron más bien pocas las mujeres que tuvieron un lugar importante en la industria de la música. Aquí aparecen Jacqueline du Pré, la gran violonchelista inglesa fallecida a los 42 años víctima de una feroz esclerosis múltiple -grabando con un Daniel Barenboim muy joven-, Celeste, una cantautora que nació en Estados Unidos y vivió desde muy pequeña en Londres, comparada más de una vez por su registro vocal con Amy Winehouse, y la intrépida Kate Bush, que grabó ahí buena parte de uno de sus grandes discos, The Dreaming (1982), y el precioso video de su tema de apertura, “Sat in Your Lap”.
Pero más allá de la nostalgia y la data histórica -muy relevante por cierto-, esta película producida y estrenada por Disney contiene unas cuantas revelaciones jugosas. “De no ser por Paul, hubiésemos grabado sólo tres discos”, asegura Ringo, confirmando al bajista de los Beatles como motor propulsor del proyecto, algo que también quedaba claro en el muy buen documental de AppleTV+ Let It Be. Fue el propio Paul el que le pidió a George Martin “un orgasmo orquestal” para el caótico epílogo de “A Day In a Life”, cierre de Sgt. Pepper, cumbre de la psicodelia que se estaba grabando en uno de los estudios de Abbey Road al mismo tiempo el Floyd comandado por Syd Barret registraba otra obra maestra, The Piper at the Gates of Dawn. Fieles a su estilo, los hermanos Gallagher, por su parte, cuentan los incidentes que provocaron cuando fueron al lugar en busca del influjo beatle: los terminaron echando porque en el final de una jornada de grabación apagaron las luces, se pasaron con el alcohol y pusieron Rubber Soul y Sgt. Pepper a un volumen suficiente como para arruinar un parlante. “No existen mayores fans de los Beatles que nosotros, salvo, quizás, ellos mismos”, dice Noel.
Mary McCartney decidió hacer esta película luego de encontrarse con una fotografía de 1977 donde se la puede ver de paseo con sus padres y un pony bautizado “Jet” al que los Wings (la banda de Paul y Linda) le dedicaron una canción y que curiosamente también cruzó, como millones de turistas, por el paso de cebra más popular del mundo.
Párrafo aparte merecen los ingenieros del estudio, héroes anónimos que fueron grandes responsables de los avances que facilitaron el trabajo de los músicos e incluso lograron satisfacer sus exigencias y caprichos: el automatic double tracking, el varispeed, la sincronización de dos 4-track para tener ocho pistas simultáneas nacieron allí, aunque el documental no lo especifique. La importancia que tuvieron está reflejada en algunas alusiones de las luminarias que llevan el hilo narrativo, como para que entendamos que Abbey Road tuvo, tiene y tendrá esa magia inexplicable de la que hablan todos, sí, pero también es el resultado de muchos profesionales que, aun permaneciendo en las sombras, hicieron posible su gran historia.