La historia detrás de Zola: el controvertido hilo de Twitter de una stripper que llegó a Hollywood
En noviembre de 2015, David Kushner, periodista de Rolling Stone, publicaba una extensa nota titulada: “Zola cuenta todo: la verdadera historia detrás de la mejor saga de strippers jamás tuiteada”. Esa verdad anunciada venía a develar los secretos detrás de uno de los hilos más populares de Twitter, en el que Aziah ‘Zola’ King contaba su extravagante excursión a la Florida junto a una stripper que había conocido en el restaurant Hooters de Detroit.
En una de sus tardes como camarera, mientras soñaba con triunfar como bailarina de pool dance, una joven llamada Jessica, rubia y cubierta de tatuajes, la llama a su mesa. Conversan, Zola le muestra su blog en Tumblr, sus fotos con atuendo de lentejuelas, y Jessica le promete que un día trabajarán juntas. Al otro día, mientras mira Las chicas poderosas en Netflix, recibe la mentada invitación: ir un fin de semana a Tampa para bailar en clubes de strippers y ganar un dinero interesante. Hacia allí parte Zola, en una travesía que tendrá los mejores condimentos de la realidad y la ficción. La historia, celebrada en Twitter por Nicki Minaj como el impensado encuentro entre Spring Breakers y Pulp Fiction, llegó tiempo después al cine , dirigida por Janicza Bravo y protagonizada por Taylour Paige y la excelente Riley Keough.
Estrenada en 2020 en el festival de Sundance, Zola, la película, reconstruye la versión de Aziah King apoyada en los 148 tweets que formaron el hilo #TheStory y las confesiones de la joven de 20 años a Rolling Stone, dando un tenso juego de puntos de vista entre ella y Jessica que funciona como el mejor condimento de la polémica. El hilo, ya eliminado de Twitter, comienza con el encuentro de ambas en Hooters, la propuesta de ir a ganar dinero a Tampa y el desmadre de un fin de semana que incluye un violento proxeneta, prostitución vía Instagram, moteles de mala muerte, secuestros, intentos de suicidio y un derrotero absurdo que parece no tener fin. Zola expuso su versión, Jessica contestó con la suya, y la película nació de ese encuentro que combina hechos y pasajes de ficción que la propia Zola confesó a Kushner como nacidos de su propio deseo de retener la atención de sus seguidores. “ Conseguí que personas que probablemente no querrían escuchar una historia de tráfico sexual, quisieran ser parte de ella porque era entretenida ”, reveló al periodista, quien viajó a Detroit a entrevistarla un mes después del hilo que fue tendencia global. ¿Pero cómo comenzó la historia?
El 27 de octubre de 2015 Zola tuiteó que había conocido a Jessica ‘The White Bitch’ en Detroit, y que ese fin de semana partieron junto a dos acompañantes: su novio Jarrett, celoso y algo despistado, y su proxeneta Z, un violento nigeriano que terminó teniendo una actuación estelar en el aquelarre. “Drama, humor, acción, suspenso, desarrollo de personajes”, tuiteó Ava DuVernay, directora de Selma. Y sí, lo cierto es que Zola construyó la epopeya con el oficio de una experimentada narradora: el striptease en el Tampa Gold Club, el arreglo para los encuentros privados, las amenazas y un negocio que terminó siendo más peligroso de lo imaginado. Pero para Jessica la verdad era otra. “Me arruinó la vida”, le explicó a Kushner cuando éste fue a buscar su versión, y aseguró que nunca se había prostituido y que era Zola quien quería hacer ‘trabajos extras’ en Florida. Aziah, por su parte, admite haber agregado dramatismo al asunto –el salto por el balcón de Jarett, los disparos de Z-, pero niega las acusaciones de haber vendido sexo en IG para pagarse el viaje.
La llegada al cine
Janicza Bravo llegó a concebir un guion preservando el auténtico espíritu de la historia: su estructura fragmentaria, mediada por el discurso de las redes sociales, contraponiendo las voces de Zola (Taylour Paige) y Jessica -rebautizada Stefani (Riley Keough)-, primando la estética urgente y sucia propia de las cámaras de celulares y los videos de Instagram. La directora no fue la única interesada en el proyecto. En 2016 hubo rumores de que James Franco dirigiría una versión, luego la idea se estancó durante un largo tiempo, quizás debido a la explosión del #MeToo que ponía a la narrativa del tráfico sexual en una perspectiva diferente y a la emergencia de una serie de acusaciones por abuso contra Franco que se dieron a publicidad por entonces.
Finalmente, en 2018, la productora A24 recogió el guante, puso a la cabeza a Bravo (conocida por la comedia Lemon), y cosechó la mejor acogida en su paso por Sundance a comienzos del 2020, justo en la antesala de la pandemia (la película no pasó por salas en nuestro país y ahora se puede ver en alquiler en Flow, Claro Video y Movistar Play).
El mérito fundamental de la película consiste en convertir esos tuitts impregnados de la euforia de la aventura, el hallazgo del suspenso, la distante ironía de la observación y el inevitable horror de ciertos descubrimientos, en un guion solvente que no aniquila la frescura de Zola, el desenfado de su voz, la ambigua convivencia entre el registro y la invención . Coescrita junto a Jeremy O. Harris (autor de la obra nominada a los Tony, Slave Play), Zola transita ese viaje con el mismo asombro de su narradora, sin perder el ejercicio de la reconstrucción que supone haber hilvanado ese hilo después de vivirlo. Qué hay de verdad y qué de ficción en la película es un dilema que la propia Bravo corre del eje de su búsqueda, concentrado en la lúdica confrontación de versiones que quiebran la cuarta pared y dialogan directamente con el espectador.
El personaje de Jessica/Stefani creado por Riley Keough explora no solo su propia autodefensa sino los contornos de un arquetipo que ha traspasado de la cultura del ‘white trash’ al cine mainstream, mezclando su condición de víctima con la consciencia de su propia explotación.
“Nunca le pregunté a Rudy –convertido en Z en la historia de Zola y en X (Colman Domingo) en la película- qué hacía para vivir. Nunca me importó”, declaraba Jessica en la entrevista con Kushner. Sin embargo, al poco tiempo de conocerlo se hizo evidente para ella que era proxeneta. “Iba a una fiesta, encontraba a una chica borracha, le sacaba fotos y al poco tiempo aparecía en Backpage, un sitio de anuncios clasificados que usan los chulos”. El rostro agresivo de Rudy/Z/X emerge en la historia de Zola atado a la salida del boliche, la requisa del dinero que consiguieron sobre la pista y la reserva de un hotel al que les serían enviados los clientes. En ese instante se dio cuenta que las fotos que se sacaron en el Tampa Gold Club terminaron en Backpage. “Zola no pudo determinar si Jessica era una participante voluntaria o una víctima de la situación”, sintetiza Kushner. Esa idea se revela en la película como clave para descifrar al personaje de Keough, con ese acento exagerado y su torpe seducción que parece no tener límites ni destinatarios. El tono inquietante en el que el horror parece alojarse debajo del absurdo, de lo impensado, resulta uno de los aciertos en la mirada de Bravo, que amalgama a la perfección la euforia y la inminente oscuridad de ese viaje iniciático.
Zola resulta una historia modelada en el reino de las redes sociales, no solo porque de allí emerge la narrativa sino porque la misma tensión entre la intimidad y la búsqueda de publicidad se conjugan en su propia lógica . Un hilo de Twitter, publicaciones en Instagram, fotos en Tumblr, perfiles construidos para la mirada de los otros, trampas sostenidas en esa opacidad de identidades que nunca se revelan del todo. Y como también sucede con esos discursos virales, ¿qué es verdad y qué ficción?¿Quién dice lo que ocurrió y quién lo que ha inventado? Janicza Bravo aprovecha esa impronta a su favor, incluso su cámara movediza y el sonido suspendido por llamados y vibraciones terminan de configurar un relato perfecto para los tiempos que corren.