Una historia de excesos y desenfreno, así es 'Arde Madrid'
En mi casa se ha escuchado toda la vida la radio por la mañana. En todos los recuerdos de mi infancia, en mi despertar se escucha el sonido lejano de una voz radiofónica. Después, en el coche de camino al colegio seguía la puesta al día y me iba a encauzar la jornada con la actualización de los últimos datos del IBEX 35. A los 18 años me fui de casa para empezar mi vida universitaria en otra ciudad. Al principio me costó sentir que había creado otro hogar sin escuchar ese rumor pero luego, poco a poco, me fui haciendo a ello.
En mi casa, sin embargo, seguía intacta la tradición. Hasta el otro día. Yo estaba saliendo de la oficina y me escribió mi madre entusiasmada contándome lo enganchadísima que estaba a la nueva serie de Movistar, dirigida por Paco León, que no podía parar de reírse viéndola y que se la ponía hasta mientras desayunaba. “¿Y la radio?”, le pregunté. “Apagada”, respondió. Después de una rutina creada durante más de 40 años, mi madre había cambiado su compañía favorita durante su respetadísimo desayuno para ver una serie. Desde entonces, se sucedieron los mensajes de amigos recomendándomela, me escribían por las redes sociales describiéndome su obligada visualización y claro, tras tantísimas tentativas, caí. Todos ellos tenían razón.
La serie se abre en un blanco y negro que sorprende como apuesta y uno tarda una media de pocos minutos en cocinar una risa en la garganta. La trama gira en torno a la historia de las personas que trabajan en la casa de Ava Gardner durante su estancia en Madrid y que están, de forma encubierta, al servicio del régimen franquista. Los papeles principales los encarnan, en mi opinión, un elenco que recoge un grupo de los mejores actores que tiene ahora mismo nuestro país. Entre ellos Paco León, una Inma Cuesta arrolladora, Debi Mazar y Ana Castillo, por la que reconozco mi debilidad en la mayoría de sus papeles.
Desde mi punto de vista, me parece una serie que hay que ver tanto por la apuesta, que no deja de ser arriesgada en su forma; como por los actores que la encarnan y, evidentemente, porque es una sincera fábrica de buenos momentos con los que poder desconectar con una risa, que nunca viene mal.