La historia de la grabación inédita de Miguel Abuelo que se creía perdida y que ve la luz 40 años después

Más de 40 años después, ve la luz un disco inédito de Miguel Abuelo
Más de 40 años después, ve la luz un disco inédito de Miguel Abuelo - Créditos: @Archivo RS

Miguel Abuelo es posiblemente uno de los personajes más enigmáticos del rock nacional. Estuvo entre los pioneros, junto a Moris, Javier Martínez y Pajarito Zaguri, luego se fue a Europa -donde grabó un álbum que se convirtió en el secreto mejor guardado de la música argentina- y regresó al país para reformar Los Abuelos de la Nada y convertirla en una de las bandas más importantes de la historia. En paralelo, grabó un LP en solitario que develó otras ambiciones en cuanto a su estilo de composición. La aparición de Canciones para cantar en el cordón de la vereda, registro de una sesión de estudio inédita de 1982, echa luz sobre esa última etapa de Miguel, que había encontrado el camino al éxito con un sonido moderno, al tiempo que no quería dejar atrás sus raíces. Ahora, la línea punteada está completa.

La grabación circulaba hace tiempo de manera clandestina entre los seguidores más acérrimos del artista y recién más de cuarenta años después sale oficialmente en vinilo y en CD a cargo de Ediciones Insolubles, que se dedica a rescatar tesoros olvidados del rock argentino. La cinta original estaba perdida, pero Leonel Acosta, curador del sello, cuenta que dieron con el productor discográfico, que aún poseía una copia sobre la cual se pudo hacer la digitalización y remasterización de este material que, de alguna manera, cierra el círculo de la carrera del músico.

Miguel Ángel Peralta se introdujo en el rock casi de casualidad. Él era un poeta que cantaba bagualas, pero su amistad con Pipo Lernoud, Litto Nebbia y los otros incipientes rockeros que frecuentaban La Perla y La Cueva lo llevaron por ese camino. Obtuvo su primer contrato discográfico cuando acompañó a Pipo al sello Fermata para firmar unos papeles relacionados con su canción “Ayer Nomás”, que Los Gatos habían grabado como lado B de “La Balsa”. El productor Ben Molar le preguntó si tenía un grupo y él respondió que lideraba uno llamado Los Abuelos de la Nada, en honor a un fragmento de la novela El banquete de Severo Arcángelo de Leopoldo Marechal. Esa banda en realidad no existía, pero Miguel se comprometió a grabar un sencillo y tuvo que salir a buscar músicos.

Miguel Abuelo en 1987
Miguel Abuelo en 1987 - Créditos: @Laura Tenenbaum

Con “Diana Divaga”, la primera encarnación de Los Abuelos de la Nada tuvo un acercamiento al rock psicodélico con aires barrocos. Sin embargo, los simples “Oye Niño” y “Mariposas de madera”, que hizo Miguel como solista de esa época, mostraban una clara inclinación por el folk.

A principios de los 70 decidió emigrar a Europa, como hicieron otros músicos de su generación. Allí vagó por diferentes ciudades, sobre todo en Barcelona e Ibiza, donde tocaba en la calle a la gorra junto a amigos como Miguel Cantilo y Kubero Díaz. Era una especie de trovador que entrelazaba canciones y poesías, tanto propias como ajenas. En París atrajo la atención del productor y mecenas Moshé Naïm, que financió la grabación del álbum Miguel Abuelo Et Nada. Para eso, Miguel formó un grupo con músicos argentinos y chilenos exiliados que tenía entre sus miembros a Daniel Sbarra, futuro guitarrista de Virus. El proyecto se disolvió en apenas unos meses y el LP, editado en 1975, pasó desapercibido en el mercado europeo y no tuvo una edición oficial en la Argentina hasta 2021. Las siete canciones que lo integran son una fusión espectacular de folk, psicodelia y hard rock, y durante décadas fue una pieza codiciada por coleccionistas.

En Ibiza, Miguel también conoció a un joven Cachorro López. Los dos regresaron al país en 1981 y rearmaron Los Abuelos de la Nada con nueva formación -Andrés Calamaro, Daniel Melingo, Gustavo Bazterrica y Polo Corbella- y un sonido innovador, adaptado a esos tiempos, donde el rock, tomando elementos de otros géneros como el funk y el reggae, buscó llevar al público a la pista de baile. Mientras la banda se ponía en marcha, Miguel también daba shows en solitario. “La idea era mantener la llama viva de ese repertorio que hacía en las calles de España”, explica su biógrafo, Juanjo Carmona, autor de Miguel Abuelo, el paladín de la libertad. Esas canciones, que forman parte de este nuevo lanzamiento, muestran al músico en un formato más íntimo, donde saca a relucir sus influencias de la música latinoamericana, que quedaron en evidencia en su álbum Buen día, día, de 1984.

Miguel también salió a tocar por razones económicas. Como cuenta Carmona, “estaba en la lona. Recién aterrizado y adaptándose, todavía vivía con su mamá y sus únicos ingresos eran los que cobraba por derechos de autor por la obra que había sacado en los 60, que eran muy pocos, y las actuaciones con Los Abuelos, que llevaban cada vez más gente”.

Polo Corbella, Cachorro López, Andrés Calamaro, Daniel Melingo y Miguel Abuelo
Polo Corbella, Cachorro López, Andrés Calamaro, Daniel Melingo y Miguel Abuelo - Créditos: @Andy Cherniavsky

Con el inicio de la Guerra de Malvinas y la prohibición de pasar música en inglés en las radios, el rock empezó a tener la importancia que le había sido negada y aparecieron nuevos sellos para promoverlo. Así surgió Kryptonita, fundado por Marcelo Morano, director artístico de la FM de Radio Rivadavia, que en aquellos años le estaba dando mucho espacio al rock, al jazz y también al folklore y al tango contemporáneos. Se trataba de una señal que estaba a la altura de los tiempos que corrían. Tenía un ciclo de música clásica llamado Los intérpretes, que en lugar de pasar discos, llevaba orquestas y ensambles al estudio de la RCA Victor en el barrio de Saavedra para que grabaran en vivo una interpretación especial para el programa.

Bajo la supervisión musical del periodista Fernando Basabru, Morano utilizó las horas de estudio que sobraban para elaborar los demos de los artistas que integrarían Kryptonia, entre ellos Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota (que Lalo Mir los dio a conocer en sus redes sociales este año y que los tenía en su archivo de cuando los pasaba en su programa de radio), San Pedro Telmo, Jorge Cumbo, Dino Saluzzi y Fontova Trío, cuyo álbum debut fue el único que editó el sello junto con Un pedazo de infinito del grupo de música andina Urubamba, también conocido como Los Incas, célebre por haber acompañado a Simon & Garfunkel en su versión de “El Cóndor Pasa (If I Could)”. El resto del material fue archivado debido a diferencias entre Kryptonita y RCA y la mayor parte de esas grabaciones se perdieron.

En ese contexto, Morano le dio la oportunidad a Miguel Abuelo de grabar su tan ansiado álbum solista y él llevó al estudio de la calle Paroissien el repertorio que estaba tocando en sus conciertos, que era bastante diferente al que estaba haciendo con Los Abuelos de la Nada, que era mucho más pop. En estas canciones, su intrincada poesía se hace más explícita y su registro vocal, desnudo, acompañado apenas de una guitarra y algunos instrumentos tocados por él mismo (un silbato, un violín, percusión mínima), da muestras de todo su potencial, el mismo que cautivó a Moshé Naïm en Francia.

Miguel Abuelo en Obras, al frente de Los Abuelos de la Nada
Miguel Abuelo en Obras, al frente de Los Abuelos de la Nada

Como todo demo, el registro es crudo, prácticamente visceral, pero permite comprender la profundidad de la obra de Miguel. En esta sesión revisita su pasado reinterpretando “Mariposas de madera” y “Oye niño”, recupera un poema de Raúl González Tuñón (“Canción para vagabundos”), se le anima a un tema de Compay Segundo (“Frutas del Caney”, rebautizado como “Frutas”) y a otro de la mexicana Lolita De la Colina (“Se me olvidó que te olvidé”, también grabada por Los Abuelos en su álbum debut) y presenta algunas canciones que dos años más tarde integraron su álbum Buen día, día, entre ellas “Verili”, “Pica mi caballo” y, por supuesto, la que da nombre a ese disco, que aquí es un mantra acústico de más de siete minutos con reminiscencias de “Desolation Row”, de Bob Dylan. Después están las inéditas, aquellas que no llegó a grabar y que hasta ahora solo algunos afortunados habían podido escuchar en vivo o en las cintas pirata, como “Giran que giran” y “Mago de ojos azules”, que no habrían desentonado en su exigua discografía de los 60.

Miguel Abuelo tuvo una muerte temprana a los 42 años el 26 de marzo de 1988. Logró convertirse en un ícono del rock argentino, pero siempre un aura misteriosa rodeó su figura. Como dice el periodista Alfredo Rosso en las notas que acompañan este lanzamiento: “Hay grabaciones que son, simplemente, necesarias”. Es el caso de Canciones para cantar en el cordón de la vereda, que no hace más que enaltecer la totalidad de su obra al llenar ese espacio que había entre sus inicios y su última etapa que, como queda demostrado, al final no era tan distante.