Hora de depilarse las cejas

Vesa Gashi se depila las cejas durante su segunda visita a Sania’s Brow Bar en Nueva York, el 7 de febrero de 2024. (Levi Mandel/The New York Times).
Vesa Gashi se depila las cejas durante su segunda visita a Sania’s Brow Bar en Nueva York, el 7 de febrero de 2024. (Levi Mandel/The New York Times).

A finales de enero, una amiga me envió un correo electrónico para avisarme que su experta en cejas favorita iba a hacer una residencia en el norte de la ciudad, no muy lejos de donde yo vivía. Me reí. “No tengo cejas”, respondí. “¡Pertenezco a la gran generación de las cejas desaparecidas de Carolyn Bessette!”.

Llegué a Nueva York, joven e impresionable, poco después de que Bessette se casara con John F. Kennedy Jr. en 1996.

Para quienes no teníamos ninguna posibilidad de imitar el físico “vaporoso y hermoso” de Bessette Kennedy (como lo describió la revista Time) o sus “mechones color mantequilla” (como describió sus mechas el peluquero Brad Johns), estaban sus cejas. Newsweek, en una guía minuciosa y un tanto alarmante de su rostro, detallaba las cejas de Bessette Kennedy: “Solían ser más como un medio círculo. Ahora son más rectas, sin arco pronunciado, probablemente depiladas con cera o pinzas”.

Y así, millones de cejas desaparecieron. Para algunas de nosotras, nunca más volvieron, gracias al exceso de depilación.

La experta en cejas de mi amiga, Sania Vucetaj, de Sania’s Brow Bar, en el distrito de Flatiron, me aseguró rápidamente que eso no era un problema.

Estaba intrigada. No quería hacerme “microblading” ni un tinte ni nada artificial permanente. ¿Cómo se arreglarían mis propias cejas?

Vesa Gashi se mira en un espejo mientras Sania Vucetaj, propietaria de Sania’s Brow Bar, le depila las cejas en Nueva York, el 7 de febrero de 2024. (Levi Mandel/The New York Times).
Vesa Gashi se mira en un espejo mientras Sania Vucetaj, propietaria de Sania’s Brow Bar, le depila las cejas en Nueva York, el 7 de febrero de 2024. (Levi Mandel/The New York Times).

Las cejas son el caballo de batalla del rostro. Afectan a todo. Las mías eran lamentables, cortas y cansadas. Ya ni siquiera había que depilarlas. Mientras que mi madre no concebía que la vieran en público sin pintalabios, yo nunca salía de casa sin extender las mías con un lápiz. De lo contrario, me sentía desnuda. ¿Existía la posibilidad de más?

Una semana después, mis escasas cejas y yo llegamos a su espacioso y acogedor salón en el distrito de Flatiron.

Vucetaj, de 55 años y originaria del Bronx, lleva en el negocio de las cejas casi tanto como yo sin las mías. Se obsesionó después de que una caída en la infancia le dejó una cicatriz sobre un ojo y, con el tiempo, empezó a hacerles las cejas a amigas “en bares, en la esquina, en los baños”, contó. “Me llamaban la señorita de las cejas”.

Poco después de graduarse de un curso nocturno de 10 meses para esteticistas, Vucetaj respondió a un anuncio en el que se buscaba una especialista en cejas de lujo, “solo pinzas”, y se encontró en la planta de Bergdorf Goodman en 2002, donde rápidamente se hizo con un culto de seguidoras entre quienes se encontraban Kathie Lee Gifford y Susan Brown (exesposa de Michael Bloomberg). Dos años después, abrió su salón.

Vucetaj sigue haciendo solo cejas. Y solo depila con pinzas, lo que la convierte en una rareza. “La depilación con pinzas es precisa”, explicó Vucetaj. “Cada pelo es una declaración”.

Su objetivo es devolver tus cejas a su estado original. Casi.

“Las cejas deben ser parecidas a como naciste. Solo con un poco de forma”.

Le enseñé una foto de Bessette Kennedy, aunque solo sirviera para demostrar que mis intenciones iniciales eran bastante inocentes. “Es muy guapa”, dijo. “Ahora imagina cuán más guapa habría sido si las tuviera llenas”.

Vucetaj no se inmutó por el estado de mis cejas. Y lo que es más importante, me dijo, quizá Bessette Kennedy no tenga la culpa.

Aunque depilarse demasiado puede debilitar el pelo, el verdadero villano, según Vucetaj, son nuestras rutinas de cuidado de la piel. “¿Te imaginas ponerte todos los productos de cuidado de la piel en el cuero cabelludo?”, preguntó. (Yo no). Añadió que debemos tratar las cejas como el pelo. Mantenerlas limpias.

El primer paso fue igualar las cosas: “Creo que las cejas siempre son gemelas. Ni hermanas, ni primas: gemelas. Así que les doy forma para que se vean equilibradas”. A las clientas se les dice que vuelvan cada seis semanas para darles forma (95 dólares), ya que el vello (con suerte) vuelve.

Empezó a remodelar las mías quitando un poco de la parte superior e inferior. Me sorprendió la diferencia inmediata. Ahora parecían intencionadas. E, irónicamente, ya más sustanciosas.

Luego sacó el lápiz para rellenar lo que (todavía) no estaba. Tiene su propia línea: una combinación de polvos y lápiz en forma de cuña, con una brocha en un extremo para difuminar (30 dólares). Está disponible en tres colores: claro, medio y oscuro.

La clave es “no ir por dentro. Es más trazar por arriba, trazar por abajo, mezclarlo todo y suave”.

Esto era nuevo para mí. Normalmente pinto sobre el vello que hay y luego solo lo extiendo. Vi cómo me engrosaba las cejas y las convertía en arcos de aspecto exuberante que parecían totalmente naturales, incluso para mí. Adiós, Carolyn Bessette Kennedy. Hola, Brooke Shields.

Vucetaj dijo que tardaría entre seis y doce meses para ver cualquier rebrote con su régimen de depilación con pinzas. Dibújalas mientras tanto, dijo, y antes de aplicarte los productos de cuidado de la piel para que sepas dónde no hacerlo.

Al principio, mi nuevo rostro me pareció extraño. Al mirarme en el espejo sentí un poco varoniles estas cejas más gruesas. Sin embargo, en las selfis posteriores que me tomé para documentar exactamente lo que me había hecho, no puedo creer lo grandes que se veían mis ojos. ¿Acaso eso que veo son pómulos ?

Para Vucetaj, esto es cosa seria: “Nunca hay que jugar con el marco de la cara o los ojos. Puedes cambiar todo lo demás”.

c.2024 The New York Times Company