Ilan Amores, del punk a la cumbia sin escalas: grabó con Pablo Lescano, tocó con Manu Chao y fue recomendado por Bizarrap
En una entrevista allá por julio de 2021, a Ilan Amores le preguntaron a qué artistas admiraba y a quiénes fantaseaba poder conocer para hacer música algún día. Andrés Calamaro y Manu Chao fueron dos de sus elegidos. Y como si fuera un presagio, este año se le cumplieron esos dos sueños juntos. El 2 de noviembre pasado abrió el show que el músico argentino dio en Posadas y el 8 de ese mismo mes fue parte de un evento junto al francoespañol, como parte de un homenaje a Diego Maradona en su hogar natal de Villa Fiorito. Una cadena de grandes sucesos a la que se sumó su debut en Niceto Club, con la presentación de Caballo Negro, su quinto disco de estudio.
Músico multiinstrumentista y compositor nacido en Buenos Aires y criado en Misiones, comenzó su carrera como bajista y baterista en bandas punk como Archies y Harm & Ease, con las que recorrió distintas partes del mundo, para luego aventurarse en un camino solista explorando otros géneros bajo el alter ego de “Chico chico”. Un nombre que tomó prestado de un bar en Ituzaingó, un pueblo de Corrientes donde nacieron varias de sus primeras canciones y que pertenecía, en realidad, a un antiguo pescador a quien hacía homenaje el local. “Fue una serie de casualidades que decidí seguir como una huella en el camino. Lo adopté como nombre artístico porque quería poder tener otra piel, pero algo de cómo se dieron las cosas hizo que no pueda esconderme más atrás de eso y que termine usando mi nombre real. Tenía que atravesar algún tipo de ritual, una transformación. Y la encontré ahí, en ese pueblo, en ese viaje y en ese verano, usando las palabras que mis amigos decían para escribir las canciones. Encontré una fe en lo que estaba haciendo que me embarcó en este viaje que no para”, relata el artista en una charla íntima con LA NACION, evocando aquellos episodios que lo trajeron a donde se encuentra hoy.
De personalidad versátil y ecléctica, en su repertorio confluyen sonidos de distintos estilos de cumbia, a menudo acompañados por bases electrónicas con tintes de psicodelia y raíces de la música popular latinoamericana. Todo eso en un cóctel junto a una poética sensible, intimista y poderosa, que narra con honestidad todas aquellas historias, situaciones y experiencias que fue atravesando a través de su camino artístico. Episodios que hicieron que su música llegue a los oídos de personajes disímiles, como cuando Bizarrap compartió una canción suya en sus redes sociales o cuando conoció a Pablo Lescano en una peña cumbiera secreta y quedó flechado por uno de sus “punteos asesinos”, lo cual culminó en “Para qué” y “Tiro tiro”, dos flamantes colaboraciones junto a Damas Gratis.
-¿Cómo fue tu transición del punk a la cumbia?
-En realidad creo que somos todos más vecinos de lo que creemos. Con la cumbia me pasó que llegué a un lugar, en donde vos si sos rockero no podés entrar y cuando estaba ahí me encontré con re buenos músicos, se me cayeron los prejuicios, asusta como tocan los cumbieros. Ahí comprobé que la cumbia no era música de segunda ni mucho menos. Te lo pueden contar, pero que vos lo sientas tiene mucha más fuerza, es como medicinal. Hay algo de ese pase de género que me divierte, me encanta aprender música nueva, escuchar sobre cosas que no conozco. Estuvo re bueno empezar a descubrir todo ese género y cómo suena mi música ahí. Había algo con la cumbia que había que conocer, había que descubrir todo ese lenguaje y lo que tenía para ofrecer. Además de que me atraía naturalmente, sentía que iba a pasar algo grande a nivel mundial con la cumbia. Si pasó con el reggaeton, con la cumbia se viene algo parecido, lo sigo creyendo.
-¿Qué puntos de encuentro dirías que hay entre el punk y la cumbia?
-Tienen mucho en común. Las dos son música de calle, música muy honesta, de gente que busca una identidad y algo para decir en este mundo que no sea lo que te venden, que te llama a mirar un poco más allá, que une a la gente, que cuestiona la autoridad. Cada una a su manera, ¿no? Si le cambiás la música a “Ya no sos igual” de 2 Minutos y a “Sos botón” de Flor de Piedra son lo mismo.
-¿Sentís que de alguna forma todas las experiencias que fuiste atravesando en tu vida se transfieren a tu música una sonoridad global, pero que también lleve las raíces de tu tierra?
-Sí, uno suena como es . Si sos transparente cuando tocás, sonás como sos. Haber viajado mucho y haber estado en distintas situaciones, en los barrios más chetos y más villeros, en países donde estás de visitante, te pone en tu lugar. Ves todo el mundo al revés y ahí decís “¿Qué valgo yo?” Valés lo que transmitís, lo que sos como persona . Yo buscaba una sonoridad que pudiera respaldar yo solo con lo que tengo, formando parte del punk y de la cumbia, pero sin necesitar ni que me respalden los punks, ni los cumbieros, ni nadie, sino que mi música suene por derecho propio y que no tenga un color ni una bandera, que no deje a nadie afuera, salvo que seas mala gente.
-¿De qué sentís que son vehículo tus canciones?
-Me gusta escuchar lo que dice la gente, hablar y pescar lo que hay ahí en el aire es mi instrumento. Hablo con la misma pasión de como me hizo sentir a mí lo que escriben otros y la esperanza de poder hacerle sentir eso a alguien es algo que me vuelve loco. Estar toda tu vida corriendo atrás de esa zanahoria vale la pena para mí. Yo después tengo que cantar 700 veces esa canción y la quiero disfrutar, entonces tiene que hablar de cosas que me gusten, como los amigos, mi casa, los lugares que me hacen sentir bien. Quería que mi música tuviera esa sensación para mí, así como también hay canciones mías que no me gusta ni cantar ni escuchar, pero que quizás me encantó hacerlas.
“Ahora no hay dónde esconderse”
“Todas esas historias de Dandys que se matan y que se crucifican a sí mismos y encuentran ese límite tenían que parar un poco. Entonces creo que agarré el trapo que tenía adentro mío y exprimí todo lo que pude, dije: ´Voy a sacar esto, me voy a poner las pilas, tengo una carrera. Tengo cosas piolas para hacer´. Me hizo creer en mí a fondo , dije: ´Ahora no hay dónde esconderse´, se sincera sobre Caballo Negro, su último material discográfico, que cuenta con la producción meticulosa de Oniria -colaborador de artistas como Duki, Ysy A y Neo Pistea, entre otros- y fue lanzado a través de Caraza Records -sello dirigido por Peter Ehrlich y Evlay. Un punto de giro que consolida su evolución artística, buscando un sonido propio y explorando nuevos géneros y facetas de su talento como compositor e intérprete en la escena alternativa.
-¿En qué momento de tu carrera te encuentra Caballo Negro? ¿Cuál fue tu búsqueda y la columna vertebral de este disco?
-Yo me crie admirando a los “Dandys malditos” tipo Joaquín Sabina, Pete Doherty o Sid Vicious, esos tipos que son como personajes de Lord Byron, el héroe byroneano que tiene que renegar de todo y ser un reventado. Ese antihéroe que yo me imaginaba que quería ser si me convertía en cantante, tenía algo de esos componentes y creo que me lo tomé muy en serio, y eso tiene sus consecuencias. Creo que en el proceso de este disco también me di cuenta de mis límites. Tiene muchos mártires esa avenida de la música, uno ni siquiera se da cuenta, pero estás caminando por ahí como un tarado poniendo en juego tu vida, tu salud, tu capacidad de hacer lo que amás... Creo que en este disco exorcicé un par de demonios, me cansé de andar así y de sentirme como un payaso. En el medio mataron a un amigo mío, Maxi, al que le decían “El Yosapa” y que era el antihéroe ese, hay dos canciones dedicadas a él en el disco. La inspiración vino también por un pintor inglés que se llamaba Sebastian Horsley, un tipo que fue a las Filipinas a crucificarse a sí mismo. Me metí en esa historia y salí con un montón de tangentes que me mantuvieron despierto hasta tarde y rascándome la cabeza, tratando de entender cómo todas estas experiencias me hablaban a la cara sobre este disco y sobre lo que me había pasado como persona.
-Generalmente, nombrás a Manu Chao como ejemplo y uno de tus grandes maestros, ¿cómo fue la experiencia de conocerlo y tocar con él?
-No voy a caer nunca. Hace un tiempo me compré Clandestino y era un tesoro para mí, pensaba: “¿Cómo puede estar tan bueno un disco? ¿De dónde sos, de dónde venís? ¿Cómo puede haber tanto misterio y tanta riqueza dentro de una música?” Todo lo que le fue pasando a él como artista, toda la complejidad de su carrera y cómo pudo simplificar eso en una cosa tan linda y tan sencilla después de tanto... Es un referente humano también para mí, es el maestro de la sencillez . ¿Qué hacer si de repente tenés el regalo de que el sueño de tu vida, que es que te escuche la gente se cumple, que tu voz se escuche y que tu palabra importe? ¿O la fantasía de todo eso que viene pegada con una carrera musical y con el éxito? Si la suerte te sonríe... ¿Qué hacés con todo eso? ¿Dónde lo acomodás? Me da la esperanza de que esa abundancia que te puede dar la vida sirve para algo más piola.