Thomas Edison y su lección sobre cómo afrontar la adversidad
Aquel 10 de diciembre de 1914 comenzó como un día normal, pero no terminó de la misma manera para Thomas Alva Edison. Aproximadamente a las 5:30 de la tarde se produjo una explosión en West Orange, Nueva Jersey. Aquella explosión envolvió en llamas los edificios de la legendaria planta del inventor.
Los bomberos acudieron rápidamente, pero las sustancias químicas que se encontraban en el laboratorio alimentaron el fuego, de manera que tardaron en apagarlo. Cuentan que las llamas alcanzaban los 100 pies de altura. Los daños fueron enormes. Edison había perdido el equivalente actual a 23 millones de dólares y el fuego había consumido algunos de los inventos y prototipos en los que había invertido años de trabajo.
Su hijo, Charles Edison, contó que el inventor se acercó tranquilamente a él y le dijo: “Ve a buscar a tu madre y a todas sus amigas, nunca volverán a ver un incendio como éste”. Charles estaba desolado, pero que su padre lo tranquilizó: “No te preocupes, acabamos de deshacernos de un montón de basura”.
Más tarde, Edison le contó sus planes a un periodista de The New York Times: “Tengo más de 67 años, pero empezaré de nuevo mañana”. Y eso fue exactamente lo que hizo. Aunque el seguro de la fábrica solo cubrió un tercio de los daños, al año siguiente Edison y su equipo ya habían logrado facturar casi 10 millones de dólares.
La resiliencia es una habilidad fundamental para la vida. No solo nos ayuda a recuperarnos de los descalabros profesionales, sino que también protege nuestra salud. Una serie de estudios y metaanálisis han revelado que cuando las condiciones clínicas iniciales son similares, quienes enfrentan la enfermedad con desesperación, impotencia y fatalismo suelen tener un curso peor que quienes muestran un espíritu combativo, intentan minimizar el impacto emocional de la enfermedad y se comportan de manera más resiliente. Por eso, la historia de Edison nos deja valiosas lecciones para la vida.
Los cinco pilares de la resiliencia que nos ayudan a afrontar la adversidad
1. No reacciones, responde
Cuando se produjo el incendio, Edison no se dejó llevar por las emociones, decidió cómo responder. Cuando la adversidad nos sorprende, es habitual que reaccionemos de manera impulsiva porque nuestro cerebro emocional toma el mando y “desconecta” la parte racional.
Esa reacción puede salvarnos de un peligro inminente, pero en la vida cotidiana suele conducir a respuestas desproporcionadas que a menudo agravan el problema o nos hacen sentir peor. Enfadarnos, gritar o frustrarnos puede parecer la reacción más “normal” en ciertas circunstancias, pero no suele ser la respuesta más inteligente.
Si nos limitamos a reaccionar, nos convertimos en esclavos de las circunstancias dejando que la adversidad guíe nuestro comportamiento. En cambio, responder es un acto consciente. Implica razonamiento y calma. Tomarnos el tiempo necesario para analizar el contexto y pensar en la mejor decisión. Así reducimos las probabilidades de arrepentirnos y logramos retomar el control de la situación.
2. Minimiza el impacto emocional usando el sentido del humor
A veces la adversidad nos noquea. Los acontecimientos son tan inesperados o terribles que su impacto emocional es devastador. En esos casos, es fácil caer en una espiral pesimista y pensar que jamás nos recuperaremos o que no podemos hacer nada.
El sentido del humor es una herramienta estupenda para minimizar el dramatismo inmanente a la adversidad y ayudarnos a asumir una distancia psicológica que nos permita abordar el problema desde una perspectiva más racional. De hecho, se ha comprobado que el sentido del humor contribuye a nuestro bienestar psicológico.
El sentido del humor nos ayuda a reevaluar las amenazas y nos permite resolver los problemas de manera más eficaz, a la vez que fomenta la resiliencia y reduce la angustia mejorando nuestro estado de ánimo. Sin embargo, no todo el humor vale. Investigadores de la Universidad de Carolina del Norte constataron que el humor que nos ayuda a superar la adversidad es aquel basado en nuestras experiencias que nos permite reírnos de nosotros mismos.
3. Confía en tu fuerza para salir adelante
Edison tenía una gran autoconfianza. Sabía que podía volver a reconstruir todo prácticamente desde cero. Esa confianza le impidió derrumbarse y lo animó a seguir adelante. Sin embargo, cuando vemos el mundo a través del prisma gris que dibuja la adversidad, es difícil vislumbrar la salida.
Los Navy Seals acuden en nuestra ayuda. Famosos por seguir un entrenamiento físico y mental particularmente exigente, afirman que cuando nuestra mente dice “basta”, en realidad solo hemos llegado a un 40% de nuestra capacidad. Por tanto, cuando estamos a punto de rendirnos aún nos quedaría un 60% de fuerza remanente para seguir luchando.
Aunque las cifras son orientativas, su mensaje es claro: no sabemos lo fuerte que somos, hasta que ser fuertes es la única opción que nos queda. Por muy difíciles que sean las circunstancias, si confiamos en nuestra capacidad para superarlas, las probabilidades de salir airosos aumentan.
4. Planifica de cara al futuro
Puede que el presente sea terrible, pero no durará por siempre. Edison lo sabía, por eso se enfocó en lo que podía hacer para solucionar el problema. Por supuesto, no siempre logramos detener el tsunami emocional que desencadena la adversidad. No siempre podemos evitar sentirnos tistes o incluso llorar no es malo. Y ni siquiera es malo ya que puede tener un poder catártico.
Sin embargo, debemos asegurarnos de no permanecer en ese estado durante más tiempo del imprescindible. Cuando las quejas se instauran y nos limitamos a sufrir, el dolor se alarga indefinidamente. Por eso, en cierto punto debemos aceptar lo ocurrido y mirar hacia delante.
La clave consiste en analizar qué podemos hacer para minimizar los daños y dejar atrás la adversidad. Se trata de asumir una actitud proactiva de cara al futuro, enfocándonos en aquellos factores que podemos controlar, sin dejarnos llevar por un optimismo ingenuo. Así podremos encontrar la estrategia más adecuada para solucionar los problemas que nos preocupan.
5. Pide ayuda si lo necesitas
Tras el incendio, Edison recurrió a su amigo Henry Ford. Al cabo de tres semanas, le había facilitado un préstamo considerable para volver a poner en funcionamiento la planta. Sus empleados también fueron de gran ayuda ya que hicieron turnos dobles para recuperar el tiempo perdido. Su historia nos demuestra que incluso los grandes hombres necesitan ayuda.
Un estudio realizado en durante la guerra en Bosnia lo confirma. Estos psicólogos descubrieron que los niños más resilientes fueron precisamente aquellos que habían desarrollado más habilidades para pedir ayuda. Esos niños no despertaban pena, sino empatía y compasión.
A veces, cuando una situación nos supera, necesitamos una mirada desapegada que nos ayude a ganar perspectiva. Otras veces simplemente necesitamos validación emocional, sentirnos acompañados y apoyados sin que nos juzguen ni critiquen. Esa ayuda puede provenir de las personas más cercanas, un psicólogo o un trabajador social. Lo importante es comprender que a veces no podemos solos y que la vulnerabilidad no es debilidad sino humanidad.
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