Inseparables: una idea muy similar a la de Toy Story pero con resultados bastante más discretos

Inseparables encuentra a Don Quijote y a su amigo perruno en el Central Park neoyorquino
Inseparables encuentra a Don Quijote y a su amigo perruno en el Central Park neoyorquino

Inseparables (The Inseparables, Bélgica, Francia, España/2023). Dirección: Jérémie Degruson. Guion: Joel Cohen, Alec Sokolow, Bob Barlen, Cal Brunker, Matthieu Zeller, Jérémie Degruson. Animación: Valentin Legrand, Dagmara Ziemianska. Edición: Jérémie Degruson. Duración: 83 minutos. Calificación: apta para todo público. Nuestra opinión: regular.

El gancho de esta coproducción entre Bélgica, Francia y España es la identidad de los guionistas: se dice en su campaña de promoción que son los mismos de Toy Story (al menos dos de ellos, Joel Cohen y Alec Sokolow), pero lo cierto es que esta dupla en realidad es la misma que, después de aquella experiencia con la saga de Pixar iniciada en 1995, participó en la discreta Garfield: la película (2004) y no mucho más…

Joss Whedon y Andrew Stanton, en cambio, tomaron otros rumbos. Después de aquel gran bombazo de Pixar (recaudó casi 400 millones de dólares en todo el mundo), el primero trabajó en los guiones de otra saga taquillera de Marvel, The Avengers, y Stanton estuvo involucrado en muy buenas películas de animación como Monsters, Inc., Buscando a Nemo y WALL-E.

Con otros cuatro guionistas como apoyo (es decir que hubo seis en total), Cohen y Sokolow idearon para Inseparables una trama que tiene un punto de partida similar al de Toy Story -un puñado de juguetes que imprevistamente cobran vida-, aunque esta vez se trate -una leve y no muy sustancial diferencia- de marionetas de un teatro de títeres.

Más allá de ese dato específico, no hay otras analogías entre esta película y la inolvidable obra maestra dirigida por John Lasseter. Inseparables tiene menos sorpresas y menos gracia que Toy Story, eso es notorio. Tampoco presenta un trabajo de animación con novedades que puedan seducir a los conocedores del género. Y su guion es mucho más endeble y poco imaginativo.

La historia transcurre en el famoso Central Park de Nueva York, controlado en esta fantasía por las marionetas de un teatro infantil creado por un anciano que ya se ha retirado de su profesión. Hay un payaso calvo que sufre por estar encasillado en el lugar del tonto de la función, un provocador perro de peluche rapero (llamado DJ Doggy Dog) y un Don Quijote que debe encontrar títeres robados para ser ofertados en eBay.

Son los personajes más fuertes de un film en el que las ensoñaciones de la marioneta inspirada en el clásico de Cervantes ocupan un lugar central y aparecen desde inocentes patitos hasta temibles dragones pasando, por supuesto, por los célebres molinos de viento de la polifónica novela del siglo XVI que es un hito indiscutible de la literatura española.

Las alusiones nada veladas y los guiños (ya sea a la tragedia del Pinocho de Carlo Collodi o incluso a la imaginería febril de Tolkien) le agregan densidad a una película con buen presupuesto (25 millones de dólares) que combina animación en 2D y 3D y es recomendada para niños de más de 5 años. Pero los padres también tienen más para entretenerse: alegorías a la gran tradición de los musicales en cine y la cultura del hip hop, e incluso una simpática versión de la banda belga Puggy de un temazo de los Pixies (“Where Is My Mind?”) que muchos conocieron gracias a otra banda sonora, la de El club de la pelea.