Intelectuales, artistas, amigos y colegas despiden a Cristina Pacheco

CIUDAD DE MÉXICO, diciembre 22 (EL UNIVERSAL).- "Ya estás con José Emilio" se lee en la tarjeta que lleva la firma de Silvia Lemus y está sobre una corona de flores con una cinta blanca que resalta el nombre de la propia conductora de "Tratos y retratos" y del escritor Carlos Fuentes, quien durante 39 años fue su pareja. Varios arreglos y coronas más, de parte de la UDG y de El Colegio Nacional, por ejemplo, rodean al féretro.

Al principio, hicieron guarda las hijas de Cristina Pacheco, Cecilia y Laura Emilia, junto a su esposo, el escritor Fernando García Ramírez. En un par de fotografías se puede ver a amigos cercanos de la periodista: el científico Antonio Lazcano, el historiador Enrique Krauze y el columnista de EL UNIVERSAL, Héctor de Mauleón, también haciendo guardia. Pero conforme pasa el tiempo llegan más intelectuales, artistas, amigos y colegas a despedir a una de las figuras más representativas de la cultura mexicana: la editora y exfuncionaria, Consuelo Sáizar; Lemus, ya mencionada; el novelista Álvaro Enrigue; la escritora Claudia Guillén; la periodista Laura Barrera; el editor José Luis Martínez.

"Hubo un lapso para asumir algo que nunca se asume del todo: el adiós", dice Sáizar y recuerda algunas de las últimas ocasiones que pudo ver a Pacheco: cierta vez, en casa de Iván Restrepo y la poeta Nelly Keoseyán, reunión a la que asistieron Bárbara Jacobs y Vicente Rojo; Julia, esposa de Sáizar; Elena Poniatowska y, por supuesto, Cristina, "ya sin José Emilio. Ellos hicieron indeleble su nombre: eran dos siendo uno o uno siendo dos". Tiempo después, hace cuatro o cinco años, recuerda, Mercedes García Márquez le pidió verla y Sáizar le habló a Laura Emilia para que se reunieran: "Fue una conversación fantástica. Llena de anécdotas y todo lo que habían compartido: historias en común y lecturas. Las dos acompañaron a hombres formidables de letras".

Lazcano cuenta que vio a Cristina hace una semana: "Platicamos profundamente. Fue una amiga querida, teníamos toda la confianza del mundo. La conversación se centró en torno a lo complejo que es el México actual y el compromiso que ella tenía con su trabajo". Lemus retoma la palabra y recuerda una fotografía que José Luis Cuevas les tomó a ella y a Cristina Pacheco, durante una comida organizada por Fernando Benítez: "Seguramente, la última vez que la vi fue en la FIL del año pasado. Siempre nos gustaba vernos y platicar, le decía: te envidio, eres una gran entrevistadora, y ella me respondía: pues mira, yo también te envidio porque no puedo hacer lo que tú. Y le decía: yo tampoco puedo hacer lo que tú".

"Se fue en paz", afirma Antonio Lazcano: "Cristina nunca quiso ir a un hospital. Ella rechazaba la idea de pasar sus últimos días lejos de sus hijas, su gente, su casa, sus plantas, sus libros. Tuvo la enorme suerte, que no es frecuente, de encontrar a la pareja de su vida mucho tiempo atrás. Fue una suerte extraordinaria para ambos: había comprensión, respeto y cariño, que saltaban a la vista. Es una lección que todos deberíamos tomar en cuenta", recuerda y describe el vacío grande que siente tras perder a una amiga querida: "Durante la pandemia nos hablábamos con frecuencia, aunque no nos veíamos. Siempre me sorprendió la frescura, la espontaneidad y el respeto con el que ella introdujo a muchos a otro México que nos pasa desapercibido. Nunca hubo una actitud de superioridad, social o intelectual, con la gente que, por ejemplo, trabaja haciendo artesanías, el organillero o el niño que quería sembrar flores, contento de estar sobre Reforma".

Sáizar, por su parte, habla de la certeza de que en este momento se cierra una de las épocas más gloriosas de la literatura mexicana: "Cristina fue algo único e irrepetible. Me siento rota". Lazcano abunda, complementa: "Sin ánimo panfletario, nos presentaba las aspiraciones, las necesidades, la capacidad de supervivencia y la intensidad con la que vive una enorme parte de México. Al mismo tiempo, cuando uno hablaba de ciencia con ella o veía el programa "Conversando", se hacía evidente su profunda curiosidad. Cristina se quería beber la vida con las entrevistas, con las pláticas".

Para Sáizar, Pacheco fue, en términos literarios, digna continuadora de Elena Garro y Rosario Castellanos, "pero también fue integrante de una época luminosa, durante la década de 1980, cuando se dieron a conocer escritoras como Ángeles Mastretta y Sara Sefchovich". Además fue —continúa— la precursora de un periodismo inédito, que reveló ciertas realidades: "La gran cronista de lo invisible que nos dio poesía y la hizo real".

Cristina —es el turno de Lemus— era amable y hacía que la gente se sintiera escuchada, tal como en sus programas televisivos: "Ella tenía un gran interés en saber de los otros. No he oído a una sola persona que no se refiera a la capacidad de Cristina de adentrarse en el espíritu y las necesidades de la gente: jóvenes, ancianos, mujeres maduras".

"Al finalizar usaba algo, decía: Aquí nos tocó vivir. En una ocasión, cuando regresamos de vacaciones a México, le dijo a Carlos Fuentes: he tomado de una de tus novelas esta frase. Y Carlos le dijo: es tuya, no mía".

Por último, Lemus habla de cómo Pacheco se despidió del público el pasado 1 de diciembre: le habló a gente que la adoraba y reflejó ese entusiasmo innato en ella: "Estaba completamente llena de su energía, de cómo era ella, de cómo trabajaba en lo que le gustaba, que era su gran programa".