Ir hacia atrás fue la tendencia más grande de 2023

Una modelo en el desfile de primavera/verano 2024 de Maison Margiela, en París, el 21 de septiembre de 2023. (Simbarashe Cha/The New York Times)
Una modelo en el desfile de primavera/verano 2024 de Maison Margiela, en París, el 21 de septiembre de 2023. (Simbarashe Cha/The New York Times)

Empezó con toda la conversación sobre cómo íbamos a regresar. A la oficina. A la normalidad tras dos años de trastornos por la pandemia. (Quizá) volver a vestirnos de verdad. ¿Te acuerdas?

Resulta que, en lo que respecta a la moda, una parte de eso fue absolutamente acertado. En 2023, nos regresamos. Y no solo a los grandes hombros ochenteros y a las mangas eduardianas enormes, ni siquiera a las tendencias del efecto 2000: pantalones de tiro bajo, ombligueras, botas Uggs.

También hemos regresado a las modelos delgadas. Regresamos a que haya una mayoría de hombres blancos en los puestos más altos de las grandes marcas de moda. Regresamos al circo volador de las pasarelas. De vuelta a la moda rápida. Hacia atrás.

Una gran influencia (es decir, la moneda de cambio de la moda en su intersección con la cultura) conlleva una gran responsabilidad, parafraseando a Spiderman y a Winston Churchill. Sin embargo, para una industria que supuestamente tiene que ver con el futuro, fue un año terriblemente retrógrado.

La primera señal se vio en las pasarelas. A pesar de los cambios reales en materia de inclusión racial, la inclusión de tallas fue prácticamente inexistente. Según Vogue Business, “el 95,6 por ciento de los atuendos” de los desfiles de otoño 2023, que tuvieron lugar en febrero y marzo, tenían tallas comprendidas entre la cero y la cuatro estadounidenses. Solo el 0,6 por ciento eran de tallas grandes (definidas como la talla catorce y superiores; el 3,8 por ciento restante eran de tallas medias, es decir, entre la seis y la doce).

En los últimos desfiles de primavera de 2024, realizados en septiembre y octubre, el 0,9 por ciento de las modelos eran de tallas grandes, mientras que el 3,9 por ciento eran de tallas medianas. Eso sin contar las estrechas representaciones de edad y capacidad física.

Un desfile durante la Semana de la Moda de Nueva York, el 11 de septiembre de 2023. (Simbarashe Cha/The New York Times)
Un desfile durante la Semana de la Moda de Nueva York, el 11 de septiembre de 2023. (Simbarashe Cha/The New York Times)

Entre bastidores, en muchos desfiles volvió el caos y la desnudez pública, denunciados de inmediato después del movimiento #YoTambién. La Ley de Trabajadores de la Moda, un proyecto de ley presentado en Nueva York para abordar los derechos de las modelos y otros trabajadores contratados, fue víctima de la paralización legislativa y se pospuso en la Asamblea estatal hasta el próximo año.

En verano, estaba claro que, a pesar de la pandemia, no habría menos desfiles, sino más, con más viajes, más ruido y más productos. No solo las marcas que se habían resistido a volver, como Ralph Lauren, se reincorporaron a los programas oficiales, sino que megamarcas como Dior y Vuitton añadieron nuevos desfiles provisionales a su circuito: Dior celebró su desfile preotoñal en Bombay, India; y Vuitton, el desfile preotoñal de ropa para caballero en Hong Kong.

Y esos fueron solo dos de los grandes eventos en destinos internacionales que tuvieron lugar. Otros fueron Carolina Herrera en Río de Janeiro, Gucci en Seúl, MaxMara en Estocolmo y Boss en Miami.

“No aprendimos nada de la pandemia de COVID-19”, comentó Pierpaolo Piccioli, de Valentino, a finales de 2022, y estaba claro que tenía razón.

En octubre, se produjo una avalancha de nombramientos de nuevos diseñadores y, aunque la llegada de Pharrell Williams al área de ropa para caballero de Louis Vuitton en febrero había sido una sacudida inequívoca al “statu quo”, resultó ser la excepción, no la regla. Entre los nueve diseñadores nombrados para puestos importantes en 2023, había una mujer (Chemena Kamali en Chloé), una persona de color (Williams) y siete hombres blancos. Muchos de esos hombres no solo tenían currículos similares, sino también vello facial parecido.

Por último, en su desfile de primavera y en la cumbre de las Naciones Unidas sobre el clima conocida como COP28, Stella McCartney mostró nuevos materiales: ¡lentejuelas biodegradables! ¡Pieles de origen vegeta con biofluff!, pero la evidencia sugiere que, por prometedores que sean, estos proyectos piloto no son lo suficientemente escalables como para marcar una diferencia real. Mylo, el cuero hecho de hongo que McCartney presentó en 2021 y 2022, fue abandonada por su empresa matriz, Bolt Threads, y Renewcell, la mayor planta de reciclaje textil del mundo, ha interrumpido su producción por falta de demanda. A pesar de los avances de LVMH y de los miembros del Pacto de la Moda, como Kering y Prada, el sector aún no ha resuelto su problema más elemental: la enorme cantidad de cosas que tiene.

Hablando de cantidades enormes, Shein, el mayor y más rápido de los gigantes de la moda ultrarrápida, valorado hace poco en 66.000 millones de dólares, ha presentado una solicitud para cotizar en la bolsa, lo que sugiere que nadie cree que el modelo de consumo vaya a desaparecer pronto. Tampoco los problemas con las cadenas de suministro. Transparentem, una organización sin fines de lucro que se interesa en los abusos contra el medioambiente y los derechos humanos, acaba de publicar una nueva investigación que pone de relieve la esclavitud asalariada en fábricas de Mauricio que producen artículos, entre otras marcas occidentales, para Diesel, Armani y PVH, propietaria de Calvin Klein y Tommy Hilfiger. Aunque algunas de estas marcas han respondido a las conclusiones y han trabajado para remediar la situación, otras han permanecido en silencio.

“Tuvimos una fase de sensibilización”, aseguró Achim Berg, socio principal de McKinsey & Co. y uno de los líderes del grupo mundial de McKinsey Apparel, Fashion & Luxury Group. “Después, una fase de compromiso”. Pero, según él, no hemos dado el suficiente salto a la acción. En su lugar, la moda, nerviosa ante un entorno político y económico incierto, cruza los dedos, espera que la tecnología venga al rescate y se aferra a lo conocido mientras espera.

Sin embargo, de cara a 2024, se vislumbran algunos atisbos de ruptura. El reciente regreso de la excentricidad a la alfombra roja tras la huelga de actores ha sido un recordatorio de la alegría y la complejidad de vestirse, lo que sugiere que esta podría ser una temporada de premios para recordar. Es emocionante el caos de la Semana de la Moda de Nueva York, llena de marcas emergentes de diseñadores no tradicionales que definen el éxito en sus propios términos y con su propia base de seguidores,.

Las grandes marcas que causaron más sensación —Loewe, Bottega Veneta y Miu Miu— lo hicieron por su idiosincrasia inherente, la voluntad de los diseñadores Jonathan Anderson, Matthieu Blazy y Miuccia Prada de allanar sus propios y peculiares caminos. Para, por ejemplo, cambiar la silueta redefiniendo los pantalones de tiro alto (Loewe) o transformando los pantalones de cuero en jeans (Blazy) o deshaciéndose por completo de los pantalones (Miu Miu). Phoebe Philo regresó con su propio nombre y a su manera: en línea, sin ninguna fanfarria de mercadotecnia formal, a los precios más lujosos, en pocas palabras exigiendo que sus prendas se consideren inversiones a largo plazo.

Puede que funcione. O tal vez no. Pero al menos está intentando algo nuevo.

c.2023 The New York Times Company